Detrás de las emociones que nos asaltan por la salida de la Minga Indígena de Cali, pueden leerse también la sabiduría y la prudencia. Un ejemplo más da la comunidad indígena del Cauca a los más altos representantes del gobierno nacional al no ceder a la tentación del ego y de la defensa a ultranza del honor, que bien los hubiera podido llevar a una innecesaria confrontación.
En un ejercicio de profundo respeto al pueblo de Cali entendieron las altísimas sensibilidades y el ardiente polvorín que subyace en el volcán social que ha estallado en el país. Permanecer hubiera dado al gobierno nacional la excusa perfecta para eludir su evidente responsabilidad y culparla de lo que no es y de lo que no hace. Sin duda luego de consultar sus autoridades propias, políticas y espirituales, comprendieron que era momento de partir honrosamente pues lo que había que hacer y enseñar, fue hecho y enseñado. 500 años de lucha cotidiana por su propia defensa le permiten mostrar que la terquedad no es de sabios y que es menester reservar su integridad y su fuerza para lo que viene, pues la lucha por su pervivencia continuará también después del paro y de las protestas de hoy.
Una lección más que se suma a las ya dadas al país desde su propio territorio. ¿Cuántos de nosotros y nosotras podríamos enfrentar tan decididamente a quienes han usurpado su territorio para la siembra de cultivos de uso ilícito, a sabiendas de que tal osadía se pagara con la propia vida? ¿Cuántos otros, otras una y otra vez, y sin derecho al cansancio o a la renuncia, defenderían su derecho a la reparación por las masacres y el asesinato de sus líderes, con la entrega de sus territorios colectivos? ¿Cuántos administrarían su propia justicia y enjuiciarían tan eficazmente a quienes usaron las armas contra su propio pueblo?
Y desde la capital del país, en octubre pasado nos mostraron la posibilidad de la protesta pacífica, alegre, optimista y ordenada para demandar un diálogo que no fue atendido, mientras controlaron también los robos en las calles. En Cali, con la entrega de productos agrícolas cultivados por las manos de aquellos que muchos califican como “perezosos” e “improductivos”, enseñaron el valor de la solidaridad con los pobladores de sectores populares durante el inicio de la pandemia. Ahora, brindaron protección inmediata a manifestantes atacados a tiros e incluso detuvieron un par de hombres responsables de estos ataques, mientras la Policía tardo una hora en llegar al sitio de los hechos. Es esta la única respuesta inmediata conocida frente a ataques similares cometidos por personas vestidas de civil en Cali, Bogotá, Pereira, Ibagué y otras ciudades del país, que ya cobraron la vida de casi una decena de jóvenes y docenas de heridos. ¿Cuántos muertos más hubieran llorado los pobladores de Cali sin esta respuesta de la minga indígena?
Para ellos y ellas, una vez más la gratitud de quienes vivimos nuestra identidad nacional con profunda convicción de que somos pluriétnicos y multiculturales, de que al fondo de nuestras pieles siguen residiendo indígenas, afros, campesinos e incluso españoles. Por esta hermosa mezcla que me define como colombiana, cuando navego los ríos del Pacífico y del Meta, sus aguas toman mi cuerpo y en un hermoso viaje a través de mí misma me hacen ver y sentir las raíces de un árbol viejo que desde su fondo me conectan con la tierra, el agua, el aire, el sol y la vida.
Gracias a su perseverancia somos todavía un territorio cuya diversidad se expresa en sus paisajes, en el abanico multicultural de los rostros de hombres y mujeres, en las sonoras risas de niños y niñas, en sus colores y en las múltiples expresiones musicales con la que le hablamos hoy al mundo, a pesar de las múltiples agresiones que también hacemos contra la tierra, la naturaleza y contra nosotros mismos.
Acompaño las luchas que casi una centena de comunidades indígenas e incontables pueblos afros y campesinos libran diariamente, y a sus maneras, para preservar su existencia, porque quiero seguir siendo orgullosamente colombiana. Su existencia es mi identidad. El día que ustedes, indígenas, afros y campesinos no estén más, yo apenas seré una sombra empobrecida de mí misma; una sombra sin pasado, sin historia, sin nacionalidad y sin futuro.