Ocurrió a finales del año pasado en Colombia: miles de guerrilleros de las FARC emprendieron la larga marcha que habría de llevarlos de sus campamentos en la selva a las zonas donde se consumaría su transición a la vida civil, según los términos del acuerdo de paz firmado con el Gobierno de Juan Manuel Santos. A pesar de la incertidumbre causada por la victoria del 'no' en la consulta de octubre, tanto el Ejecutivo como la guerrilla siguieron adelante con esa parte del plan de desmovilización, y poco a poco unos 15.000 guerrilleros fueron concentrándose en las 26 zonas 'veredales' destinadas a la operación. Atrás dejaban extensas zonas en las que habían ejercido su dominio durante décadas, zonas donde hasta entonces no había llegado el Estado y que el ciudadano común prefería evitar. Al fin y al cabo, era territorio guerrillero. Allá donde se libraba la guerra.
La elección de los lugares a explorar sigue entre otros el criterio de que hayan sido castigados por el conflicto
Solían ser zonas selváticas y de difícil acceso, idóneas para ocultar a los combatientes y sus campamentos: siempre se dijo que el territorio colombiano, lleno de selvas y bosques y surcado por tres cordilleras y una infinidad de ríos era perfecto para la lucha guerrillera. Cuanto más tupida la selva, mejor para la guerrilla; cuanto más altos los árboles, cuanto más exuberante la vegetación. El control de las FARC y la ausencia del Estado funcionaron en la práctica como una extraordinaria herramienta de conservación medioambiental, y al retirarse, la guerrilla ha dejado atrás un tesoro: territorios inexplorados durante décadas en el segundo país con mayor biodiversidad del mundo. Los científicos se frotaban las manos.
«Hay estudios -explica el biólogo Javier Barriga- que demuestran que el conflicto generó territorios donde la naturaleza pudo seguir su ritmo evolutivo natural sin la intervención humana. Nuestro trasiego como investigadores se vio perjudicado durante años por la violencia, hasta que llegó un momento en que salir al campo se volvió imposible. Las mismas universidades tenían prohibido sacar a sus profesores y alumnos y los centros de investigación no podían hacer trabajo de campo porque el riesgo que corrían era muy grande. Ahora eso ha cambiado».
CULTIVOS DE COCA
Barriga forma parte del equipo del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt, uno de los centros que participan en el proyecto Colombia Bio del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno colombiano (Colciencias). En términos científicos, Colombia Bio es el post conflicto: la demostración práctica de lo que se puede hacer ahora que el principal actor de la violencia se ha retirado de la escena. Con el proceso de paz prácticamente en estado de eclosión y al amparo del cese al fuego unilateral declarado por las FARC, hace un año tuvo lugar la primera expedición del proyecto, un viaje científico hasta los Altos del Tigre, en el departamento del Putumayo (sur del país), una región conflictiva y plagada de cultivos de coca históricamente controlada por la guerrilla. Una declaración en toda regla.
Las primeras exploraciones ya han hallado posibles nuevas especies para la ciencia
«Básicamente se han seguido tres criterios para la elección de los lugares que vamos a investigar -dice Barriga-: que hubiera una alta biodiversidad, que fueran lugares desconocidos para la ciencia y que estuvieran en municipios castigados por el conflicto. Hay un interés del Estado por visibilizar estos sitios».
El proyecto contempla 19 expediciones en dos años, todas ellas a lugares a los que el nuevo escenario de post conflicto permite llegar por primera vez en mucho tiempo. «Estamos nuevamente en el escenario mundial y queremos demostrar que, siendo un país con una increíble biodiversidad, si tenemos 50 años de atraso con respecto a otros países no es por la falta de profesionales o de ganas, sino por otra serie de variables que no podíamos controlar», dice Barriga. En Colombia se ha comparado el proyecto con la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada -para el común de los colombianos simplemente la Expedición Botánica-, la descomunal empresa que llevó a cabo el sacerdote y botánico de Cádiz José Celestino Mutis durante el reinado de Carlos III, y que dio una idea de la enorme riqueza que albergaba el Nuevo Mundo: la expedición se prolongó tres décadas y permitió clasificar cerca de 20.000 especies vegetales y 7.000 animales.
Observatorio astrónomo del Vichada
UN PAÍS INEXPLORADO
Colombia Bio parte con la misma ambición que tenía en aquel entonces el botánico de Cádiz: descubrir. «Lo cierto es que Colombia no sabe con qué recursos cuenta, y uno de los objetivos del proyecto es encontrar especies promisorias que puedan ser de utilidad para el desarrollo del país. El propósito de nuestras expediciones es reconocer esas especies, reseñar la biodiversidad», dice el investigador colombiano. Colombia es un país inexplorado: se estima, por ejemplo, que alberga unas 300.000 especies de invertebrados, pero no han sido descritas más de 60.000.
Colombia Bio es comparado con la descomunal Expedición Botánica de José Celestino Mutis en el siglo XVIII
Desde agosto pasado, Barriga ha participado en tres expediciones del Humboldt como coordinador de logística: a El Peñón (departamento de Santander, al nororiente de Bogotá), al Vichada, en el oriente del país, y a Carmen de Viboral (departamento de Antioquia, al noroccidente de la capital). El Peñón revestía una importancia especial: el objetivo era explorar una serie de cuevas que o bien nunca habían sido exploradas o lo habían sido superficialmente, así como los ecosistemas que las rodean, básicamente bosque andino.
«Y hallamos muchas cosas y muy interesantes -dice Barriga-. Encontramos varias especies nuevas para la ciencia, un pez, por ejemplo, que nunca se había visto antes. Pero también hallamos aves cuya presencia en esa zona no se había registrado con anterioridad, además de especies que solo se encuentran en Colombia y que están en vías de extinción». En total, «11 posibles nuevas especies», según reza el borrador del informe, entre ellas una rana, un lagarto, una serpiente, un escarabajo coprófago y cuatro plantas.
LOGÍSTICA DIFÍCIL
Que las FARC hayan consumado la retirada y hayan dejado atrás los territorios que antes ocupaban no implica necesariamente que las condiciones estén dadas para que los científicos puedan entrar a investigar; muchas veces no existe ni la infraestructura necesaria para acoger a los equipos. «Por ejemplo, la expedición a Antioquia. Allí seleccionamos un área que está dentro de una reserva forestal y que contempla dos cañones, el cañón del río Melcocho y el cañón del río Santo Domingo. Nuestra intención inicial era explorar el cañón del Santo Domingo, porque es un sitio que estuvo minado hasta hace apenas dos años, un sitio que arrastra 15 años de conservación, pero el problema es que no había infraestructura para alojar a los 40 investigadores que nos desplazábamos a la región. Estamos hablando de un sitio que no ha sido habitado durante todo ese tiempo y que ha sido naturalmente copado por la naturaleza, un sitio increíble, al que era posible entrar desde el punto de vista del orden público, pero imposible por logística. Hay seguridad, pero aún no hay gente viviendo allí».
Los científicos son conscientes de que aún quedan muchos actores violentos en el país
El entusiasmo que se vive en el seno de los centros científicos como el Humboldt no ciega a nadie sobre el significado práctico de la desmovilización de las FARC. Sí, se retira de la escena el mayor actor de la violencia, el que más combatientes tenía sobre el terreno y el que más capacidad ha demostrado de hacer daño; un poderoso ejército irregular. Sí: empieza una nueva etapa en el violento conflicto que asola al país. Pero sigue habiendo conflicto. «No, el conflicto no se se ha acabado -dice Barriga-. El acuerdo que hay es entre uno de los actores y el Estado, pero aún quedan muchos entes violentos en Colombia, y aunque estamos muy contentos porque la puerta hacia una Colombia en paz ha empezado a abrirse, aún hay mucha violencia. Estamos haciendo cosas que hace muchos años no podíamos hacer, pero aún hay mucho margen para mejorar».
*Tomado de El Periódico.es