Alfonso Cuarón, de manera magistral, aparentemente sencilla, nos describe un conflicto de pareja que sin duda afecta la vida familiar, sin llevarlo al melodrama, sin victimizar a nadie, sin calificar conducta alguna, simplemente a través de los diálogos y las escenas, nos deja a los espectadores hacer nuestras propias reflexiones, al estilo de Honoré de Balzac, quien nos dibujó la sociedad francesa del siglo XIX, en su obra La Comedia Humana, sin adjetivo alguno, esto se lo dejó a sus lectores.
Pues bien, la relación de pareja la asemeja a la relación carro-garaje, la pareja ya desde el comienzo sabe que esa relación no anda bien, pero trata de aparentar otra situación ante sus hijos, en una escena el marido entra el carro bastante voluminoso en el garaje de mierda, bastante estrecho alcanza a raspar el espejo pero este con cuidado lo recoge y entra el carro aparentando que todo está bien, pero una vez se va a trabajar fuera del país. su mujer entra, o saca el carro sin tener el más mínimo cuidado, sin aparentar nada lo golpea sin preocuparse de nada, cuando supera la tusa, esta relación garaje-carro también cambia, compra un carro más pequeño entra a su garaje con gran facilidad y tranquilidad, con suma libertad.
¿Pero qué hace con el carro grande y estorboso? En un acto de exorcismo o de culto religioso lo lleva por última vez de paseo lo estaciona frente al mar y en una escena maravillosa donde vemos ese inmenso mar absolutamente solo trayéndonos esas olas bravas y después la aleja de la orilla y así sucesivamente, como llevándose lo conflictivo, lo negativo, como expiando penas.
Así como el conflicto familiar está representado visualmente por el garaje y el aparatoso vehículo, el conflicto social lo representa a campo abierto en medio de la miseria y lodo donde sus habitantes aprendieron a caminar descalzos, lugar que representa la lucha por la supervivencia, caldo de cultivo para muchas actividades ilícitas como la preparación de grupos paramilitares, donde el machismo es predominante producto de la ley del más fuerte, como en la escena donde el muchacho en la habitación hace alarde de sus habilidades y virilidad.
La protagonista una mujer curtida por la vida no se impresiona por exhibiciones de machismo ni de fuerza, ella de por sí es fuerte, sin dificultad y para ella sola, sin que nadie la mire, en medio de los observadores de la revista de entrenamiento paramilitar hace la prueba de levantar el pie y lo coloca en la pantorrilla de la otra pierna sin siquiera moverse, demostración de equilibrio y madurez, en silencio, tal como lo hizo con arrojo y a sabiendas que no sabía nadar desafía al mar y rescata la niña sin presumir su valentía y arrojo.
El tiempo transcurre inexorable independiente de los sucesos, de las historias, de las emociones, de los protagonistas, de todo, como cuando vuelan los aviones o cuando pasa la banda musical al frente del garaje en medio del conflicto, siempre adelante con su marcha y su música, de igual forma que cuando el conflicto es superado.
Una historia contada al alimón, una narrada y otra visual y ambas coherentes. Esto fue lo que vi y sentí. ¡Qué viva el arte!
