En estos días en Colombia se discute en la arena pública, a veces cruento Coliseo romano, quién es conservador y quién no. También se ha discutido casi con igual acrimonia la autenticidad de algunas citas de Borges. Espero que esta columna de opinión, políticamente incorrecta en época de extremismos políticos, no irrite a muchos pues voy a comenzar citando al escritor argentino sobre su talante conservador.
En alguna ocasión le preguntaron a Borges por qué era conservador. Contestó: porque es una forma de ser escéptico. En mi idealista juventud esa frase me educó (en el sentido latino de e-ducere, conducir afuera) de manera fundamental, sacándome de algunas utopías porque todos fuimos marxistas en los años 70 del siglo pasado. Triste es reconocer que no sé donde ni cuándo lo dijo. Recuerdo con precisión proustiana que era una entrevista pero no puedo citarla con exactitud y erudición. Lo importante es su alusión a un prudente escepticismo ante frecuentes y optimistas promesas intelectuales, sociales, políticas y científicas.
La prestigiosa revista médica The Lancet hizo llegar hace unos días a miles de personas en el mundo un manifiesto que puede ser firmado de manera personal. Su título es “De la salud pública a la salud planetaria: un manifiesto”. Me sentí un poco como en aquellas asambleas estudiantiles de mis años universitarios, interminables y gaseosas, que siempre producían cartas abiertas a la opinión pública. Quisiera explicar a mis impetuosos, impacientes, inocentes y queridos estudiantes lectores de esta columna (sé que son muchos por sus amables correos) por qué no firmo la propuesta de The Lancet. Básicamente por escepticismo borgiano.
En la propuesta de la revista británica, que es un editorial firmado por respetadas autoridades científicas, hay cosas buenas mezcladas con otras ingenuamente optimistas. Y peligrosas. Por ejemplo el primer párrafo termina: “Es nuestro propósito crear un movimiento para la salud planetaria”. Si la salud es el completo bienestar físico, mental y social como dice la Organización Mundial de la Salud en el Preámbulo de su Constitución (1946), ¿es posible la salud planetaria? Ese completo bienestar estaría muy cercano a la felicidad planetaria. ¿Es eso un propósito realizable o simplemente otro ideal más de un inalcanzable paraíso terrenal?
No sería más prudente, partiendo de un sano escepticismo, aceptar que el mundo y la humanidad no se arreglan de una vez por todas sino solo se reparan. La humanidad se repara en los hombres que sufren: pobres, excluidos, enfermos. Luego de los bien intencionados holocaustos del siglo XX parecería un poco peligroso buscar sociedades perfectas. Y aun en un planeta sano existirían hombres enfermos, malformaciones congénitas, condiciones patológicas raras, azarosos desarreglos biológicos, ancianos y agonizantes porque vamos a seguir muriendo. Pero ya se encuentren empresarios prometiendo “que los 100 años de edad serán los nuevos 60 años” si pagamos sus análisis genéticos y sus bien intencionados consejos para la longevidad (The New York Times, marzo 5, 2014). ¿Será que en los últimos 40 años prometidos haremos lo que no hicimos en los primeros 60? El mismo día que se publicó la nota citada del diario neoyorkino murió en un hospital psiquiátrico de España el casi olvidado poeta Leopoldo María Panero. Estaba clínicamente loco pero decía grandes verdades como: “En la infancia vivimos, después sobrevivimos”. Creo que no hay mejor respuesta, quizás un poco descarnada, a sospechosas promesas de longevidad prolongada.
Pero volviendo al manifiesto de The Lancet ahí se subrayan cosas importantes y desgraciadamente verdaderas. Por ejemplo nuestro patrón social de consumo exagerado es insostenible. Los daños que eso produce son una amenaza a nuestro mismo futuro como especie. Las ganancias en salud pública de los últimos siglos no son irreversibles, podemos perderlas. La idea de progreso permanente e ineludible es una “peligrosa ilusión humana” (sic). Todo eso es parte de nuestra cultura globalizada y debemos luchar contra ello con un cambio masivo de valores personales y sociales. Pero no firmaré el manifiesto pues propone como propósito fundamental la “salud planetaria”. Esa me parece otra falsa y peligrosa ilusión.
Dijo Karl Popper en La Sociedad Abierta y sus enemigos (Vol. 2, Cap. 24): “ Buscar un paraíso en la tierra invariablemente lleva al infierno… Es nuestro deber ayudar a quienes lo necesitan pero no es nuestro deber hacerlos felices pues eso no depende de nosotros y lleva a entrometernos en la privacidad de otros con amables intenciones”. Si la salud es un completo bienestar físico, mental y social estaría muy cercana a la felicidad que analiza Popper y proponerla de manera planetaria llevaría a un mundo parecido al de 1984 de Orwell. Observemos sí que es nuestro deber ayudar a quienes lo necesitan, enfermos y hombres que sufren. Pero por escepticismo y prudencia no firmo un manifiesto que propone “salud planetaria”. Es mi idealista y quizás ingenuo voto en blanco.