Por razones económicas y también, por la vida misma, el confinamiento amenaza la salud mental de muchos. Ante el avasallamiento del covid-19, ocurre que la depresión y la fatiga, el miedo y la angustia que muchos sufren, no están en la agenda de las preocupaciones públicas.
La pandemia y la obligada cuarentena, que ya lleva más de 60 días, el frenazo en seco a actividades clave de la economía, que han golpeado el empleo y el ingreso de millones de personas, sacado de sus clases a cerca de trece millones de estudiantes, están amenazando la ya precaria salud mental de los colombianos.
Con el virus y las curvas del contagio y las muertes en pleno ascenso, lo que se supone que es la información prioritaria que recibimos a diario y los distintos tipos de asistencia, algunos prometidos y entregados, otros no, poco o nada tienen que ver con las diferentes variedades de angustia, miedo, pánico, hostilidad, ansiedad, que se viven en millones de hogares. De lo mental, por cultura, se suele hablar poco. La estigmatización es una carácterística más de atraso en nuestra sociedad.
Las cifras, las que buscamos varias veces al día en el noticiero o en Worldometer, para ver si nuestra curva es menos empinada que la de otros países, si el número de fallecidos acá no es tan alto aún como en Brasil o Perú, si la cantidad de contagiados se duplica cada 15 o 13 días, son, exactamente, eso: números. No permiten ver, imposible, el rostro de las personas, la procesión que va por dentro.
El tema de la salud, obvio, se concentra en el coronavirus. Por un lado, el énfasis de las autoridades, razonable, en que las medidas que se toman tienen el propósito de evitar una crisis de congestionamiento de las UCI, lo que llaman la búsqueda del aplanamiemiento de la curva. Por otro, toda suerte de disposiciones relacionadas con el distanciamiento social. Hay información abundante acerca de qué hacer cuando se perciben determinados síntomas y, desde luego, escuchamos todo tipo de especulaciones sobre la vacuna, que los chinos la encontraron ya, que en Cambridge se está experimentando con éxito...
Inevitables, sabemos de los chiflados (¿criminales responsables de muertes innecesarias?) de Trump y Bolsonaro, haciéndole campaña a drogas desaconsejadas por los cuerpos médicos y recomendando asistir, masivamente, a los cultos religiosos.
Sin embargo, los hechos del covid-19 y los énfasis de los dirigentes no dejan espacio a la salud mental.
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Alta vulnerabilidad en la vida de los hogares: episodios asociados a la crisis económica y también los relacionados con el confinamiento mismo y la historia de las personas
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No hay que ser muy perspicaz para hallar diversos escenarios de alta vulnerabilidad en la vida de los hogares. Los hay directamente asociados a la crisis económica y también los relacionados con el confinamiento mismo y la historia de las personas.
Entre los encuarentenados se encuentran quienes perdieron su empleo comenzando el necesario encierro, o vieron reducir su salario. Cabezas de hogar, con hijos, o personas que viven solas. Endeudados. Habrá empresas que han podido financiar, durante algún tiempo, parte de la nómina. No obstante, muchas, por encontrarse en el ojo del torbellino de las actividades frenadas, despidieron la gente. Millones a la calle, en este caso, al confinamiento sin futuro a la vista.
Habrá quienes dispongan de algún ahorro. ¿Y la angustia de los demás?
Están los pequeños empresarios, amarrados a costos fijos asociados a arriendos, créditos bancarios, pago de equipos, viendo reducir el valor de su patrimonio a paso acelerado en la medida en que sus ingresos se anularon. ¿Quién los atiende en su estrés?
Al menos cinco millones de estudiantes de la educación básica y secundaria están en hogares en los que es imposible acceder a clases virtuales, bien porque no hay internet o no hay computador. ¿Qué hacen durante el día en viviendas que, con certeza, son estrechas? ¿Qué tal la mezcla entre padre o madre desempleado y adolescentes sin acceso a la educación?
Más allá de la crisis económica, aún cuando exista el ingreso económico y haya conectividad a internet en dterminados segmentos de hogares, la salud mental de muchos está en peligro. En el confinamiento, la depresión y el agotamiento son frecuentes.
¿Qué pasa con las personas, de todas las edades, que han sufrido de episodios depresivos, de ataques de pánico, que necesitan ayuda?
¿Qué está ocurriendo con los niños en edad preescolar y los de otras edades si sus padres, deben teletrabajar y carecen del suficiente tiempo para dedicárselo?
Y, claro, “los abuelitos”, tratados no solo como población vulnerable, sino como minusválidos mentales e inútiles. ¿Cómo se encuentra su salud mental? ¿Le interesa a alguien?
La violencia intrafamiliar, por lo que se lee en noticias sueltas, va en auge. Es muy probable que haya un subregistro de las denuncias. ¿Quién se atreve a que el ICBF meta la mano si el cónyuge violento no sale de casa?
De la misma manera como se han presentado extraordinarios esfuerzos provenientes de la sociedad civil para conseguir mercados, ropa, ventiladores, dotación de unidades médicas, que han beneficiado a muchos, es importante que los haya también para apoyar la salud mental de los colombianos en las circunstancias actuales. Nunca ha sido más necesario el apoyo de la comunidad.
Sobra decirlo, las autoridades tienen la palabra en primer lugar.