En la historia de mi vida, y creo que en la de todo emigrante, el antes y después no es de Cristo sino de cuando dejé mi país. Desde que llegué a España, hace un poco más de 7 años, el 4 de diciembre del 2007, a una pequeña ciudad marinera llamada Castro Urdiales en el norte de este país, la manera de hablar de la historia de mi vida cambió. Ahora cuando hablo de algún recuerdo siempre uso dos posibles muletillas: “cuando vivía en Colombia” o “cuando ya estaba aquí”.
Y es que más allá de haber dejado mi familia, mi trabajo, mis amigo, dejé algo que no sabía que abandonaba y es la sensación de sentirme completa. No me mal entiendan, puedo decir que desde que vivo aquí he tenido más suerte de la que merezco y soy feliz, pero hay un pequeño espacio interno que sólo se completa de manera temporal cuando vuelvo a Colombia.
Esa continúa melancolía, suave pero crónica, me ha regalado una nueva visión de las cosas, una que definitivamente no tenía “cuando vivía en Colombia”.
En la distancia, por ejemplo, me he descubierto indígena, y no es que no me hubiera visto antes en un espejo, pero es sólo “desde que vivo aquí” que veo mi cara y descubro con alegría que tengo rasgos indígenas y soy capaz de decirlo abiertamente y sentirme orgullosa de ello.
Ahora cuando me hablan de alpargatas y ruanas, sonrío y no solo pienso en nuestros campesinos boyacenses y los paisajes de esa región sino que recuerdo los Valles Pasiegos, en Cantabria, y sus habitantes, donde las usaron antes que mis paisanos; el bolo criollo que una vez descubrí en Vetas (Santander) y nunca volví a ver lo disfruto en los campeonatos que en Cantabria se hacen anualmente; cuando canto villancicos como los zagales y zagalas ahora sé que me refiero a los hombres y mujeres jóvenes y si es zagalillos del valle a los niños.
Cuando un vendedor en Colombia me dice mona, a pesar de que soy morena, ahora lo disfruto porque, aunque él no lo sabe, se refiere a mi como bonita porque es la expresión que aún se usa en España.
Mis descubrimientos también son de realidades que cuando estaba en Colombia observaba con normalidad pero que ahora desde la distancia encuentro disparatadas.
Este es otro de mis últimos descubrimientos, somos casi 5 millones de colombianos los que vivimos fuera de nuestro país, así que creo que tenemos mucho que decir y que aportar a una población de casi 50 millones que viven dentro de sus fronteras.