Rosario Murillo, la esposa del Presidente Daniel Ortega, comenzó como secretaria en un diario siendo una madre adolescente que trabajaba. Se le montó a la revolución Sandinista y terminó usufructuando el poder del influyente entonces líder Daniel Ortega que hoy está enfrentado, como cualquier dictador a la gente.
Se proyectó como figura a lo Evita Perón, ayudando a los pobres pero también aislando a su marido, el Presidente, en un círculo al que para acceder él debían pasar por Rosario Murillo. Encargada de alimentar los rencores su poder fue in crescendo hasta volverse tan indispensable en el círculo íntimo que tomó forma pública frontalmente como fórmula presidencial. Es de facto la copresidenta de Nicaragua, a donde llegaron en unas cuestionadas y manipuladas elecciones.
Murillo está muy involucrada en todos los aspectos del gobierno. Es quien da los informes diarios acerca del más reciente terremoto o daño provocado por un incendio industrial. Si un niño tiene zika, Murillo sabe el nombre del niño y podría llamar a los padres ella misma. Se reúne regularmente con líderes municipales y deja claro que las decisiones no pueden tomarse sin su aprobación y su gran poder está entre las mujeres, y sobre todo las pobres.
Conforme Murillo obtuvo más control en el país, el gobierno fue criticado ampliamente por tomar medidas más drásticas para asegurar el poder de Ortega, lo cual planteó preguntas preocupantes acerca del estado de la joven democracia de Nicaragua. Después de la rebelión de la gente contra las pensiones y el abuso de poder, los Ortega penden de un hilo. Han perdido incluso el apoyo de los empresarios, sus grandes aliados.
Nicaragua es un país donde una revolución derrocó a una dinastía familiar, solo para verse en riesgo de que otra la reemplazara. Ortega, el presidente, es un exguerrillero de 70 años que desempeñó un papel protagónico en la revolución sandinista que derrocó a Anastasio Somoza, el dictador cuya familia gobernó el país desde la década de 1930 hasta 1979.
Ahora los Ortega y sus aliados controlan empresas productoras de combustible, televisoras y proyectos públicos de construcción. Al mando está Murillo, quien tiene una predilección por el trabajo arduo que asombra a sus oponentes. Ha hecho suya la tarea de revisar todo, desde los parques del país hasta la imagen de su esposo. La imagen de Rosario fue tomándose la propaganda política para la reelección de su esposa y de esta manera legitimar su presencia en el gobierno.
Su relación con Ortega comenzó en el torrente de la guerra. Él pasó parte de la revolución sandinista de manera clandestina en Costa Rica, donde se involucró románticamente con Murillo. Para entonces, ella ya tenía dos hijos, y los estaba criando en una casa de seguridad clandestina llena de copiadoras, radios de onda corta y gente que asumía nombres falsos. Ortega era conocido como “Enrique”. Zoilamérica Ortega, la hija mayor de Murillo, fue adoptada por Ortega a finales de su adolescencia. Recuerda esos primeros años como caóticos y describe una oficina ocupada con gente que entraba y salía.
Zoilamérica Ortega, quien ahora tiene 48 años, acusó públicamente a Daniel Ortega de abusar sexualmente de ella durante años. Dijo que se aprovechaba de la falta de supervisión de ese periodo y comenzó a acosarla sexualmente alrededor de la época en que los revolucionarios sandinistas se atribuyeron la victoria. Tenía 11 años.
En 1998, hizo públicas sus acusaciones de violación pero su madre, quien ha tenido siete hijos con Ortega también, lo apoyó y descalificó a su hija a quien señaló de mentirosa y desequilibrada. El control de las Cortes que tiene el Sandinsimo no dejó prosperar la causa judicial contra Ortega y Zoilamérica terminó asilada en Costa Rica.
Algunos críticos de Murillo en la política y los medios noticiosos también argumentan que su lealtad a Ortega y la defensa pública que le brindó, así como su apoyo desde el comienzo de la revolución en 1979, fueron recompensadas con la influencia que obtuvo en el manejo del país cuando ella era la única mujer en medio de una junta de gobierno de ocho hombres alrededor de los Ortega, Daniel y Humberto. .
Murillo tiene una formación poco común entre las mujeres vinculadas al proyecto Sandinsita. Es poeta, asistió a una escuela británica de monjas y una escuela privada de modales en Suiza y habla inglés y francés con fluidez. Su ambición no tiene límites.
A pesar de haber tenido muchos hijos juntos, la pareja no se casó sino hasta 2005, justo mientras se preparaban para intentar ganar la presidencia. Ortega había estado fuera del poder desde 1990 y había perdido tres elecciones consecutivas. Entonces, con la ayuda de Murillo, Ortega ganó en 2006, y su influencia fue notable de inmediato.
Se le dio crédito por las audaces iniciativas gubernamentales para ayudar a los pobres repartiendo casas nuevas, cerdos y techos de aluminio. Ganaron las elecciones y luego la Asamblea Nacional, las cortes y los empresarios son sus aliados hasta conseguir tramitar la ley que habilita a Ortega para postularse indefinidamente. Pero su ambición totalitaria de perpetuarse en el poder puede estar seriamente golpeada por la insatisfacción y las protestas populares que pareciera estar superándolos y marcándoles el camino de salida.