La eterna Roma ha sobrevivido al paso de los siglos, de las guerras y de los reyezuelos (de todos los colores y de todas las culturas). Su nombre está incluso en la boca y en los dichos de quienes no la han pisado. Hay expresiones sobre ella en todos los idiomas. Por ejemplo: "todos los caminos conducen a Roma”, esto porque el imperio tejió una red de caminos, como una telaraña sobre el mundo.
O la famosa frase en el mundo angloparlante de: "When in Rome..." que traducimos al español como: “a donde fueres, haz lo que vieres". Y aunque la cultura local (la que sea) reclama reinar, al final, todos somos romanos o nos portamos como tales, esa es la ilusión de la ciudadanía universal.
Monumento a Víctor Manuel II, también llamado El altar de la patria
Mi madre (que me acompañó en una de mis visitas aquí) solía decir: "el que tiene boca, a Roma llega". Yo la contradecía con mi propia versión: "el que tiene plata, a Roma llega"; esto porque vale bien reconocer (como principio de realidad) la dolorosa certeza del capitalismo. Julio César en nuestro tiempo hubiera dicho: “Vine, vi y me cobraron”.
Roma es un museo a cielo abierto, como si los romanos de hace miles de años hubieran proyectado sus construcciones pensando en los turistas del futuro. Para algunos el turismo es eso: el arte de pagar por mirar piedras viejas.
El Foro Romano
Aquí está el Coliseo romano, cuyos supuestos espectáculos han sido matizados por los historiadores, pero estos no logran siquiera sacarle un empate a la versión de las películas. Está también el Foro Romano y sus templos a los dioses robados a los griegos. Y más al norte, el sitio del asesinato de Julio César y la traición de su hijo (adoptivo, pero al fin y al cabo hijo).
Aquí nació, de boca del poeta Juvenal, la expresión “pan y circo” para hablar mal no solo de los que gobernaban sino, más aún, de los que se dejaban gobernar de esa manera. Más de dos milenios después, la frase es tan famosa como común su aplicación en la política.
Cerca al Foro Romano hay soldados, así como en las estaciones de Metro. Soldados romanos, pero no como los de la época de Jesús, sino de la época de la Otan y de los atentados terroristas que tienen a Europa entre la xenofobia y la paranoia. De los soldados romanos de antes, solo vi algunos, vestidos así, para disfrute de los turistas.
Rómulo y Remo, los fundadores de Roma
Siento que hay dos Romas: la del museo a cielo abierto y la de sus ciudadanos que tratan de pasar indiferentes a la marea de turistas. En la primera ciudad los romanos no cuentan, como es el caso de los guardias de museos. En la segunda ciudad, los turistas no aparecen, porque no hay mucho a qué tomarle fotos (por lo menos eso piensan muchos). Son dos hermanas, como Rómulo y Remo fundadores de la ciudad, como Cástor y Pólux cuyo templo está en el Foro Romano.
Un poco más retirado está el Vaticano y sus secretos, sede del papado, esa institución que compite con Roma en su deseo de eternidad; desde Urbano II y las cruzadas hasta la muerte inexplicada de Juan Pablo I, supuestamente asesinado. En Roma hay más de 900 iglesias, para marcar aún más su poder como capital del cristianismo. Un detalle final: las llaves del cielo están en Roma: en las pinturas, las puertas de la iglesia, en la tumba de cada Papa y cada santo; no sé por qué aquí en Roma y no en la cintura de San Pedro.
El turismo es marea en el verano romano
Mi profesor Francisco Rubio Llorente (que en paz descanse) me enseñó otra frase sobre Roma días antes de mi segunda visita: "Roma veduta, fede perduta" que traduce: "vista Roma, se acaba la fe". Y tenía razón.
Hay pequeños detalles que recuerdan el reciente pasado fascista. El fascismo ya no está en el aire, pero sí la sombra de la mafia, sobre los romanos de todos los tiempos y sobre los seres humanos de todos los sitios. Al dejar Roma siempre pienso lo mismo: la ciudad cumplió, pero los camareros me engañaron.
@DeCurreaLugo
Fotos: Víctor de Currea-Lugo