Con 130 años desde el establecimiento del salario mínimo en el Estado australiano de Victoria, y un poco más de 70 años en Colombia, el salario mínimo se ha convertido en un referente en el marco de las políticas económica y social del país, que separa los ámbitos del trabajo formal e informal al interior del denominado mercado del trabajo, bajo una lógica económica en donde tradicionalmente se han privilegiado el capital físico o monetario, los medios de producción, la especulación y la acumulación.
La intención detrás de la figura del salario mínimo, de garantizar una remuneración que les permita a los trabajadores formales mantener a su familia mediante una canasta básica de productos, incluyendo vestuario, útiles escolares, servicios de transporte y otros, se aparta bastante tanto de la idea de bienestar como del equilibrio en la remuneración que se debe dar a quienes participan en la producción y la creación de valor.
En términos generales, la posición dominante en la mayor parte de los contextos la ejerce el capital físico; sin embargo, su función básica de proveer recursos económicos y motivar la iniciativa para la producción tiene el mismo valor o incluso puede ser inferior, comparado con el aporte del factor trabajo, así como la participación de los nuevos factores de producción tales como la investigación, la educación y formación, las nuevas tecnologías y las redes; esto en la actual sociedad de la cuarta revolución tecnológica, liderada por la información y el conocimiento.
En la lógica económica tradicional, la participación del capital físico se retribuye mediante la fijación previa de una renta, exigible como resultado de la gestión acorde con los precios del mercado, mientras que el factor trabajo hace parte del proceso, así de los costos, y se retribuye de acuerdo con los perfiles de los cargos; la tendencia a recuperar el valor del trabajo de las personas, viene dada por su consideración como capital humano y agente económico.
Se trata entonces de retribuir racional y adecuadamente la participación de todos los factores que intervienen en la producción; en consecuencia, las características asignadas al capital físico también se deben tener en cuenta como elementos de análisis de la retribución del capital humano, a saber:
- Constitución: a partir de las aptitudes humanas innatas, se acrecienta por medio de la educación y la experiencia.
- Representación: en la forma de conocimiento y habilidades necesarias para ejercer un oficio, ocupación o profesión.
- Permanencia o volatilidad: provee la continuidad o no de la actividad productiva, aun en ambientes altamente automatizados.
- Garantías: relacionadas con la posibilidad de satisfacer las variadas aspiraciones de las personas, entre ellas ejercer la profesión, adquirir mayores responsabilidades, aprender, disponer de tiempo libre y en general de bienestar.
- Origen o procedencia: local, regional, nacional o internacional.
- Financiación: provisión de las necesidades básicas y como acceso a la educación y formación, además del voluntariado y las prácticas profesionales, entre otros.
- Acumulación: dada por el incremento de las capacidades personales; colectivamente, la acumulación de capital humano estaría representada por la apropiación social del conocimiento en sus diversas aproximaciones.
La posición dominante del capital físico o monetario distorsiona el equilibrio económico en cuanto a las relaciones de los factores de la producción, generando efectos perversos en la capacidad de compra y la distribución de bienes a la sociedad; con el mantenimiento de estas condiciones, el salario mínimo se percibe como un instrumento de control social, con el agravante de debilitar el desarrollo de una economía basada en el conocimiento.
Sin embargo, las diversas formas de compensación en el intercambio de bienes y servicios (transacciones), la preocupación por el medio ambiente y los recursos naturales, junto con la disponibilidad de nuevas tecnologías, han hecho surgir lógicas económicas alternativas en las cuales no necesariamente prevalece la ganancia y la acumulación; esto puede contribuir a generar mayor equilibrio en las relaciones de producción y consumo, a través de la economía colaborativa y de servicios compartidos, la economía azul o la economía civil, pero no elimina la distorsiones derivadas de las posiciones dominantes irracionales de los factores de la producción.