'Roma', una oportunidad para desnaturalizar la violencia

'Roma', una oportunidad para desnaturalizar la violencia

La película no nos cuenta nada nuevo y ese es el punto. Nos muestra lo que hemos normalizado: el machismo, la misoginia y la xenofobia

Por: Laura Victoria Lesmes Velasco
enero 25, 2019
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'Roma', una oportunidad para desnaturalizar la violencia

Tengo que iniciar destacando lo más bello de la película, su impecable fotografía. Desde que comienza nos muestra un plano lento, constante, en blanco y negro, todo lo que podría estar mal para iniciar un film, pero es su fotografía y la imagen de algo tan cotidiano lo que termina enganchándome a seguir viéndola.

Imagino que para la persona que vivió en esa época y ese país la experiencia debe ser distinta, mucho más sensorial quizás, pero aun así, viendo esa recreación de las casas de la época, los cinemas y el barrio en general fui inmediatamente a las historias de mi mamá e inclusive (no sé porque) a mi infancia misma.

Vi la película sin ningún prejuicio, acababa de subirse a Netflix, no había tenía ninguna nominación y ninguna crítica, o por lo menos no había leído ninguna, solo sabía que era de Alfonso Cuarón, un director que tiene películas que me han fascinado, que he detestado y otras que solo me parecieron entretenidas, así que podía suceder lo que fuera.

Pero retomando, lo segundo que noté fueron unas actuaciones hermosas, limpias, propias de expertos y profesionales, luego me enteré de que no era así. Sobre todo amé la actuación de Yalitza Aparicio, Cleo, la protagonista. Su mirada sincera y vacía, su sonrisa distante, su voz bajita, su andar propio de una persona que ha sufrido toda la vida sin darse cuenta, era algo que parecía tan trabajado.

Sin embargo, cuando llegué a la historia, al guion como tal, fue cuando empezó a suceder todo lo que ahora me acongoja y me encanta.

* Alerta spoiler

Ya encantada con todo y fascinada de que la película se tomara todo el tiempo para dejarme descubrir la monotonía del diario vivir, cosa que a mucha gente aburrió y me parece muy respetable, me encontré a la expectativa. Mi mente estaba intrigada con qué cosa devastadoramente grave iba a sucederle a esta mujer, qué aflicción tan inolvidable llegaría a pasarle para que esa monotonía se convirtiera en el drama inconsolable que me haría pensar "wow, qué duro", pero mientras pasaba y pasaba la historia, me sentía inconforme y desilusionada...

Y cuando llegó el momento en el que alcancé a pensar que iba a ser el auge de la película, el que hacía que fuese un gran film, cuando Cleo abortó a su hijo (esa imagen tan humana y mortal que me sacó una lágrima), ocurrió la escena de la playa —Cleo se sienta a la mesa con su jefe y los niños, la jefe empieza a dar un discurso de familia y unión, donde empieza a decir que Cleo era de la familia pero que debía cargar las maletas y llevar a los niños a la cama en plenas "vacaciones"—. Ahí fue cuando lo comprendí y cuando las verdaderas lágrimas empezaron a surgir... Fue tarde cuando lo entendí, o por lo menos así vi yo el film, espero que así lo hayan visto muchas personas.

Roma nos demuestra cómo los seres humanos hemos naturalizado el maltrato, la violencia y la agresión, en especial hacia las mujeres. Roma nos da la oportunidad de darnos cuenta que desde siempre hemos engañado al mundo con una máscara de "ayuda" cuando en realidad somos cómplices de los victimarios.

Allí —en esa película que nos muestra a Cleo levantándose temprano cada día para atender de forma sumisa y esclava a una familia, para criar hijos que no son suyos, para hacer oídos sordos a las peleas, para apagar la luz cuando sea la hora de apagarla, para comer en platos distintos a los de las otras personas y con todo esto aun sentir que debe sonreír y estar agradecida porque "mal que bien" sus patrones no la violentan físicamente, porque "mal que bien" le dicen que ella es parte de la familia— es donde me siento apenada. Estaba esperando casi todo el film que algo devastadoramente grave sucediera sin darme cuenta de que lo devastadoramente grave ya estaba sucediendo.

Cuarón lo hace excelente, es tan osado que nos da esta historia y nos dice a la cara: mira, sigue aburriéndote con el maltrato, sigue aburriéndote con la esclavitud, sigue aburriéndote con una historia de mi infancia que no te cuenta nada nuevo.

Exacto, no nos cuenta nada nuevo, no nos muestra nada distinto a lo que ha sido la sociedad, nada diferente al mundo machista, misógino y xenófobo del que hacemos parte. Nada alejado de ese chip que tenemos puesto y nos hace ver con ojos acostumbrados a todo.

Terminando de escribir esto, se me ocurre que puedo llegar a tener una visión muy esperanzadora del film. Tal vez si el mismo Cuarón me leyera podría reírse y decirme que en realidad solo quiso mostrar de forma exacta su infancia y ya, pero si este análisis solo es producto de una coincidencia extraordinaria, gracias al destino por permitirnos, a los que quisimos, ver en Roma el film que logró tocar las fibras más sensibles de nuestros sentimientos de culpa, de nuestros sentimientos de pena y darnos la oportunidad de desnaturalizar todo eso que ha sucedido desde siempre y que por el hecho de ser así lo convertimos en algo normal e, inclusive, bueno.

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