Roma de Alfonso Cuarón, una película que forma paisajes con cielos que mezclan el azul con el gris del polvo y donde los aviones acompañan las nubes a viajar por esta historia de cambios, de construcción de nuevas familias, de revoluciones, de paramilitarismo, de nuevos comienzos. Roma, una película donde se marca fuertemente las diferencias sociales: barrios con efervescencia en las cosas y pulcros y limpios y otras colonias llenas de desasosiego, de calles sin pavimentar, de pasos, que avanzan y se asientan en los charcos y en el barro. Barrios de casas, en la pobreza, sin espacio para estar. De jóvenes que inventan y luchan por un futuro, sin saber qué es el futuro. Mierda de perro en el corredor de esta casa de clase alta, por más que se lave vuelve Borre, el perro, y aparece con la mierda como en una especie de juego. Es quizás el perro el único que tiene esa libertad de jugar, de mojarse bajo la lluvia, sin que nadie le reclame. La mierda nos recuerda que el ser humano es de apariencias y que por más fachada que construyamos sobre nuestra existencia volvemos o tendremos que mirarnos de nuevo hasta la esencia humana que invita o debe invitar a tener en cuenta al otro y la semejanza que habita en todos. En Roma también se evidencian niños que se encariñan con sus criadas que les dan de comer, los protejen, les cantan, los abrigan. Padres ausentes que no tienen tiempo para ayudarlos a formar. Abuelas cansadas que ejercen el papel de madres, pero por más que quieran ayudar, sus fuerzas se los impide.
Alfonso Cuarón, el mismo de y Tú mamá también, Niños del hombre, el de Gravity, trae esta vez a Roma, una película sin música incidental, con fotografía en blanco y negro, con largos silencios, construyendo una gran poesía audiovisual. Un reto para el siglo XXI donde los efectos de sonidos y el 4D seducen a esta sociedad postmoderna. Una película con ritmo lento, pensada cada palabra, cada imagen, cada movimiento no está puesto al azar, así como se hace la buena poesía, la buena narrativa, el buen cine.
Roma, una película ambientada en los años setenta, una familia aparentemente feliz que vive en el barrio Roma de Ciudad de México, de clase alta y conformada por: dos empleadas, cuatro hijos, una abuela, una esposa de profesión química y que gusta de la lectura y un esposo médico que un día decide no volver más a la casa, se ha enamorado de una mujer más joven que su esposa. Esa aparente felicidad se rompe con la partida del esposo y queda una madre a cargo de sus hijos, intentando hacer de su vida una aventura, una nueva aventura, como ella misma lo dice, por los retos que debe empezar a asumir, entre esos trabajar, porque la plata que deja el esposo para el cuidado de la casa ya no alcanza.
Roma también es la historia de Cleo y su hermana, las empleadas del servicio, quienes hablan en Mixteco y evidencian desde la metáfora del idioma, como la periferia, las veredas y su gente campesina se desplazan a la ciudad y la ciudad las recibe con trabajos serviles y marginales. Solo se entienden entre ellas, para el resto de la sociedad el inglés es el idioma que se debe aprender, el de ellas es invisible, existe solo para los indígenas que cada vez el gobierno los desplaza y les arrebata sus tierras y los manda sin avisarles a la urbe.
Las escenas más fuertes de Roma tienen a Cleo como protagonista, en una de ellas Cleo se encuentra sorpresivamente con el papá del hijo que espera, el ambiente es bélico, es tóxico, es de mucha violencia. Mientras ella visita un almacén para comprar una cuna él acaba de entrar al almacén a dispararle a un hombre y desde allí se deprende una crisis que acelera su embarazo y un viaje para llegar a urgencias en el hospital, donde ya ha tenido controles de su embarazo y donde quiere llegar ligero para salvar a su hijo. Pero antes Cuarón ya nos ha presentado un México que marcha, que protesta. Que reclama y nos ha hecho sentir impotencia frente a las marchas de los jóvenes, las barricadas que demoran el tráfico en la ciudad y una Cleo que quiere llegar rápido al Hospital a tener su hijo y uno como espectador quiere limpiar las calles, quiere despejar el tráfico para que ella llegue pronto a parir su hijo, y a su vez uno quiere gritar: córranse que Cleo ya va a dar a luz. Uno quiere que se acabe tanta desigualdad en Latinoamérica y a su vez tanto reclamo justo que vocifera constantemente la sociedad. La segunda escena ocurre en el mar, es al final de la película, cuando Cleo queda al cuidado de los hijos de la patrona, esta les advierte, mientras se dirige al carro, que no se vayan a meter al fondo del mar, solo les autoriza jugar en las orillas, Cleo, que no sabe nadar, ve como Sofi, una de las hijas de la señora, desatendiendo la advertencia de su madre de permanecer en la orilla, se va arrastrando con el movimiento de las olas y ella, Cleo, intenta salvarla.
Roma es una película de mujeres solas, de hombres ausentes de sus responsabilidades, mujeres que les tocó asumir la rienda de la familia, sin esperar que el hombre apareciera para acompañar la crianza. Roma es un manifiesto a la libertad de la mujer, la defensa por reivindicar un matriarcado que asume su momento histórico con convicción, sin reproches, con la fuerza de enfrentarse a la crianza de la familia donde el padre está ausente y hacerlo desde la fuerza que da la soledad, no desde la compañía de la figura paterna, sino intentando construir otras familias, donde el hombre no es el protagonista. Entonces Cuarón nos enseña que la familia también está por reinventarse de nuevo.
Es una película donde la música que escuchan las protagonistas es parte importante del guion y no es la música incidental del piano y del violín que muchas veces ocurre en el cine, son las empleadas las que cantan, las que escuchan canciones para hacer sus oficios, la música las distrae, le hace pensar que el tiempo avanza más lento o más rápido y los oficios que hacen son más amenos. La dedicación que hace Cuarón se la hace a Libo quien fuera una de sus criadas.
La actuación de Cleo (Yalitzia Aparicio) es majestuosa, transmite inocencia, nobleza, resignación. Los niños de la película son también importantes por la naturalidad que reflejan. Roma es una película que vale la pena ver, pasaron muchos años para volver a esta estética que nos hace recordar al Ciudadano Kane y al Ladrón de bicicletas. Vale la pena ir a cine a sentir este ritmo, ya no es fácil escucharlo, es un ritmo que está desapareciendo con la rapidez con la que viaja el cine. Es importante esta pausa para rescatar y mirar con detenimiento las historias y su manera de contarlas, un artificio que hace que queramos seguir viendo cine. Un artificio para recuperar nuestra propia historia.