Las cosas empezaron a torcerse para Gustavo Petro el 6 de marzo de 2023. Ese día, la revista Semana reveló una entrevista en donde Day Vásquez, exesposa de Nicolás Petro, contó que el hijo del Presidente habría recibido millonarias sumas de dinero por parte de exnarcotraficantes, además de estar implicado en un presunto caso de tráfico de influencias.
El escándalo también salpicó a su hermano, Juan Fernando Petro, quien se habría beneficiado al lograr colar en la Paz Total a peligrosos narcotraficantes. Al Presidente no le quedó otra que alejarse de estos dos familiares, quienes además le habían ayudado durante la campaña presidencial en lugares vitales para obtener votos como es Costa Atlántica. Ambos son investigados por la Fiscalía.
Los golpes no pararon ahí. El 5 de mayo, Roy Barreras, presidente del Congreso, quien asomaba como el buldócer que ayudaría a empujar las ansiadas reformas propuestas por el Gobierno del cambio, fue sacado de su curul por un fallo del Consejo de Estado al comprobarse su doble militancia. Petro quedó consternado y en uno de sus múltiples trinos aseguró, con ligereza, que esto se trataba de un golpe blando.
Y el colofón fue el agarrón entre su jefe de gabinete, Laura Sarabia y su embajador en Venezuela, Armando Benedetti. El escándalo originado por las declaraciones de Marelbys Meza, la niñera de Sarabia, quien había sido recomendada por el Embajador, derivaron en un entramado que incluye chuzadas evocadoras de los más escabrosos años del DAS.
En una reunión sostenida en la noche del jueves 1 de junio, Gustavo Petro tomó la inesperada decisión de pedirle la renuncia a ambos colaboradores. Sin Sarabia, Petro se queda a la deriva porque la joven funcionaria de 29 años se había convertido en su asesora de confianza.
Con Benedetti pierde a uno de los puntales de su campaña en el Atlántico quien convenció además a clanes tan poderosos como el que encabeza Euclides Torres que se fueran a las toldas del Pacto Histórico. La tormenta se intensifica y va para largo.
