Es muy normal que cuando aterrizamos en la realidad después de las vacaciones del fin de año, cerremos a nuestras espaldas la puerta de la casa con un suspiro. Claro, cómo no hacerlo, si es que este receso decembrino hizo estragos en muchos de nosotros; cuerpos cansados, incontables ronchas de picaduras, piel quemada y, sobre todo, un vacío de ultratumba en nuestras billeteras.
Porque es que irónicamente para nosotros los colombianos, recorrer los cielos de nuestro país en busca de los centenares de destinos que ofrece nuestra propia nación se ha vuelto un asesinato a sangre fría a nuestra economía. Recuerdo muy bien todo el revuelo que se armó en redes la semana pasada por cuenta de las declaraciones del senador Carlos Mejía, sobre el desfile de Carrozas en Pasto (no hace falta ni repetir lo que dijo, recuerden que es de Centro Democrático). Pues bien, lamentablemente muchos no pudimos ir a aplaudir a los artesanos nariñenses por sus ingeniosos diseños, porque resulta que un tiquete a Pasto en esa temporada ronda el millón setecientos mil pesos, un poco más de dos SMLMV a 2019, y no es que sea mucho más barato en temporada “baja”, pues el mismo tiquete ronda el millón doscientos mil pesos en cualquier época del año.
Viajar a Medellín o a Cali desde Bogotá nunca baja de los cuatrocientos mil pesos, en Cartagena o la costa atlántica no se puede ni pensar si no se tienen al menos quinientas barras en el bolsillo, e ir a Nuquí o a Leticia hace que nos bajemos facilito de setecientas lucas, todo para vuelos de no más de una hora de duración. Cuando uno revisa una página de internet y se da cuenta que es más barato ir a Vancouver que a Pasto (Un trayecto 14 veces más largo) es inevitable que a las ronchas, las quemaduras y a la gripa del cambio de clima, se le sume un sentimiento de rabia e indignación. Los colombianos sufrimos una oferta aérea tan limitada, que solo tenemos dos opciones a la hora de viajar: nos subyugamos a los precios de Avianca o nos aventuramos por Viva Colombia, arriesgándonos con esta última a sufrir cancelaciones de vuelos sin previo aviso, asientos sobrevendidos, aviones poco equipados y retrasos de incluso días; pensándolo bien, ahora con Avianca nos arriesgamos exactamente a lo mismo.
Y es que como en Colombia tenemos regulado el número de operadores aéreos, las simples leyes de la oferta y la demanda hacen que, de la alegría de las vacaciones, pasemos al letargo depresivo de los vaciados cuando volvemos a la realidad. Tengan muy claro que hasta que en el país no se abran los cielos a más operadores, los únicos que estarán abriendo regalos en enero van a seguir siendo los de Avianca