La muerte atroz de Samuel David, bebé de siete meses, hijo de Carlos Enrique y Sandra, en la Guajira, abrió la semana de pasión en Colombia. No hay que buscar significados, el hecho brutal no esconde metáfora alguna. Salvaje el crimen, reacciones más o menos aisladas y efímeras y la constatación de un estado de cinismo e indiferencia y también de estupidez, que nos destruyen.
El asesinato ocurrió, justamente, en abril, el mes del niño. La Liga de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas buscaba honrar a los niños y niñas. Determinó que “la humanidad les debe a los niños lo mejor que tiene para ofrecer” y, por ello, desde 1925, abril es el mes dedicado a los niños. Colombia ha suscrito la Convención sobre los Derechos del Niño y la Constitución ampara sus derechos: a la vida, al desarrollo, a ser protegido, a su identidad, a la participación.
Un hito más que nos muestra la enorme brecha entra las normas y algunas expresiones de la cultura del mundo adulto de cara a los niños y niñas. En Colombia, Samuel David fue asesinado.
En una sociedad con algún grado de salud mental, el asesinato del bebé debería haber congregado la solidaridad y el dolor de los colombianos. Por su extrema vulnerabilidad, los niños requieren de la protección de su familia y, en general de la sociedad. ¿Se trata de un exabrupto, un caso excepcional o, trágicamente, de un hecho más en contra de los colombianos más indefensos?
Se puede hilar más, lamentablemente. Los padres de Samuel David -vaya nombre tan bíblico, quizás elegido con la pretensión de que el niño fuera protegido, de ser un elegido-, son desmovilizados. No hay que decirlo más: una alta funcionaria, muy inteligente y creyente, dijo: “También nos duelen los niños de las Farc”.
Era un niño y que se sepa, no pertenecía a las Farc ni a ningún proyecto político.
No es usual clasificar a los niños en uribistas, petristas, de la U, liberales, guerrilleros, paramilitares.
Samuel David era un niño
El niño era un niño y que se sepa, no pertenecía a las Farc ni a ningún proyecto político. Era un niño. No es usual clasificar a los niños en uribistas, petristas, de la U, liberales, guerrilleros, paramilitares. Samuel David era un niño.
Lo que nos conduce al ámbito de la política en sentido amplio. Samuel David pudo haber crecido como una bella expresión del fin de un conflicto armado, como la esperanza de una nación en actitud de reconciliación y celebración de la vida. Nada.
¿Celebraron los asesinos? ¿Reportaron a sus contratantes? ¿Les quedó trunca la acción, ya que los padres, heridos, no murieron?
Miguel Hernández, el poeta español que muchos conocimos gracias a Serrat, escribió las Nanas de la cebolla a su mujer y su hijo, nacido en penuria enorme, pues no había sino pan y cebolla para comer. El segundo hijo de Miguel, Manuel Miguel, llegó al mundo mientras su padre estaba encarcelado durante la Guerra Civil Española. Aunque murió tres años después, de tuberculosis, preso por el franquismo, pudo componer las Nanas de la cebolla. Carlos Enrique y Sandra no podrán escribir:
Al octavo mes ríes
Con cinco azahares
Con cinco diminutas ferocidades
Con cinco dientes
Como cinco jazmines adolescentes...
Frontera de los besos
serán mañana
Cuando en la dentadura
Sientas un arma
Sientas un fuego
Correr dientes abajo
Buscando el centro
Un gran abrazo a los padres de Samuel David en este insondable dolor.
