Las imágenes de la instalación del Congreso hace una semana no dejan duda sobre los alcances del gobierno de Duque en materia de cinismo. Una puesta en escena y encuadre meticulosos. Sus áulicos interrumpen y aplauden a rabiar un discurso que intenta camuflar su tremenda incapacidad y desprestigio con poses y tono de estadista.
Fue una escena bastante extraña en el marco de lo vivido durante los meses pasados. Con presencia destacada de altos mandos civiles y militares y transmisión por todos los canales, un par de presentadores oficiales se esforzó para cumplir con el cometido de adular al régimen. No se permitió ingreso a la prensa.
Tras la invocación a la Virgen de Chiquinquirá, el discurso presidencial se convirtió en una sarta de falacias y disparates o, en el mejor de los casos, vaguedades. Mencionó a las más de cien mil víctimas de la pandemia, pero el homenaje fue para Holmes Trujillo y el senador Maya. Los demás poco cuentan, ni los cientos de líderes/as sociales asesinados, ni mucho menos las víctimas del estallido social.
Contra toda evidencia, insistió en que el manejo de la crisis sanitaria había sido ejemplar. No habló de las enormes deudas con el sector salud, hospitales y personal. Tampoco del reducido apoyo a la población más golpeada ni del incremento desmesurado de ganancias de los banqueros. Nada de los informes del Dane sobre desempleo, pobreza y su impacto especial sobre mujeres y jóvenes.
Se refirió luego a lo que denominó su política exterior y diplomacia proactiva. Nada se dijo sobre la campaña de funcionarios de su gobierno por Trump, ni del asesinato del presidente de Haití por militares en retiro colombianos. Tampoco de su complicidad en los intentos fallidos de derrumbar el gobierno de Venezuela ni de su apoyo para que Fujimori fuera reconocida en las elecciones peruanas. Mucho menos se mencionó el juego sucio contra Cuba.
Su discurso se volvió delirante cuando habló de la exitosa reconstrucción de San Andrés y cuando afirmó que Colombia será líder de la cuarta revolución industrial en Suramérica. O cuando destacó los logros de su “paz con legalidad”, como “saldar deudas históricas con las comunidades étnicas”. Sin siquiera inmutarse, se refirió al salto de desarrollo humano más grande de los últimos tiempos y a su legado a las generaciones venideras.
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El discurso llegó al paroxismo cuando Duque anunció sus instrucciones para garantizar la protesta pacífica y defender con contundencia a la población de vándalos y terroristas
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Pero el discurso llegó al paroxismo cuando anunció sus instrucciones para garantizar la protesta pacífica y defender con contundencia a la población de los vándalos y terroristas. El mismo discurso de Martha Lucía ante el Consejo de Seguridad de la ONU hace unos días. Duque destacó los grandes logros institucionales de la policía, sujeta a los más altos estándares internacionales. Una vez terminó de hablar, salió del recinto sin escuchar a la oposición, como le corresponde por ley.
Pronto el sainete se convirtió en farsa con la elección de los altos dignatarios del Congreso. Creíamos que el máximo nivel de desfachatez se había alcanzado hace un año tras la designación de Arturo Char, con procesos judiciales en curso. Pero no, todo es susceptible de empeorar y en esta ocasión hubo moñona. Fueron elegidas otras dos víctimas de las consabidas “tragedias familiares” que invoca la vicepresidenta-canciller en su propio caso.
El nuevo presidente del Senado ha estado asociado a fraudes y procesos por robo de tierras, en complicidad con narcotraficantes en Antioquia. Su padre, alias la Ballena, fue condenado por el mismo delito.
Por su parte, la presidenta de la Cámara, de la entraña uribista, tiene un hermano condenado por narcotráfico en EE. UU. y su padre estuvo en la cárcel por asesinato. Pero ella misma tiene sus propios méritos. Es reconocida lobista de empresas de aviación del Llano y aparece en fotos con dos pilotos implicados en tráfico de cocaína a Guatemala y Providencia. Ambos se fotografiaron también con Uribe y Duque.
En otra foto polémica aparece armada, ajustándose a la ética y estética del señor del Ubérrimo. Es el símbolo de su proyecto criminal. Por ello, publicar las fotos no es misoginia, como se ha señalado, sino más bien una denuncia valiente. Lo primero es lo primero.
Pero a pesar de los golpes recibidos, la extrema derecha sigue envalentonada. La paranoia llegó a su máximo grado cuando el gobierno insistió en que la jornada de protesta anunciada para ese día sería una expresión más de terrorismo y vandalismo. Las FFMM intensificaron allanamientos y detenciones y confiscaron cascos y gafas como si fueran las armas letales. Pero eso sí, nada contra los civiles armados.
El 20 de julio se evidenció un país por completo polarizado, entre una minoría gobernante, con todo el poder del Estado a su servicio, y las enormes mayorías de la población.
Mientras se instalaba el Congreso, se revivía la movilización social y el descontento que no cesa en todo el territorio nacional. Hubo gases lacrimógenos en los conjuntos residenciales y se activó de nuevo la represión desmedida, esta vez con uniforme azul.
Sin embargo, la bandera invertida seguirá como símbolo de la resistencia y de la sangre derramada.