Uno decide la vida que quiere vivir: en ocasiones llena de sobresaltos y adrenalina, o si lo quiere, tranquila y en paz. Esto último es lo que ha hecho Guillermo Escobar Baena, quien luego de servir a la comunidad y ejercer varios cargos decidió retirarse a vivir en Samaria, una vereda de Caicedonia, tranquila y alejada del ajetreo y el ruido de la cotidianidad citadina.
Nos fuimos a Samaria, vereda ubicada a 40 minutos de Caicedonia, en uno de sus sueños cumplidos: un jeep Willys que ronroneaba como un gato gigante mientras avanzábamos por la carretera rumbo a su nuevo hogar: “Villa Gloria”.
Allí con su esposa, Gloria María Ramírez, y en compañía de sus perros y gatos, se dedica a las labores del campo, a leer y a escribir, pero sobre todo, a vivir apaciblemente.
Un café nos sirvió de excusa para iniciar una charla que develara para mí algunos interrogantes como, por ejemplo, el de su decisión de dejar la ciudad e irse a vivir al campo.
“Mi primera infancia me conectó mucho con el campo por mis ancestros: mis abuelos, mis padres, estuvieron vinculados a la caficultura. Luego cuando nos pusieron a elegir entre la formación académica y la vida del campo, por supuesto, que mis hermanos y yo optamos por estudiar para tener una carrera y prestar un servicio a la sociedad”.
“Yo creo haberlo hecho, pues en mi caso, fueron 40 años de servicio a la sociedad desde diferentes cargos, casi todos en educación, pero también otros como el ser alcalde, y luego trabajos en la gobernación y en la alcaldía de Cali. De alguna manera he estado vinculado mucho con el sector cultural y educativo”.
“Cuando cumplí 60 años me propuse hacer un quiebre drástico en mi vida, estaba cansado de la ciudad, de la inseguridad, de los trancones, del agite, de la contaminación y decidí volver a retomar la vida del campo en Samaria, una vereda a la que ha estado ligada a mis afectos pues cuando estuve en la Alcaldía, hice con la comunidad, un proyecto muy bonito, una urbanización mediante la autoconstrucción. Fueron 21 viviendas las que se hicieron y la gente siempre me ha manifestado su gratitud”.
“Se dieron las cosas, compré un pedazo de tierra y decidí venirme a vivir, junto con mi esposa, a este bello y acogedor lugar. Aquí disfruto del entorno, de la gente, del paisaje sin descuidar la parte académica pues dedico mucho tiempo a la lectura, a escribir, a sacar adelante proyectos con la comunidad, tal como el que estamos haciendo. “Samaria, el pueblito de la cultura cafetera”.
¿Qué le ha atraído de vivir en el campo?
“Parte del encanto de vivir en el sector rural es poder están en contacto con los productos que se dan: el café, el plátano, los frutales, el jardín y la huerta, pero también tener algunos animales. Aquí en nuestra parcela tenemos conejos, gallinas, perros, gatos, y resulta muy gratificante compartir con ellos y cuidarlos. Ellos retribuyen en muestras de afecto y compañía permanente. Es una convivencia bonita”.
“Todo esto nos ha llevado a tener una casa pensada desde la ruralidad con un diseño rústico en madera, yo mismo he trabajado algunas cosas de carpintería con lo aprendido de mi padre quien fue constructor. Ha sido un proceso de retomar un esos saberes que ellos me compartieron y aplicarlos para el deleite pues yo disfruto mucho estar y hacer aquí”.
Cuéntame, ¿qué es, Samaria, pueblito de la cultura cafetera?
“Desde hace unos 5 años se empezó a gestar aquí en Samaria un grupo de personas y en Caicedonia, con un grupo de profesionales y de jubilados, la idea de conformar una fundación, pero no había claridad sobre lo que se quería. Luego de muchas reuniones decidimos dedicarnos a promover lo que se llama: el paisaje cultural cafetero, con una connotación eminentemente cultural, pensando en el turismo, pero en un turismo sano, limpio, ambiental, que defienda la naturaleza, que permita conservar los paisajes y las costumbres propias de la cultura paisa, de la que nosotros somos representantes”.
“Se constituyó entonces Fundescai, que significa Fundación para el Desarrollo Social, Cultural y Turístico de Caicedonia. El primer proyecto que decidimos acoger fue el de Samaria, porque esta vereda es una de las 400 que en el país tienen el reconocimiento de la Unesco y que pertenecen al paisaje cultural cafetero, patrimonio de la humanidad”.
“Iniciamos entonces a trabajar en el embellecimiento de las fachadas de las casas de Samaria, porque por fortuna, en esto que es un centro poblado de unas 150 casas, más o menos, en un 80% conservan su estado original de la arquitectura paisa y se ve reflejada en la guadua, en la esterilla, el bahareque, los techos de teja de barro, en las puertas, los postigos, la manera como construían nuestros ancestros y eso queremos conservarlo; por lo menos en Samaria ya que en Caicedonia no se está conservando. En Caicedonia lo que han hecho es tumbar las casas de bahareque sin importar su legado cultural y en su lugar han levantado construcciones modernas que nada tienen que ver con la parte cultural y el legado dejado”.
“Aquí en Samaria están dadas las condiciones para que, por lo menos, conservemos no solamente las casas, sino las costumbres que tienen que ver con la gastronomía, la música, que todavía queda y queremos reivindicar. Así mismo, las creencia, los cuentos, los mitos, las leyendas, todo lo que afortunadamente aún queda y eso es lo que queremos retomar”.
“Queremos que Samaria sea un atractivo turístico pero lo que no deseamos es que en Samaria vaya a pasar lo que pasó en Salento, Filandia u otros pueblos del Quindío, que el turismo se ha disparado de tal manera que está arrasando con la identidad cultural y está llegando, inclusive, a un deterioro ambiental. Eso no lo queremos. Deseamos promover un turismo hacia una población que sea respetuosa de la naturaleza, que inclusive no venga ni a dormir acá. Nosotros creemos que en Samaria se debe impulsar un turismo de venir a caminar y disfrutar del paisaje, de la gente, de las ofertas gastronómicas, de las propuestas culturales, pero lo que no deseamos es que vengan a establecer negocios que vayan a traer vicios, inseguridad o prostitución. Queremos un turismo sano”.
“Qué se ha logrado hasta hoy y qué apoyo han recibido?
“Por parte de la alcaldía hemos recibido apoyo para la pintura de las casas. Hemos recibido también un auxilio de 10 millones de pesos para la construcción de un mirador. Hemos logrado motivar a los entes departamentales para que la vía que va de Caicedonia a Samaria, el próximo año, sea intervenida con huellas en 2 o 3 kilómetros con el fin de mejorar la movilidad”.
“Estamos trabajando en un encuentro de música campesina y parrandera, pues queremos incentivar y recuperar los valores artísticos de la gente del campo, ya que vale la pena recordar, que antes en cada finca había un tiple o una guitarra y después de la jornada de trabajo, la gente se reunía a cantar. Eso se ha ido perdiendo y la mejor manera de incentivar de nuevo esta actividad es crear un evento que no sea concurso, sino un Festival que convoque a la gente a mostrar su talento. Aquí en Samaria hay compositores, gente del campo muy talentosa que hay que promover”.
“Hay que destacar que se está haciendo un trabajo con la comunidad estudiantil de “La Consolita”; es un trabajo formativo sobre recuperar la tradición oral por medio de los cuentos, las literatura, con la gente del campo que de manera sencilla también cuenta sus historias. Estamos propiciando que valoren mucho el lenguaje, que no pierdan su identidad. La gastronomía es otro aspecto que venimos promoviendo pues hay muy buenas propuestas como “la carne aperrada”; “el fiambre” entre otras viandas. También se está realizando un taller con mujeres artesanas promoviendo los artículos hechos con calceta de plátano, un material que aquí se pierde y con el que se hacen cosas hermosas en lo que tiene que ver con tejidos y artesanías en general que deseamos promover”.
“Nosotros, en particular, aquí en la finca, queremos impulsar los cafés especiales gracias a los trabajos que se vienen haciendo con el café “Sello mujer” y también llegar a tener nuestra propia marca café de origen, tener nuestra tienda típica de café artesanal y para ello estamos pensando en un mirador construido en guadua, en el que la gente se pueda tomar un buen café y disfrutar de este espacio o comprar una artesanía elaborada en la región”.
¿Cuál ha sido la respuesta de la gente?
“Yo creo que hay dos posturas que hemos podido identificar: una de incredulidad pues uno alcanza a percibir que algunos pocos habitantes no creen mucho todavía en los proyectos y miran como muy lejana la posibilidad de que Samaria llegue a tener un desarrollo turístico”.
“Por otro lado, uno encuentra muy buena receptividad de gente que sí cree en el proyecto, que quieren apostarle, que se han comprometido y trabajan con nosotros. Son las dos caras de la moneda: incredulidad y uno los comprende debido a que en años anteriores, desde el punto de vista gubernamental, ha habido alguna desidia para apoyar proyectos a nivel rural. Por fortuna, también hay otra gente que ya comprende la importancia de los proyectos de turismo, la importancia de conservar la naturaleza, en especial entre los jóvenes, y en ellos nos apoyamos”.
“En lo que tiene que ver con Caicedonia, uno encuentra dos lecturas también. Una la de las personas que definitivamente no cree que nuestro municipio pueda potenciarse desde el turismo, y otros que sí le están apostando a esta propuesta entendiendo que el turismo —y yo siempre llamo la atención sobre eso— el turismo es una arma de doble filo que si no va ligado a unas políticas públicas que se traduzcan en bienestar para la comunidad vamos a caer en un turismo que solamente favorece a unos pocos —eso ya se ha visto en otros lugares no solo de Colombia sino del mundo—. Por ejemplo, uno va a Cartagena y observa cómo al lado de un sector muy próspero, que promueve el turismo, está la otra cara de Cartagena, la de la pobreza y de la miseria que no se compadece con los desarrollos que tiene con los grandes capitales. Esto indica que hay una mala distribución de esos recursos y no se ve al turismo en función del bienestar”.
“Nosotros desde la Fundación, Fundescai, promovemos el desarrollo humano integral y esa concepción nos lleva a que, solamente en la medida en que la economía esté al servicio del hombre y no al contrario, vamos a lograr que haya equidad en el desarrollo y que esto se refleje en el bienestar en términos de salud, vivienda, educación etc., porque de lo contrario vamos a seguir en un círculo vicioso que no nos va a llevar progreso”.
¿Qué desea destacar de este trabajo que vienen realizando?
“Que se sepa que hay conmigo personas que estamos interesadas en defender el patrimonio natural, ambiental y cultural de Caicedonia como parte del Paisaje Cultural Cafetero, pero no como una moda ya que uno escucha mucho sobre Paisaje Cultural Cafetero, pero también se cae en el peligro de volverse algo sin fondo conectado al bienestar de la comunidad, sino con un enfoque inminentemente economicista, es decir, el turismo al servicio de unos pocos privilegiados, de unos sectores que promueven el desarrollo pero en función del capital”.
“Nosotros tenemos un enfoque particularmente humanista que conecta la naturaleza con el hombre para que por medio de esa conexión logremos un desarrollo integral. De otra manera estaríamos botando corriente y no llegaríamos a nada, por eso corremos el riesgo de que haya todavía lecturas críticas que no crean mucho en el proyecto y eso no nos asusta porque no hemos sido formados, ni desde la academia, ni desde la sociedad, ni desde las familias para tener una visión crítica del desarrollo. Esta es una oportunidad que la Fundación quiere, desde un enfoque socio crítico, llamar la atención hacia el turismo”.
Tenemos un boletín que se llama “La Chapola”, y por medio de él es como nosotros expresamos a la comunidad lo que estamos proyectando y pensando. En la última edición de la publicación decíamos que era necesario que en Caicedonia se adoptara un plan de conservación y de ordenamiento territorial, pero con una visión, no solo paisajística, sino de integralidad en lo que tiene que ver, por ejemplo, con la arquitectura”.
“En Caicedonia, hay en este momento, una ola de modernismo en la construcción y hay mucho desarrollo urbanístico con nuevos proyectos de vivienda, pero pareciera que no se tuviera una reflexión sobre el impacto ambiental que pudieran tener algunas decisiones. A nivel urbano se han hecho unas intervenciones que no se corresponden con el enfoque que se le quiere dar al turismo desde el punto de vista de Paisaje Cultural Cafetero, sino que pareciera que fueran en contravía. Se corre el riesgo entonces de que Caicedonia pudiera ser descertificada como Paisaje Cultural Cafetero, debido a la falta de conservación de los atributos que se deben tener”.
Un poco de historia de Samaria
Con su acento de educador Guillermo me comparte parte de la historia que ha venido investigando sobre el territorio que hoy habita. “Cuando llegue a Samaria hace unos 5 años, me propuse con la comunidad a realizar un trabajo de caracterización del entorno y del poblado. Con los estudiantes de La Consolita, empecé un trabajo muy interesante desde cinco aspectos: el territorio, la biodiversidad, lo cultural, la economía y lo institucional. Este trabajo me llevó también a consultar algo sobre la parte histórica.
“La historia de Samaria empieza desde 1927, cuando unos colonos llegados de Antioquia, entre ellos don Luis Enrique Hoyos Gómez, con su familia, se asentaron en este territorio y empezaron a tumbar montaña. Fue tanto el terreno que abarcó que no bastó su familia para ocuparlo y tuvo que empezar a donar algunos lotes de terreno en los que se asentaban familias que le iban trabajando a él, es decir, era la mano de obra que él necesitaba para seguir tumbando montaña”.
“Hay una historia simpática que dice que los colonos que llegaron tenían ya sus parcelitas con cultivos de pan comer, pero tenían también sus animalitos: cerdos, gallinas, vacas, pero apareció una bestia que empezó a minar la población de animales en el vecindario. El animal que aparece en la historia fue un tigre. Cuentan que los colonos se reunieron para dar caza al animal que les estaba causando los daños y tendieron una trampa a la fiera y que allí donde hoy está el polideportivo, hicieron una gran fosa y lograron que cayera el tigre y entonces lo sacrificaron. A raíz de esto el primer nombre que recibió este centro poblado fue el de: “La trampa del tigre” y así fue conocido en la región”.
“Posteriormente llegó un sacerdote y mientras adelantaba las misiones con la comunidad les propuso que le cambiaran el nombre al caserío. El propuso que le colocaran el nombre de Samaria. Es un nombre muy religioso que aparece varias veces citado en la Biblia y también está ligado con la parábola de la samaritana; así nació el nombre actual”.
“También cuentan que Samaria llegó a tener un gran desarrollo en sus primeras épocas ya que eran pequeñas fincas que se fueron formando con familias propietarias. Eran minifundios y el caserío llegó a tener muy buen comercio: carnicerías, almacenes, ventas y compras de café, y dice la tradición, que hasta llegaron a tener casas de citas o zona de tolerancia pues había muchas cantinas”.
“Con el pasar de los años y el auge de la caficultura, se fue dando el fenómeno, que también fue ligado a la violencia, y a la venta de tierras. Por el desplazamiento, debido a la violencia, hubo personajes que aprovecharon esto y llegaron a comprar y a sumar grandes terrenos hasta pasar del minifundio al latifundio. Esa concentración de la tierra se vio reflejada en la vida del poblado pues aquí ya no encontramos el comercio que había antes, ya no tiene la dinámica porque las grandes fincas de esos acaudalados propietarios, por ejemplo, pagan a los trabajadores en Sevilla, o en Armenia o en Caicedonia y por supuesto las compras las hacen en esas ciudades, por eso acá el comercio es muy reducido”.
“Creo finalmente, que Samaria tiene algo muy bonito y es la calidad y calidez de su gente: seres humanos nobles y sencillos en su gran mayoría trabajadora. Aquí hay unas 150 casas y si uno multiplica por aproximadamente por 4 personas en cada casa, estamos hablando en el centro poblado de unas 600 personas, pero en toda la vereda se calculan unos mil o mil doscientos habitantes. Tenemos acueducto propio con una empresa pequeña que llama Acuasamaria, que es una asociación de usuarios del acueducto que cuidamos mucho porque sabemos que tenemos una gran riqueza hídrica pero somos conscientes del cuidado que hay que tener con las fuentes de agua y por eso tenemos medidores y gente disciplinada en el manejo de ella. Contamos con puesto de salud, puesto de policía, colegio de bachillerato desde preescolar hasta grado 11, tenemos una cancha para la práctica del futbol muy buena, polideportivo, gimnasio al aire libre, caseta comunal y ahí vamos, impulsando este centro poblado para que llegue a tener un desarrollo en bienestar de la gente pero que no signifique crecimiento poblacional ni queremos un crecimiento físico en términos de viviendas, no se trata de eso, queremos mejorar lo que se tiene”.
El ladrido de Sócrates, un perro que infunde respeto, pero que es la ternura en cuatro patas, interrumpe la charla y Gloria María, la esposa de Guillermo, nos llama para la comida. El día está terminando en Villa Gloria. Ha sido una charla amena y muy didáctica sobre este lugar que no visitaba desde mi juventud y que hoy es ejemplo de desarrollo en propuestas de turismo.