Este es el Día de la Afrocolombianidad, desde el año 2002, como lo decretó la Ley 725 de 2001, en el cual se conmemora la firma de la Ley 2° de 1851, por medio de la cual se dio fin a la esclavitud de los negros en Colombia. Se supone que desde el Ministerio de Interior y los gobiernos locales se deben organizar eventos conmemorativos para la comunidad, pero por lo menos en Bogotá me fue imposible encontrar alguno. Y si así fue para mí, que intento mantenerme informado de las cuestiones de la comunidad negra, entiendo por qué para cualquier ciudadano de a pie este día es uno más.
Es por este motivo que cobra importancia convertir el 21 de mayo en algo más que una conmemoración, sino en una fiesta nacional que nos involucre a todos, que todos los colombianos entiendan por qué el pueblo negro ha sido importante en la construcción de esta nación.
Pero es que la importancia de la gente negra en la construcción de este país no es solo de manera literal, como mano de obra “gratuita”, sosteniendo la economía de este territorio durante la colonia y los inicios de la república. La gesta libertadora de Simón Bolívar sucedió gracias al apoyo del pueblo libre de Haití y a su presidente Alexandre Petión quien dio a Bolívar asilo, armas y soldados. Estos, junto a los negros granadinos a quienes se les prometió la libertad por unirse al ejército de Bolívar, lograron con su lucha y su sacrificio, librar estas tierras y su gente del yugo español. El presidente Petión solo pidió una cosa a Bolívar a cambio de su apoyo: abolir la esclavitud de los negros en los pueblos donde el comandara.
Sin embargo, después de la independencia en 1819, la abolición de la esclavitud se convertiría en un tema polémico, puesto que muchos de los involucrados en el gobierno neogranadino eran férreos defensores y beneficiarios del sistema esclavista. Así pues, la promesa dada al pueblo de Haití y a los negros que dieron su vida en la gesta independentista, quedó en el olvido.
No fue hasta el fin de la guerra, en el Congreso de Cúcuta de 1821 que se aprobó la Ley de Vientres, un aparente ataque a la esclavitud que realmente buscaba afectar lo menos posible a los esclavistas. Desde ese momento, todos los negros nacidos en la nueva granada serían libres al cumplir 18 años. Pero al llegar el año de 1839, una nueva guerra obstaculizó el proceso, por lo que muchos tuvieron que ir a la guerra mientras que se aprobó una ley de “aprendizaje” donde los jóvenes que tenían 18 años debían ser asignados a un amo blanco para que les enseñara un oficio, durante otros 7 años.
Finalmente, en 1851, ante la presión del movimiento abolicionista, y las continuas revueltas de los pueblos cimarrones, el presidente José Hilario López, firma la Ley 2° de 1851, por la cual decreta la manumisión de los esclavos en Colombia.
Y he aquí una de las grandes diferencias del pueblo negro de Colombia frente a otros alrededor del mundo. Esta no fue una emancipación, donde se prohibió de facto la esclavitud y las personas esclavizadas quedaron inmediatamente libres, producto de una lucha. La ley en Colombia estableció un proceso de manumisión, lo que significa que hubo un pago por esta libertad.
El estado colombiano pagó gigantescas sumas de dinero en forma de bonos del estado, a los esclavistas, y de alguna forma “compró” a todos los esclavizados para luego otorgarles una especie de libertad. Es de esta forma, que nos vendieron la historia, donde un benevolente estado nos regaló la libertad, cuando realmente fue una gran movida económica, donde las familias esclavistas que también hacían parte del gobierno, se apropiaron de recursos del estado, gracias a un gesto que, no solo no debió lucrarlos, sino multarlos, y este dinero debió ir como una reparación para los seres humanos víctimas de maltrato y explotación. Lo peor de todo es que estas familias, los Valencia, los Mosquera, los Arboleda, los Murillo, entre otros, siguen siendo parte de la élite económica y política de este país, gracias a los siglos de acumulación de capital y poder, a costa de la vida de millones de afrocolombianos.
Por eso es menester aclarar, ¡nuestra libertad no fue un regalo!
La libertad llegó gracias a la lucha incesante del pueblo negro y su espíritu inquebrantable. Gracias al Rey Benkos, al Palenque de San Basilio, al Rey Barule, al Palenque de Tadó, a los Cimarrones, a Casilda, al Almirante Padilla… y a todos los que la historia ha invisibilizado.
A pesar de todo, de la invisibilización de la lucha, del hecho que las cadenas de hierro de la esclavitud fueron cambiadas por las invisibles cadenas de la pobreza y la ignorancia, esta fecha conmemora ese primer paso, de una larga lucha que todavía continúa. El día que ante la ley dejamos de ser bienes, objetos comerciables o ganado, para finalmente unirnos a nuestros compatriotas y ser colombianos, Afrocolombianos.
Es por eso que esta fecha representa la verdadera independencia de todos los habitantes de esta república, y es tan importante como el 7 de agosto o el 20 de julio. Por eso, hago un llamado al Congreso de Colombia y a los partidos, para que hagan suya la misión de convertir el 21 de mayo en una fiesta nacional patria, de fecha fija e inamovible, necesaria para que todos los colombianos conozcamos, conmemoremos y participemos de la historia del pueblo negro, de su importancia y de su libertad sin la cual estábamos incompletos como República Democrática.
Finalmente, no resta más que recordar que el Estado colombiano tiene una deuda histórica con el pueblo negro, afrocolombiano, raizal y palenquero, y que, si una fecha tan dolorosa como “El día de la raza” es considerado un festivo en nuestro país, se hace natural y necesario, reconocer la importancia de la gente negra de Colombia y que mejor manera que hacer de su día, un día para todos.
Bibliografía
El adeudo abolicionista de Bolívar con Pétion visto desde el prisma historiográfico y epistolar
La manumisión de esclavos en Colombia, 1809- 1851, Aspectos sociales, económicos y políticos
Día Nacional de la Afrocolombianidad