Recientemente se registró la noticia del lamentable fallecimiento de Ruth Bader Ginsburg, la icónica juez de la Corte Suprema de Estados Unidos que ha sido un símbolo de libertad y progresismo. Ella fue una mujer sinigual, caracterizada por disentir de las posiciones muchas veces mayoritarias y conservadoras en aspectos tan álgidos como el aborto y el matrimonio entre parejas del mismo sexo, entre otros. Aunque no comparto algunas de estas posiciones, no por ello hay que silenciar su legado. Si algo se aprende en una sociedad tan pluralista como la colombiana es que la intolerancia no tiene nada de noble. Como decía ella “puedes estar en desacuerdo, sin ser desagradable”.
Además, este personaje significó la voz de mujeres, inmigrantes y personas con discapacidad, entre otras al interior de esta corporación judicial. Como sabemos es en las altas corporaciones judiciales donde se terminan dirimiendo los temas álgidos de la sociedad, y donde grupos y movimientos significativos buscan a través del activismo judicial acabar con la inacción parlamentaria u omisión legislativa. De hecho, en reiteradas ocasiones y gracias al voto de la juez Ginsburg se lograron avances en materia de derechos civiles.
Ahora bien, la importancia de Bader no solo radica en el legado que dejó en la Corte Suprema de Estados Unidos, sino también en el trabajo que realizó desde temprana edad en la lucha por los derechos civiles y la búsqueda de igualdad de derechos para las mujeres, por lo cual lucho arduamente y lo que le daría méritos a futuro para ser nominada para ocupar uno de los asientos de esa alta corporación. Estoy seguro de que su legendaria labor también le reservará un lugar en los anales de la historia al lado de grandes juristas como Edward Cooke, John Marshall y Alfred Denning. Hay que decirlo, se seguirá hablando de ella en la posteridad.
Con eso claro, para Colombia es importante en este momento reflexionar sobre la participación de las mujeres en las altas corporaciones judiciales, máxime cuando aún se discute sobre el reporte titulado Las capas del techo de cristal: equidad de género en la Corte Constitucional, que ha generado tanta inquina, porque es precisamente en la rama judicial donde menos se esperaría que se presenten conductas de acoso o discriminación por razón de género. Como es de público conocimiento, a lo largo de la historia de estas altas corporaciones el papel de la mujer ha sido exiguo: poca participación que todos censuran, pero que no hacen lo suficiente para remediarla. Como la juez Bader, esperamos que algún día cercano las altas instancias judiciales estén integradas en su mayoría por mujeres que han demostrado probidad y capacidad para estar allí.
En fin, “la disidente”, como también era conocida Ruth Bader Ginsburg, nos dejó grandes lecciones sobre el concepto de libertad e igualdad, sin haber entrado en disertaciones extensas o tecnolectos a los que acostumbran los togados en los altos tribunales. Igualmente, dejó una impronta en la “jurisprudencia universal”, donde nos enseñó que la libertad humana trae consigo la libertad de gustos, de inclinaciones, y de organizar nuestra vida según nuestro modo de ser y hacer lo que nos plazca, sujetos a las consecuencias de nuestras acciones, sin que nuestros semejantes frenen esas acciones en tanto no los perjudique. Lección que le deja a esta generación, que se ha preocupado por tratar de obligar a la humanidad a seguir sus propias pautas de perfección personal como a coaccionarla a seguir sus modelos de perfección social.
Finalizo por tanto citando a esta integérrima mujer de la que tenemos mucho que aprender y quien ha sido fuente de inspiración para muchos, quien no perdía oportunidad para recordarnos que el ser humano no vive no solo para sí mismo, sino para la comunidad. Agregando a esto la importancia y papel de la mujer en la transformación de la sociedad, en palabras de ella: “Si vas a ser un profesional, pero solo te dedicas a ello, bueno tienes una habilidad; así que te pareces a cualquier adocenado. Pero si quieres ser un verdadero profesional, harás algo fuera de ti mismo, algo para reparar las lágrimas en tu comunidad, algo para hacer la vida un poco mejor para las personas menos afortunadas, eso es lo que creo, que es una vida significativa”.