Rosie Mendoza, la artista que inmortaliza a las mariposas

Rosie Mendoza, la artista que inmortaliza a las mariposas

"Despertar y promover esta conciencia, y trabajar por ella como siempre lo he hecho, seguirá siendo mi cometido hasta el fin de mis días"

Por: Ricardo Rondón Chamorro
octubre 01, 2018
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Rosie Mendoza, la artista que inmortaliza a las mariposas

La fábula bien podría terminar así: "Y Rosie solo fue feliz tras haber descubierto los colores magníficos y el vuelo enigmático y escurridizo de las mariposas".

Y así fue. Bien pollita, en los asuetos estivales de Mesitas del Colegio (Cundinamarca), se apartaba del grupo familiar para internarse en el follaje de quebradas y ríos, y sentada en el césped o sobre una piedra, vigía paciente ante el cielo límpido, pasaba horas atisbando el prodigio de las aladas.

Seguía con estupefacción el tránsito zigzagueante de sus vuelos, la solemne quietud cuando posaban sobre las flores, el hilo mágico que dejaban en el aire cuando retomaban el viaje, pero sobre todo los colores, el brillo y el contraste de sus tonalidades bajo un sol magnánimo.

Pero otros días las encontraba muertas entre las hojas secas de la alameda, o en el margen de la carretera. Sin explicación alguna, triste y absorta en sus soliloquios y en sus preguntas de infante, le parecía inaudito que algo tan maravilloso se extinguiera.

Entonces las recogía con sumo cuidado y las guardaba, y cuando retornaba a su casa las ponía sobre un papel en el tocador, o encima de las plantas, y al cabo de unos días se lamentaba de verlas convertidas en polvo: un polvo suave y fino, como el de las estrellas.

Rosie Mendoza López creció amando a las mariposas, y no obstante haber cursado estudios de comercio internacional y psicología, de darle la vuelta al mundo varias veces, de trabajar en España, Francia, Italia, Argentina, de vivir veinticinco años en Estados Unidos y de asentarse de nuevo en Colombia, las alevillas, candelillas o lamparillas como también les llaman a estos primorosos insectos, han sido parte esencial de su existencia:

"Son mis niñas", dice la única artista registrada en Colombia, especialista en inmortalizar mariposas, que ha sido su arte y su reconocimiento en el estrecho mundo de biólogos, entomólogos (científicos de los insectos), zootecnistas, criadores, coleccionistas y aficionados, que gracias al vuelo cibernético de las redes sociales integran una nutrida cofradía alrededor del planeta.

Llegar al cómodo y apacible apartamento de Rosie, en Santa Bárbara Central, al norte de Bogotá, es penetrar de entrada a un universo propio que rompe con la cotidianidad de los habitáculos ocupados por familias normales que estudian, trabajan, procrean, sufren, celebran, envejecen, y terminan reducidas a un copón de cenizas, que no es el polvo de las mariposas.

Allí, en la estancia de la artista, las aladas multicolores conservadas en estuches transparentes de acrílico, decoran como en museo las paredes de la sala, las columnas, el hall, los pasillos, y ella orgullosa de su obra de toda la vida va ilustrando al atónito visitante los nombres científicos de sus niñas, su origen y procedencia, y la inmensa estima que le significa narrar cómo llegaron yertas a sus manos de cercanos o remotos países, en sobres de papel, como misivas de amor en lejanía, para trabajarlas en su laboratorio doméstico y preservarlas, con el cuidado que merecen, veinte y más años.

 - Rosie Mendoza, la artista que inmortaliza a las mariposas

"Mira", dice la Madame Butterfly (si con respeto y admiración se nos permite la licencia semántica), señalando algunos de los preciosos ejemplares que abundan por doquier en sus aposentos:

“Esta es una Morphidae, de la India, me identifico con ella porque posee el equilibrio perfecto entre el blanco y el negro; el positivo y el negativo, por la armónica simetría en su diseño, pero como todas ellas, por su libertad e independencia. Si la reencarnación existe, yo estoy segura que alguna vez fui una mariposa… Mira esta tan bella, bueno, todas son hermosas: es una Urania refus, de Madagascar; y aquí tienes una Morpho sulkowskyi, de Brasil; y aquella es una Phoebis avellaneda, de Cuba, difícil de lograr, y en este estuche…”, y de los cientos de estuches podríamos invertir varios días de explicaciones, apuntes y memorias relacionados con sus preciados insectos.

Rosie Mendoza da cuenta de un ambicioso y no menos admirable itinerario con las mariposas, desde su interés por el estudio, la investigación, la cantidad de libros, memorias y consultas, sus propios escritos, el club cibernético de expertos con el que a menudo interactúa, además de películas, óperas, novelas, vídeos, en fin.

Si hasta una canción les dedicó, La danza de las mariposas, con acordes y orquestación del maestro Raúl Rosero. Aquí unas líneas del coro:

(…) Y nosotros danzaremos libres como las mariposas / volando juntos entre nuestra ternura / envueltos en las dulzuras de este amor siempre felices / con los colores y las fantasías / encontraremos la armonía de la vida / volaremos al ritmo de la música que sentimos…

Le pregunto a la artista sobre los motivos fundamentales que la han llevado a tomarse tan en serio el arte de inmortalizar mariposas, con un procedimiento autodidacta de experimentación y creación de su propia técnica, que es el resultado de sus prolongadas sesiones de lecturas enfocadas en dichos insectos, procesos biológicos, químicos y, desde luego, su propio aporte desde la creatividad y la sensibilización:

“Es que esto que realizo es un trabajo de toda la vida, desde que estaba chiquita y contemplaba las mariposas con tanto interés y exaltación, que me ha llevado a asumir con pasión y entrega una suerte de misión con ellas. Las he estudiado a fondo, he viajado por mariposarios del mundo, de los cuales existen alrededor de 300, y gracias a este empeño, podría decirse obsesión, he cumplido a más de una veintena de exposiciones en Colombia, Estados Unidos y Europa, agregado a las monumentales exhibiciones que he hecho por encargo”.

Rosie Mendoza refiere que las mariposas para conservación le son enviadas de mariposarios con los que ella lleva años trabajando: “Cuando mueren, las colectan con sumo cuidado, por especies. Los mariposarios son la fuente de las que nos proveemos artistas, científicos, coleccionistas y aficionados, porque cada vez se multiplica la gente interesada en esta especie”.

”Las mariposas de zoocriadero cumplen con un ciclo natural de treinta días promedio. En ambiente silvestre, menos del cinco por ciento llega a su madurez por el ataque permanente de los depredadores. Es la zoocría la que brinda alimento y protección para que el treinta por ciento logre su estado adulto. Por eso es tan importante el trabajo que desempeñan los mariposarios. De lo contrario sería inútil. Orgullo nuestro, Colombia es el país que cuenta con la mayor cantidad de especies (3.800), seguido de Perú en una pequeña diferencia”.

—¿Pero cuál es la fórmula para conservarlas por más de veinte años? ¿O acaso es un secreto?

—No. Para nada— responde, al tiempo que señala la mesa de trabajo y la cantidad de gaveteros que guardan los instrumentos y elementos para su meticuloso proceso de inmortalización:

“Mira, acércate. Vamos a trabajar con esta hermosura, una Morpho cypris, colombiana. Bella, ¿verdad? Como puedes ver, está intacta. Para abrirla, le aplico un relajante muscular, un antibacterial, y la dejó de un día para otro envuelta entre cuadritos de papel toile para ablandarla. Una vez haya pasado veinticuatro horas le oprimo con cuidado tórax y abdomen. Esa presión sutil hace que se vayan abriendo las alas en un ángulo de cuarenta y cinco grados entre el ala de arriba y el ala de abajo. Le pongo un alfiler antioxidante en la mitad del tórax y el abdomen, percatándome que las antenas conserven su estado original. Y ya: lista para ubicarla en su estuche de acrílico, debidamente esterilizado y oxigenado”.

Entre las más de veinte exposiciones de mariposas inmortalizadas que Rosie Mendoza ha presentado en distintos museos, galerías y jardines botánicos de Colombia y el mundo, como el de la isla de San Andrés, el Mariposario de Calarcá (Quindío), el Museo de Historia Natural de Los Ángeles (Estados Unidos), o la galería Le train bleu, de París (Francia), entre otros, la artista subraya como orgullosa experiencia la obra de gran formato que hizo por encargo para la prestigiosa firma Servientrega:

Reverdecer de América, se llama, un arte que plasmé en un estuche de dos metros por veinte, por dos metros: 120 mariposas instaladas sobre el mapa de América, con un catálogo especial a partir de lo visual, lo ambiental y creativo. La reina de esta obra es la mariposa Papilio blumei, justamente por su belleza en conjunto, y por el verde acentuado que identifica a la marca”.

“Este mismo ejemplar aparece en el triángulo del éxito de la compañía y de su función de responsabilidad social, que integra las sedes de Servientrega en La Florida y California, y se extiende y repercute en Europa y Asia. A su vez, otra especie, la Papilio pteranthus, interviene como metáfora a manera de parque ecológico, de las sucursales de cada país: Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Centro América. Fueron tres meses de riguroso y paciente trabajo, empezando por el recaudo de mariposas verdes y blancas. La obra, para sus directivas, es la joya de la corona de Servientrega y está expuesta en el hall principal de su casa matriz, en Bogotá”.

Su itinerario de exploraciones y pesquisas, en lo que tiene que ver con sus amadas de vistosas alas, no tiene límite. Sin que le pese un ápice, ha invertido un generoso capital en rutas por aire, mar y carretera para acceder a mariposarios de San Diego y Florida, en Estados Unidos; Costa Rica, Perú, Brasil, Malasia; y recorrer y ponderar una y otra vez los mariposarios colombianos, como el más grande del mundo, el de Armenia (Quindío), el Mariposas Trinidad, en Medellín, el Alas de Colombia, en Cali, o uno de los más vistosos y curiosos, el Zoonatura, de Otanche (Boyacá), territorio esmeraldífero por excelencia.

Como curiosidad indagarle a Rosie sobre la especie, por una u otra razón, más difícil de conseguir: “La Morpho Helena, de azules intensos, pero también opacos, a veces con un degradé a gris, que sale una vez al año en Francia, y que inspiró una película. Pocos saben que el apareamiento de mariposas es el más prolongado y sublime del que se tenga cuenta en la exótica fauna: ocho horas en promedio y en pleno vuelo, una sola vez en la vida, y con un atractivo resultado reproductivo de cien huevos, de los cuales sobrevive una tercera parte por azotes del clima y porque los depredadores los consumen”.

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Para los aficionados a la crianza de las mariposas, Rosie recomienda el cultivo de árboles de guanábana o pasiflora: “Es donde más les gusta asentar su curso reproductivo y de transformación, que ocupa cuatro etapas que ningún otro animal o insecto en el mundo posee: huevo, oruga, crisálida y mariposa, vitales en el proceso de polinización que, como también sucede con las abejas, es la transferencia de polen, desde el estambre hasta el estigma, recorrido crucial en la germinación y aparición de nuevos frutos y semillas, que es su contribución a nuestro alimento diario, y que por obra del calentamiento global y del uso de venenosos herbicidas, se están extinguiendo de manera desmesurada y preocupante”.

Rosie ya perdió la cuenta de cuántas veces ha visto Madame Butterfly, la ópera de Puccini, o la película del mismo nombre basada en la obra de teatro de David Hwang, protagonizada por Jeremy Irons, John Lone y Barbara Sukowa, y las ediciones y mamotretos sobre mariposas que no se cansa de leer y releer, el de cabecera, por ejemplo, Butterfly World, de Paul Smart, la más completa y consultada enciclopedia ilustrada sobre mariposas que compró hace años cuando vivía en Argentina, y que conserva nueva, entre artículos, consultas especializadas como las del portal Tropical butterflies; ponencias y ensayos de sus amigos entomólogos como el científico Gonzalo Andrade, respetable autoridad en el estudio de las mariposas, director del Departamento de Biología de la Universidad Nacional; y el doctor Mauricio Linares, decano de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad del Rosario, coautor del libro: Un frágil tesoro: las mariposas colombianas, por solo nombrar dos de una larga lista en Colombia y en el exterior.

—¿Quieres oír un bello poema sobre mariposas, que cuentan escribió Pablo Neruda por encargo de unos mineros de esmeraldas de Muzo, durante el paso del poeta chileno por Colombia? Ese no es un tema que haya sido publicitado como debiera…

Estupefacto, le pido a la artista que, sin más largas, lo dé a conocer, y ella, con acento de declamadora de época, complace al visitante:

A la de Muzo, aquella mariposa colombiana / hoguera azul que el aire agregó metal vivo / y a la otra de lejanas islas, Morpho monarca / lunas plateadas como peces, dobles como tijeras / alas abrasadoras, presencias amarillas / azufradas en las minas del cielo, / eléctricas, efímeras que el viento lleva en lo alto de la frente / y deja como lluvias o pañuelos caer entre las flores. / Oh celestes espolvoreadas con humor de oro, / de pronto elevan un ojo de diamante negro sobre la luz del ala / o una calavera anunciatoria de la fugacidad de las tinieblas. / Aquella que recuerdo llega de las más lejanas zonas, / formada por la espuma, nacida en la claridad de la esmeralda, / lanzada al corto cielo de la rápida aurora / y en ella, tú, mariposa fuiste.

Embelesado por las ráfagas cromáticas que emergen del poema nerudiano, pregunto a Rosie cómo se llama esa joya, y con la prístina sencillez de una gota de rocío, responde: Poema a la mariposa.

—Quisiera tener una copia— insisto, y no acabo de cerrar la petición cuando la artista me ofrece una reproducción del original, de varias que guarda en un cartapacio para obsequiar a sus visitantes, a los admiradores de su trabajo, a quienes saben apreciar una labor de una vida, desde la niñez, ensimismada con mariposas campo abierto en sus vacaciones de fin de año o de Semana Santa, o a los catorce años, cuando se le pasaban las horas sin darse cuenta en la Biblioteca Luis Ángel Arango, consultando fichas y libros relacionados con sus hermosas aladas.

—Es de suponer que habrá sacrificado muchas cosas por haber entregado su vida al estudio y a la conservación de las mariposas…

—Quizás— murmura, pero no me arrepiento. Ellas (las mariposas) me han brindado todo lo que he deseado: viajes por el mundo, gente maravillosa con la que me he encontrado en mis recorridos, libertad e independencia para dedicarme a lo que más me gusta, este arte; una filosofía de vida compartiendo emociones, sentimientos y objetivos en beneficio de la naturaleza y del medio ambiente, y una propuesta permanente para educar y transmitir sobre el valioso legado que es nuestra fauna y nuestra flora en este país privilegiado, sobre todo con este insecto tan hermoso, frágil, sensible y efímero. Despertar y promover esta conciencia, y trabajar por ella como siempre lo he hecho, seguirá siendo mi cometido hasta el fin de mis días.

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