Hace mucho vaticiné que Ernesto Samper Pizano iba a dedicar sus días a hablar en prestigiosos foros internaciones sobre la ética en Platón y de qué espléndida manera decencia y política se entremezclan de forma perfecta, ganando en plata lo que ganan aquellos “consultores” que fueron presidentes y que ganan mucho.
Otra vez erré.
Y erré por la razón más lógica y sensata y que no es otra que saber que Ernesto Samper Pizano es de los menos aptos para hablar del tema. Debe saber bien poco de ética y bastante menos de moral; no olvidemos que se montó a la presidencia con platas de los narcos inculcándole a las costumbres locales ya bastante turbulentas y marchitas dos principios geniales: “Todo fue a mis espaldas” y “a mí ya me juzgaron mis amigos”.
A pesar de ello, en vez de dedicarse a montar cursos y conferencias sobre elefantes invisibles, se ha convertido de la noche a la mañana en una joya más de nuestra izquierda exquisita hablando de esto y aquello con fina propiedad. Sí, sólo falta que Maduro le haga entrega de la credencial de compañero bolivariano.
Y ahora, para mi perplejidad, resulta que Samper Pizano suena para secretario general de una cosa que se llama Unasur. O sea, representará a la unión de las naciones suramericanas (para el caso de estar unidas en algo) y solo espero que no sepan esas pobres gentes que están trepando a ese cargo a uno de los peores presidentes que ha dado nuestro país. O lo saben, y por eso lo montan.
Claro que blablablá Santos ya dijo que sí, que bueno, como que el muchacho Samper da la talla…
… y hablando de…
Y hablando de Santos, propongo al amable lector que cierre los ojos diecisiete segundos y mire esta imagen:
Vemos una alocución televisiva del presidente de la República Juan Manuel Santos (JuanPa si le resulta más familiar) quien, blandiendo los brazos y las manos con la suavidad que le acostumbra dice: “Compatriotas, ayer hablé en persona con el presidente de la Fifa y le comenté del malestar nuestro con lo del gol de Yepes que fue gol pero no fue gol y me dijo que comprendía el sabor amargo del pueblo colombiano. Lloramos juntos. Colombianas y colombianos, puedo garantizar que ya bien pronto nos darán por válido el gol y en consecuencia, atendiendo la ecuanimidad, podrán deducir que los partidos no jugados los hubiéramos ganado. Esta mañana hablé con la canciller alemana y me dijo que sí, que todo va camino de solucionarse”.
Después de tensos segundos, entra a comerciales.
Y viene la pregunta inocente de quien escribe estas líneas. ¿Le creería usted al presidente?
Lo vemos con el presidente Vladimir en amena charla, riendo con Dilma y Michelle, parece que la cámara es lo suyo y, cuando anda cerca de Obama se creería que el importante es él. Entonces, ¿por qué no creer que habló con la Fifa y Ángela y que la copa nos la mandan en el próximo vuelo de Avianca?
Con ese cuento votaron millones de personas, que las reformas son ya o ya, que la paz es ya o ya y que la decencia es ya o ya. Es lo que llaman en los pueblos creer en la palabra dada, sin contratos vinculantes o abogados que aburran, ya que es suficiente la mirada sincera.
Sin embargo, hay quien se toma en serio todo lo que dice el candidato que ahora repite y a quien tendremos por otros cuatro años diciendo y haciendo lo mismo con su maravilloso movimiento de manos y sus muy emocionantes y novedosas intervenciones. Hay quien se lo toma en serio y cree a ciencia cierta que cada idea que esgrime es parte de una espectacular política que revolucionará todo, y que su dedo índice erecto acabará con la pobreza y la corrupción, trayendo la anhelada paz bajo el abrazo de los dignatarios del mundo moderno.
Con todo respeto a aquello aduladores emocionados, me limito a poner sobre el tapete pocos puntos de reflexión:
UNO. La paz se va a poner en práctica gracias al acuerdo suscrito con un grupo guerrillero que sigue en su fiesta permanente de ataques y guerra y que parece completamente ajeno a los señores que andan en La Habana e, igualmente, estos últimos nada dicen de lo que sus compañeros hacen en los pueblos y caseríos de este gran país. Extraña paz.
DOS. Ya va habiendo cambios en el gabinete y oh sorpresa, todos van repitiendo, y tal vez nos meten a Simoncito para que estrene ministerio y lo veamos de presidente en 12 años. Ah contento que va a quedar don César.
TRES. El Congreso armado por nuestro presidente el ajedrecista. Los mismos con las mismas. O hasta peor…
Gracias presidente por ser tan cumplido en las promesas.