Entremos a comparar los salarios mínimos de la región y su inflación, medida en base al IPC.
¿En qué lugar está nuestro país?
Ecuador: 425 dólares. IPC: 1.8 %
Uruguay: 406 dólares. IPC: 7.9 %
Chile: 396 dólares. IPC: 6.7 %
Paraguay: 335 dólares. IPC: 7.4 %
Bolivia: 314 dólares. IPC: 1 %
Argentina: 310 dólares. IPC: 51 %
México: 256 dólares. IPC: 7.4 %
Colombia: 244 dólares. IPC: 5.3 %
Perú: 233 dólares. IPC : 1.6 %
Brasil: 217 dólares. IPC: 11 %
Ecuador ha demostrado que no necesariamente un salario mínimo alto, dispara la inflación. Desde el gobierno Correa, manejan el salario mínimo más alto de la región, y una inflación bien baja. Excelente Ecuador. ¿Será por la dolarización de su moneda?.
Uruguay, desde el gobierno de Mujica, también ha manejado salarios mínimos altos, con pocos niveles de inflación.
Bolivia, desde el gobierno Morales, también lo viene haciendo bien. Con salarios mínimos altos y la inflación más baja de latinoamerica -quien lo creyera-.
Chile, por su parte, un salario mínimo modesto y una inflación alta, muy malo para el ciudadano de a pie. Un desastre Piñera, esperemos como le va a Boric.
Paraguay, en el mismo caso de Chile, salarios modestos, inflaciónes altas.
El Brasil de Bolsonaro, un desastre. El segundo peor salario mínimo de la región, después de Venezuela, y con una inflación disparada. Ya podemos imaginarnos que Lula da Silva será el próximo presidente de Brasil.
Colombia, por su parte, con nuestro gobierno "empresarial", entre los salarios mínimos más bajos de la región y una inflación, no tan baja. Ponderando el salario mínimo y la inflación, Colombia ocupa el deshonroso tercer puesto en la región (después de Brasil y Venezuela), con salarios mínimos de supervivencia.
Estás elecciones van a estar caldeadas. Lo cierto es que Colombia ya despertó, la pandemia desnudó lo mal económicamente que se encuentran las clases bajas y medias en nuestro país. Cada día retrocediendo porcentualmente: de clase media a pobres; y de pobres a extrema pobreza. Y con una moneda cada día más devaluada.
De suprema urgencia un cambio. Lo difícil es que quienes manejan las esferas del poder político y económico estén dispuestos a permitirlo. Algo bien difícil, por no decir imposible, pero se debe intentar.
