En marzo de 2006, Ilia Calderón debutó en el noticiero de Univisión. En unos cuantos años había pasado de promesa del periodismo a una realidad. Su jefe era Daniel Coronell. Él le tenía una sorpresa a esta mujer que había salido de Istmina, lo más profundo del Chocó. Desde Colombia le trajo a su mamá, Betty Chamat. Ella no lo esperaba. Llevaba cinco años radicada en Miami, el tiempo que tenía de no ver a su mayor inspiración, una maestra de escuela que se había forjado en el fuego que tienen las espadas. Tomó el micrófono y, desenvuelta, Betty empezó a hablar de su hija. Esa noche, a Chamat se le salieron las lágrimas. Era como si todos los recuerdos se le hubieran venido de golpe. Durante cuarenta años fue profesora en la escuela Normal Superior de Nuestra Señora de las Mercedes de ese pueblo minero.
Nunca, ni en sus sueños más atrabancados, se pudo imaginar que una hija suya sería una de las periodistas más respetadas de los Estados Unidos. Con lo poco que ganaba pudo enviar a su hija mayor a un colegio de monjas en Medellín, las otras dos hijas se tuvieron que conformar con quedarse en el pueblo y terminar el bachillerato así.
Ilia Calderón en su juventud en Chocó
Nada fue fácil para Betty Chamat. Lo único con que contaba Betty Chamat para criar a sus tres hijas en Istmina, Chocó, era el mostrador de una papelería donde vendía cartulina, cuadernos y colbón para que los niños del pueblo hicieran sus tareas. Había comprado la papelería con lo que le sobraba de su pobre sueldo de maestra. Todo lo hacía para que las niñas tuvieran una infancia tranquila. Así fue. En la mañana, iban a la escuela, en la tarde jugaban a la lleva, al fútbol y a las canicas y en la noche, como nunca había energía eléctrica, armaban una fogata y ahí, entre el crepitar de los leños, su abuelo Carlos les hablaba de La pata sola y de la Tres tetas. Ilia se asustaba.
El abuelo Carlos suplió la figura del padre ausente. Atendía la papelería y les respondía las inquietudes a sus nietas o a cuanto niño o adulto se acercara al mostrador. La curiosidad de Ilia sobresalía y le daba hasta para precipitarse a abrir El Colombiano, el único periódico que llegaba a Istmina. Le gustaba enterarse de todo. Así mismo, se sorprendió cuando llegó el televisor en blanco y negro. Desde entonces y hasta que salió del pueblo, Ilia se quedó con el Noticiero de las Siete y la imagen de Juan Guillermo Ríos y Judith Sarmiento. Todavía recuerda, a sus 12 años, la noticia del asesinato del ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla.
A Betty le tocaba muy difícil, sobre todo cuando, en las tardes en las que peinaba a sus hijas, los grupos armados irrumpían en Istmina. Betty Chamat era la profesora más querida del pueblo. Con lo que ganaba, alcanzó a ahorrar para mandar a la hija mayor a estudiar en Medellín. Ilia ya le había dicho que no quería quedarse estancada en el pueblo. Tenía 13 años cuando le alistó una maleta y la subió a una flota. Su tía Constanza la recibió en la capital paisa.
Betty Chamat en el set de Univisión sorprendiendo a su hija
El destino de Ilia era la Presentación, el colegio de monjas donde hizo el bachillerato sabiendo del sacrificio hecho por su mamá y sus hermanas, quienes sin chistar, sacrificaron su destino y permanecieron en el pueblo convencidas de que Ilia llegaría lejos. Las notas durante los cinco años del colegio, así lo demostraron y con un buen Icfes, se matriculó en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia.
Sus planes cambiaron cuando una de las primas que estudiaba Comunicación Social y con quien compartía la vivienda Medellín, llegó con la noticia: en Teleantioquia buscaban “una niña negra” para reemplazar a la presentadora titular Magaly Caicedo, quien viajaba de vacaciones. La suerte le brilló a Ilia quien no solo fue escogida para ocupar su cargo, sino que Magaly Caicedo cambió la presentación por la actuación y terminó de actriz en la novela La Potra Zaina. Ilia tomó posesión del set y se quedó en Medellín hasta 1997 cuando el veterano periodista Yamid Amat, un buscador de talentos que ha hecho de CM& un semillero de presentadores, le puso el ojo y le propuso trabajar en Bogotá. Ahora tenía cómo enviarles parte de su sueldo a sus hermanas. Ella no olvidaba sus deudas.
Su paso por Bogotá fue exitoso hasta el punto de que en septiembre de 2011, unos cuantos días después de los atentados del 11 de septiembre, Ilia Calderón empacó nuevamente maletas, esta vez con rumbo a Miami. Una propuesta le había llegado y era imposible rechazarla: periodista en Telemundo.
Quince años estuvo allí de la mano de su compatriota Isaac Lee. Creció profesionalmente, aprendió inglés para defenderse y realizar trabajos periodísticos en otros lugares de Estados Unidos. En octubre de 2017, su arrojo la llevó hasta el refugio donde permanecía Chris Barker, el líder del Ku Klux Klan en Estados Unidos. La asignación tuvo especial relevancia por los incidentes violentos en Charlottesville, Virginia, cuando el presidente Donald Trump condenó la decisión del Alcalde de ese lugar de retirar la estatua de Robert E. Lee, general que comandó el ejército Confederado. Fue el escándalo más sonado ese año.
Todo eso llegó a hacer la hija de una profesora como Betty Chamat, quien tuvo entre sus alumnas a Aurora Vergara, actual ministra de Educación. En 1991, tenía cuatro años y aunque había nacido en Cali se fue hasta Istmina con su familia después de que le asesinaron a su padre, Aristóbulo Vergara, un empleado y sindicalista de Emcali.
En Istmina, Aurora Vergara conoció a Betty Chamat y como lo ha dicho una y otra vez, entre las profesoras que la inspiraron estaba la mamá de Ilia Calderón. Se graduó con honores en la Escuela Normal Superior Nuestra Señora de las Mercedes. Incluso, en algún momento quiso entrar a un convento y escribir la Historia del Chocó, pero el destino ya le había marcado su derrotero.
Estar en Univisión para ver a su hija presentar noticias fue el premio de su vida para esta maestra esforzada que inspiró a varias generaciones de estudiantes. En 2023, la revista Forbes reconoció a la influyente periodista como una de las 100 mujeres más poderosas del país. Betty Chamat enmarcó la revista y la puso en el muro cada vez más poblado con los logros de la mayor de sus hijas y orgullo de Istmina.
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