Desde noviembre del año pasado, un movimiento de protesta denominado los Chalecos Amarillos (les gilets jaunes), surgido de la Francia obrera y provinciana que se siente marginada del desarrollo económico y social, empobrecida, agobiada por los impuestos y los malos servicios públicos, estalló primero en las redes sociales y luego en las mismas calles de París. Sin participación de los partidos políticos ni los sindicatos, que son los protagonistas de la política francesa, el asunto creció a tal punto que obligó al Presidente Macron a convocar el 15 de enero de este año, por dos meses, un Gran Debate Nacional cuyo objetivo era nada más ni nada menos que obtener un nuevo pacto económico y social.
Aunque se abrió a todos los temas con algunas líneas rojas, el debate estuvo concentrado en cuatro grandes puntos: la fiscalidad y la acción pública, el funcionamiento del Estado y de las colectividades públicas, la transición ecológica y la democracia. Terminado el 16 de marzo sus resultados están en proceso de análisis, pero la idea resultó afortunada. Más de medio millón de franceses participaron en los 10.000 encuentros que tuvieron lugar en todo el país para discutir temas preestablecidos y se recibieron más de 1,4 millones de comentarios por internet.
Ya se verá que sale de allí y si se convierte en unas políticas públicas realizables. Por lo pronto el proceso rescató a Macron del abismo de la impopularidad en que estaba, producido por medidas que según la opinión generalizada gravan a los pobres y alivian a los ricos de cargas impositivas. Curioso como una queja lejana de los centros de poder por un aumento en el precio de los combustibles (los chalecos amarillos fluorescentes son de obligatorio uso para los conductores de vehículos por razones de seguridad), despertó una inconformidad ciudadana que casi da al traste con el gobierno por su incapacidad para leer esas señales amarillas a tiempo.
¿Cuál fue el cuestionario que Macron les planteó los franceses?
Un decálogo que busca recoger los motivos principales
de la insatisfacción popular
¿Cuál fue el cuestionario que Macron les planteó los franceses?: Un decálogo, para usar un número de remembranzas bíblicas, que busca recoger los motivos principales de la insatisfacción popular. ¿Qué impuestos hay que bajar, a su juicio, según la prioridad?, ¿Hay que suprimir ciertos servicios públicos demasiado caros para su utilidad? ¿Cree usted que hay nuevas necesidades de servicios públicos? ¿Cómo financiarlos? ¿Es necesario reforzar la descentralización y dar más poder de decisión a la acción más cercana a los ciudadanos? ¿A qué niveles y para qué servicios? ¿Cómo financiar la transición ecológica y a quién debe afectar prioritariamente? ¿Qué propuestas concretas haría usted para acelerar nuestra transición medioambiental? ¿Cómo podemos compartir estas decisiones a escala europea e internacional para que nuestros productores no se vean penalizados con respecto a sus competidores extranjeros? ¿Hay que reconocer el voto en blanco? ¿Hay que hacer obligatorio el voto? ¿Hay que incrementar el recurso para los referendos y quién debe ponerlo?
¿Qué pasaría si ante la emergencia de la protesta social en Colombia, encabezada por las ruanas y los ponchos de todos los colores, no por los partidos políticos o los sindicatos, el gobierno decidiera convocar un gran debate nacional? ¿Cuál sería esa agenda y en qué se parecería a la francesa?
Casi toda ella sería la misma y algunos puntos más. Los que habría que añadir: ¿Cree usted que deba convocarse una Asamblea Nacional Constituyente que recoja un nuevo pacto económico y social? ¿Cree que debe haber una reforma sustancial de la administración de justicia? ¿Cree que debe haber una reforma sustancial de las normas que regulan la actividad política para volverlas más representativas del querer de la ciudadanía? ¿Considera que debe haber un régimen semiparlamentario para que la composición del Congreso refleje la del Gobierno?
La que se le parece, ajustada al trópico: ¿Cree que deben fortalecerse los municipios y acabar con los Departamentos, para acentuar la descentralización? ¿Considera que hay equidad en el pago de los impuestos y deben ser los grandes capitales los que corran con el grueso de la cuenta del pago de los subsidios a los más pobres? ¿Cómo pueden volverse más eficientes los servicios públicos y cuáles son los más necesarios en su comunidad? ¿Quién debe pagar la cuenta de la protección del medio ambiente? ¿Cómo acercar al ciudadano corriente al Estado? ¿Cómo garantizar el desarrollo económico sin agravar la concentración del ingreso? ¿Cómo incorporar al sector productivo a las muchas comunidades marginadas del desarrollo económico social?
Habría allí un escenario para que las ruanas y ponchos de todos los colores no se manifiesten en las carreteras sino en sitios donde puedan ser escuchadas, junto a muchas voces inconformes y autorizadas, que por lo pronto guardan silencio ante el gran desbarajuste nacional.