Un presidente reducido a su mínima expresión, rodeado de centenares de elefantes, es la imagen que recuerda al expresidente Ernesto Samper –hoy cabeza de Unasur- acorralado por la crisis que generó la entrada de dineros del narcotráfico a su campaña y que, finalmente, el Congreso lo salvó de tener que renunciar. Por otro lado, la imagen de Álvaro Uribe preside una aterradora escena con una cruz en el centro cuyo tronco es una calavera. Esto es algo que el artista antioqueño Jorge Julián Aristizábal no quiere que se olvide: el vergonzoso capítulo de los falsos positivos en el gobierno Uribe.
El artista de 53 años no quiere otra cosa que dibujar, pintar, recrear y con ello regresar a la infancia, al colegio. A través de dibujos grandes y colores vivos quiso evocar momentos históricos del país a través del arte. “Mi idea era volver esos temas un elemento muy popular, para que todo el mundo le entienda. Puedo decir que esto es muy cercano a la línea de Débora Arango”, dice Aristizábal.
Ambas obras, con un valor de $25 millones, estuvieron expuestas en el salón principal de Artbo 2015, la feria internacional de arte en Bogotá y fueron presentadas por la Galeria, la tradicional galería de Alberto Sierra, con más de tres décadas de existencia en Medellín.
Jorge Julián Aristizábal logra mirar los hechos políticos desde el arte: “Es fuerte, pero no es desgarrador y terrible, quería que tuviera una idea muy naif. Busco que el espectador se detenga n frente a la obra y mire los detalles con la atención y piense en cosas distintas”, comentó.
Frente a ello, el curador Jorge Posada reconoció la capacidad de Aristizábal para retratar un momento histórico: “Es genial del artista su capacidad de ser cronista. Hay una mirada política que se sale de la mirada que ha tenido el arte colombiano por la violencia; la de esos artistas que fueron buscados por las grandes coleccionistas. La mirada de los artistas de La Oficina es distinta, diversa y alejada de acentuar la estética a la violencia”.
Aristizábal no acude al silencio; acude a la sensibilidad política y social de su técnica para evocar, a través del detalle y la simpleza, dos de los acontecimientos más memorables en la historia política y del conflicto colombiano.