La decisión de Rosneft, la petrolera rusa considerada una de las “empresas estratégicas” entre las controladas por el Kremlin de salir de Venezuela, sorprendió en el mundo del petróleo y la energía. Llega pocas semanas después de que Estados Unidos impusiera sanciones a dos de sus filiales registradas en Suiza, Rosneft Trading, y TNK Trading International. Entre tanto, Donald Trump y Vladimir Putin han levantado el teléfono para conversar.
Rosneft es la joya de la corona energética, está dirigida por Igor Sechin, uno de los barones del petróleo y el más prominente entre el grupo de los poderosos empresarios del círculo de poder que rodea a Putin. La venta de su negocio en Venezuela se hizo a una compañía 100 % de propiedad del Gobierno ruso, que no se ha identificado aún. Esta incluye las empresas conjuntas con Petróleos de Venezuela (Pdvsa): Petromonagas, Petroperijá, Boquerón, Petromiranda y Petrovictoria, y las de servicios y operaciones comerciales.
El propósito fue defender los intereses de los socios de la petrolera que hasta el 2006 fue absolutamente estatal, y hoy está controlada por el Kremlin con el 50 % más una de las acciones en Rosneftegaz, British Petroleum tiene el 19.75 %, la petrolera qatarí QH Oil Investments 18.93 %, el resto, 138.000 accionistas individuales. Rosneft recibirá un paquete de sus propias acciones por una cantidad del 9,6 %, una vez finalizada la transacción. El cambio de propiedad implica claramente que cualquier sanción de Estados Unidos en un futuro irá directamente al gobierno ruso.
"¡No se preocupen! Se trata del traspaso de los activos de Rosneft al Gobierno de Rusia directamente. Seguimos juntos en adelante", dijo en su cuenta de Twitter el embajador de Rusia en Venezuela. El Departamento de Estado de Estados Unidos calló. Rosneft se había convertido, desde épocas de Hugo Chávez, cuando llegó a Venezuela, en una pieza clave de la batalla geopolítica que Estados Unidos y Rusia libran en torno al gigante petrolero latinoamericano. Rusia y China son las superpotencias superamigas de Nicolás Maduro.
Igor Sechin, presidente de Rosneft y Nicolás Maduro, en Moscú
Si bien los intereses de Putin van más allá de la geopolítica se conectan también los de índole comercial y empresarial. El temor a las sanciones de Trump ha hecho mover el tablero. Porque las sanciones a Rosneft han llegado directamente al corazón de Moscú. No solo por la millonada que ha prestado a Venezuela sino porque en medio de la afugias de Maduro se convirtió en el inversionista de los más valiosos campos petroleros.
Hoy las deudas que se han ido pagando con petróleo han bajado hasta los USD 2.300 millones, el futuro de los más de cinco proyectos que representan el 7 % de la producción venezolana, todavía es un misterio sin dirimir. Incluyendo el acordado en agosto para explotar dos yacimientos de gas en el estado oriental de Sucre. Todas estas operaciones las dirigía personalmente Sechin.
Rosneft pide ahora que le levanten las sanciones. Las del año pasado, consistieron en bloquear las exportaciones, las de principios de este, motivadas por la evidencia de que Venezuela las estaba eludiendo, encendieron las alarmas. En los círculos del petróleo la percepción era que las sanciones impuestas a Rosneft Trading estaban haciendo que los rusos no le pudieran vender a muchos de sus clientes habituales, que se veían en riesgo de ser sancionados también, y que los bancos no estaban dispuestos a tramitar los pagos. Los accionistas privados empezaron a percibir que en épocas de bajos precios del petróleo, “mantener un activo tóxico” como Venezuela era un riesgo demasiado alto.
Los hilos diplomáticos entre Moscú y Washington no han dejado de moverse. Y al más alto nivel. Esta semana Donald Trump tuvo una extensa llamada telefónica con Vladimir Putin de la que informó primero el Kremlin; se refirió al petróleo, y criticó la "loca" guerra de precios del crudo entre Rusia y Arabia Saudí que podría arrasar al sector energético. Antes de la llamada, le había dicho a la cadena Fox : "Nunca pensé que diría que quizá tenemos que aumentar el (precio del) petróleo, pero tenemos que hacerlo. El precio es demasiado bajo". Cómo hacerlo quedó en manos de los ministros de ambas naciones.
Lo que sí está en manos de los líderes es la cuestión venezolana que el presidente de EE. UU. dejó caer como “la situación en Venezuela es grave", según un comunicado de la conversación emitido por la Casa Blanca. "Todos (en el mundo) tenemos un interés en ver una transición democrática que acabe con la crisis actual", le dijo Trump a Putin. La respuesta del presidente de Rusia es otro misterio. El huracán político que ha levantado es una realidad.
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