El ejercicio político y el suministro de información es un diario plebiscito. Todos los días se renuevan, ya que se deben ajustar al cambio de los tiempos. Es el gran río de Heráclito corriendo y ajustándose a la evolución de la humanidad y particularmente de Colombia.
En un principio, Platón sugería el pacto de egoístas racionales como la sublimación de la justica; para Epicuro, por el contrario, esta se lograba a partir de un pacto social para no hacerse daño. Con posterioridad, Hobbes sentó las bases para la articulación de una teoría contractual, donde se partía de una cesión de derechos individuales hacía un soberano a cambio de protección. De otro lado, para Locke, cada individuo celebraba un contrato con un determinado gobierno, que podía estar sujeto a la posibilidad de abolición o modificación. Sin embargo, es Rousseau quien concebía, como mecanismo para vivir en una sociedad, el acuerdo entre humanos, a partir de un contrato social implícito, que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondrían en estado de naturaleza.
Hoy día, en medio de tanta incertidumbre por la calamidad pública de salud mundial que se vive, con cantidades de información y desinformación, pánico, terror y especulación; es claro que algo no está funcionando bien. Con frecuencia se le atribuye esta responsabilidad a la tecnología, que per se, no es mala; lo malo es el uso que se hace de ella. Esto evidencia, con un tono de desconsuelo y por qué no de estupor, que el contrato social, postulado y desarrolla por Rousseau, no tiene vigencia.
Ante dicha situación, el libertador Simón Bolívar decía: la gloria está en ser grande; y esa gloria solo se logra en la grandeza con que se resuelven las crisis, es decir, proponer algo de tal magnitud, que se aparte de la defensa exclusiva de las acciones de uno o unos pocos, que no convocan. Es tiempo ya de superar la guerra de montoneros, librada en otrora. Es imperativo enfrentarse al dominio de las fuerzas brutas: las redes sociales. Es tiempo de ser oportuno con la oportunidad; y esa oportunidad está en el adecuado y responsable uso de la información, con particularidad, el que se obtiene en las redes sociales.
Esto llevaría a un nuevo contrato social: el contrato social tecnológico; aquel donde no se claudique entregándole el control de la información a sujetos, que no tienen el más mínimo rigor académico, y que han generado una suerte de alfabetismo del siglo XXI, que está dado por la capacidad de hablar y manifestarse de toda clase de temas, sin responsabilidad alguna, aun sabiendo leer y escribir. Este contrato de acuerdos sobre lo fundamental, estará cimentado en un pacto social entre todos los humanos, que se autorregule en todas sus dimensiones y que tenga el uso racional de la tecnología por notario, como garante del proceso. Esto garantizará estar indemne y ser conscientes, como sociedad, que las cosas que son evidentes no necesitan ser probadas; necesitan ser ejecutadas.