Yo pensaba que el muy famoso jueguito de la caza de pokemones no pasa de ser un “juego” tonto y sin sentido que no conlleva ningún tipo de actividad deportiva o intelectual. Y menos aún riesgos para la humanidad. Se limita a caminar lento por la calle con el celular pegado al vientre y cada veinte pasos aparece un pokemón, se acciona algo en la pantalla y ya está muerto. E imagino que habrá animalitos más preciados que otros y por ende con su muerte se obtienen más puntos.
Y la gran paradoja es que ese emocionante juego que a muchos nos puede parecer una soberana pendejada está de moda y no es raro ver a seis personas alrededor de un punto a la espera de darle caza al animalito y, oh sorpresa, no es un juego de jóvenes de cinco años ni de diez, que también, sino se ha convertido en la apasionante actividad de jóvenes que rondan los 20 años.
Y hasta aquí llegarían mis aportes al juego, si no fuera por el gran pensador del mundo actual don Nicolás Maduro, presidente de ese país que llaman la República Bolivariana de Venezuela quien, con la soberbia propia de quienes tienen la verdad en sus labios, afirma sin titubeos que el juego forma parte de una cultura que promueve la violencia entre niños y jóvenes.
Quedé estupefacto con aquellas máximas y he de anotar que creo en sus palabras y no pongo en duda que el joven que llegue a su casa en las horas nocturnas después de un día infructuoso en la famosa caza, desesperado y vacío, despreciado por sus amigos, no tiene alternativa diferente a la de hacerse a una buena Kalashnikov y pase al centro comercial más cercano y le dé por balear a diestra y siniestra para al final activar una potente granada que lo llevará a los cielos.
El locuaz mandatario no se quedó en las nubes
y fijó claramente cuál es el culpable de todo:
el capitalismo
Y el locuaz mandatario no se quedó en las nubes y fijó claramente cuál es el culpable de todo: el capitalismo. Y sí, diáfanamente dice Maduro que ese sistema social y económico genera realidades virtuales, aclarando que todas aquellas realidades de mentiras están estrechamente vinculadas a las armas, a la violencia y a la muerte.
No miento si afirmo que quedé anonadado.
Y más estupefacto quedo cuando me entero gracias a los labios del amigo bolivariano que en las matanzas recientes están siempre presenten actividades tan agresivas como el juego que se comenta.
Pero, ante la que se nos avecina, frente al drama horrible que se nos viene con toda la juventud que caza pokemones y que, como las vitaminas, solo está creciendo en su interior un odio enfermizo y ganas urgentes de hacer justicia, debe haber una solución urgente, por parte de alguien con serenidad y sentido de justicia, alguien íntegro en su esquema moral.
Pasé saliva mientras repasaba mentalmente a las grandes figuras del mundo político actual que tengan las agallas y temple para salvarnos, y admito sin sonrojarme que muy acertada me pareció su salomónica propuesta para que al fin se logre erradicar el peligro que nos acecha.
¿Y quién podrá salvarnos?
No será el Chapulín que no es más que otra figura de ficción. La propuesta de Nico es terrenal y para él no puede existir nadie diferente a la muy eficiente y actora Unión de Naciones Suramericanas. Sí, esa cosa que llaman Unasur será nuestra salvadora.
Y nadie menos ni nadie más que su presidente o gerente o secretario general o como se llame será el encargado de la limpieza. Sí, Ernesto Samper Pizano, el de las espaldas anchas y cola de elefante, aquel gran hombre que sólo recibió cerca de ocho mil millones para sufragar su inocente campaña presidencial será el encargado para erradicar el mal capitalista.
Ya lo veré en las plazas públicas reprendiendo jovencitos que cazan pokemones con la plena certeza que no admitirá de nadie frases fáciles como aquella de lo siento señor Samper, yo no estaba cazando nada, que imagínese que todo fue a mis espaldas.
Y hablando de…
Y hablando de ilusiones y mundos irreales, qué bonito sería que el proyecto de ley de Angélica Lozano de bajar drásticamente el sueldo de congresistas y demás seres de esa estirpe llegara a hacerse realidad.
Sueños nada más, como dice la canción.