El escultor colombiano Salvador Arango nació en Itagüí, Antioquia, en 1944, desde niño sintió el llamado de las artes e ingresó al Instituto de Artes Plásticas –hoy la Facultad de Artes Visuales de la Universidad de Antioquia–. Comenzó sus estudios en esa institución a la edad de 13 años y allí se preparó por cerca de cinco años.
De acuerdo con el criterio de académicos e investigadores, Arango es considerado un escultor figurativo que maneja un estilo geométrico; su trabajo le abrió un campo destacado y le permitió obtener reconocimiento internacional con grandes honores como ser invitado por la Universidad de Pensilvania a la Novena Conferencia Internacional de Escultura.
Ha participado en varios eventos importantes, “estuve también en una exposición colectiva Internacional de artes plásticas Laura Des Createurs en La Chapelle de la Sorbonne en París y, el año pasado, hice parte del Salón Internacional de Artistas en el Gran Palace, también en París y en Estados Unidos, bueno, la verdad en muchos lugares”, dice Arango.
Destacado con obras monumentales, más de 54 en todo el país, Arango es uno de los escultores más prolíficos de Colombia. “La escultura monumental siempre se vuelve icónica, por ejemplo, mi escultura del Centro de Convenciones de Cartagena, la escultura en homenaje a la Policía Nacional en Bogotá; en Medellín, las esculturas en homenaje a Guillermo Gaviria, Gobernador de Antioquia, y su asesor de paz, Gilberto Echeverri, ambos asesinados por las FARC”.
“Son obras que me traen una satisfacción muy grande”, explica Arango, un escultor que hace honor a la tradición creativa del país que, según, Jesús Peña Fonseca, en una apreciación de su carrera dice que “su concepto de creatividad lo ha llevado a una búsqueda abierta y franca que lo invita permanentemente a seguir adelante”.
En el grupo de obras de Salvador Arango que se destacan en todo el país están: El Escarabajo, Un Nuevo Amanecer, Vírgenes Negras, La Pensadora, La Dama del Arpa, La Dama de la Justicia, La Dama del Espejo, Reto, Cristo, etc.
En relación con la valoración de su obra el artista manifiesta: “Por mi obra monumental siento un cariño especial, una obra que está en el edificio Profinanzas en Bogotá, que queda en la avenida Chile, se llama Plegaria por la paz, se realizó mucho antes de que en Colombia se iniciara la campaña grande para que el país se pacificara”.
En el ámbito de la escultura, en Colombia, los temas económicos no son fáciles. “El escultor siempre necesita un taller y trabajar con elementos costosos, materias primas importadas y gran maquinaria; una infraestructura muy compleja que lo lleva a uno a momentos difíciles para poder ejecutar las obras”, dice Arango.
Tiene claro que para los jóvenes que aspiran a seguir una carrera como la suya, “lo más importante es tener la pasión y mucho estudio, mucho ver, mucho viajar, mucho compararse con artistas a nivel universal que le vayan abriendo el camino para encontrar su identidad y su lenguaje; si no encuentran su lenguaje, es muy difícil que el artista pueda dejar un legado o una propuesta digna dentro de la plástica colombiana”.
Sí, el camino del artista puede ser arduo, difícil. Ejemplos abundan en la música, la pintura, la literatura y muchas otras expresiones del espíritu humano. Es por eso que Salvador Arango, como esos paisas y colombianos raizales, son verdaderos íconos que representan constancia, superación e inteligencia. Su legado es grande y el Museo Centro Cultural Caribe de Itagüí se lo reconoce con una sala permanente donde se pueda apreciar lo más destacado de su obra. Sólo nuevos proyectos, Maestro, que la plástica de Colombia lo agradece y necesita.