Nuestra guerra es una zona de confort, por más paradójico que resulte. Hacer la paz en Colombia requerirá salirse de múltiples zonas de confort. Unas de ellas son: la zona de excesos económicos; el hacer la vista gorda a la pobreza y la inequidad; la brecha salarial tan grande; la apatía de la población general; las apariencias que engañan; las disputas —montadas o no— entre políticos; la no legalización de la droga; el autoritarismo que me “protege”. Mas no es mi tenor analizar el panorama del país, pasemos entonces a las zonas de confort personales.
El viaje fue matizado por contrastes. Respirar a nivel del mar y luego a 4300 mts. de altitud, conlleva salirse de la zona de confort físico y trae la belleza en la diversidad de parajes encontrados, donde el cielo azul intenso, el agua que parece un mar profundo donde no hay horizonte, con los nevados como testigos de la humanidad que habita el lago Titicaca, deja atónito a los sentidos —también ellos salen de su zona de confort—. Es una salida por decisión propia, alegre, aún cuando el oxígeno tuvo que fluir por la mascarilla hasta nuestros pulmones.
Encontré el siguiente texto en dakari.org:
La zona de confort es aquella zona en la que nos encontramos seguros, en la que controlamos, nada se nos escapa y que conocemos completamente. Lo más seguro es que pienses que no tiene mucha lógica salir de tu zona de confort si estás tan cómodo en ella. Pero, al hacerlo, aceptamos eliminar es obstáculos, disfrutar de nuevas experiencias y conocer personas nuevas. Lo que conlleva un crecimiento personal que continuará con la obtención de mayores expectativas, un aumento de nuestras habilidades y como consecuencia, una vida más satisfactoria en todos los sentidos. Abandonar nuestra zona de confort, te ayudará a tener una vida más rica en emociones, conocimiento y perspectivas. Y ello te hará crecer y evolucionar a una versión mejorada de ti mismo.
Buen video, animado, un poco “psicológico convencional” para mi gusto, pero explicativo.
No creamos que siempre salir de la zona de confort es tan fácil y divertido como viajar. Existen otras zonas de confort, aquellas en que el malestar prima y de las que nos cuesta trabajo, mucho trabajo, salir. Nos enfrentan a nuestros más profundos temores, nuevamente paradójico, el salir de ellas. Los ejemplos esta vez son: una relación de pareja no satisfactoria; el empleo subyugante; la enfermedad; la adicción (drogas, juego, mentiras, etcétera) personal o de un familiar; el desempleo; la ciudad que apabulla; la familia que constriñe; el sedentarismo; la televisión y recordando a una persona que quiero mucho pero que está “pegada”, la tecnología, el whatsapp y demás.
Leer un buen libro (no los novelones comerciales y menos los libros de autoayuda que ya solo son de ayuda económica para su autor); quedarse frente al mar escuchando sus olas por horas; escribir; entablar conversación con desconocidos, son actividades que se van convirtiendo en nuevas zonas de confort, elegidas por decisión propia.
¿Seremos capaces de salir de la zona de confort personal, aquella que nos hace daño, para entrar en una nueva, de bienestar? Este para mí es el primer paso hacia la reconciliación nacional, el reconciliarnos con nosotros mismos y nuestro entorno familiar. ¿Seremos capaces de tomar acción directa para lograr la paz de Colombia y no solo oponernos o criticar por Facebook? ¿Somos capaces ante nuestro desacuerdo con hechos nacionales, de poner sobre la mesa propuestas concretas y reales? ¿Seremos capaces de salir de la zona de confort de la violencia? Venga del bando que venga.
