En la antigua Birmania y actual Myanmar, más específicamente en el estado de Rakáin, el punto más al occidente del país, se encuentran asentados los rohingya, bien llamados los ciudadanos sin ciudadanía, sí, los mismos de los que últimamente tímidamente se habló en la prensa internacional porque fueron protagonista de un literal ping-pong humano en aguas del mar de Andamán, en el sudeste asiático.
Contexto
Los rohingya pertenecen a una minoría musulmana en Myanmar, país con un predominio budista –aproximadamente un 90% de la población-. Se dice que llegaron a Myanmar en el siglo VII, al antiguo Arakán (hoy Rakáin). Luego de la victoria inglesa contra Birmania, en el siglo XIX, se conoce que muchos musulmanes, rohingya, de la Bengala Oriental (principalmente de Bangladesh), llegaron a la región donde hasta hoy se sitúa esta minoría.
Situación: En 1982 se le niega la ciudadanía birmana a los Rohingya, ya que el Eatado considera que esta minoría son inmigrantes ilegales, y que deberían volver a su tierra de origen: Bangladesh.
De otro lado, en una ocasión un rohingya violó a una mujer budista, lo que desató aún más la xenofobia del país, y el Movimiento 969 (movimiento antimusulmán liderado por el monje budista Ashin Wirathu) comenzó una verdadera ola de violencia contra los Rohingya, asesinando, acorralando y obligando a muchísimos de ellos a huir de Rakáin, suicidarse o estar aislados en ciertos campos de concentración de donde no pueden salir sin autorización, y sobreviven gracias a donaciones del Programa Mundial de Alimentos.
Detonante
Dada la situación expuesta, los rohingya huyen a consecuencia de la violencia y curiosa xenofobia de la que son víctimas en el propio país en el que nacieron. Se embarcan, cientos, miles de ellos en barcos en mal estado y sin la capacidad de transporte de tal cantidad de personas, y se adentran en el golfo de Bengala, en el Mar de Andamán; buscan llegar desesperadamente a Tailandia, Malasia o Indonesia; países que no aceptaban su ingreso, los devolvían mar adentro.
Este es el ping-pong humano del que hablé al inicio; imaginen estar en un barco, con cientos de personas sedientas, hambrientas, niños muriendo de hambre, hombres matando a otros hombres por un sorbo de agua o un trozo de comida. Llegar a las costas de otra nación y que los obliguen a regresar mar adentro. Ellos sencillamente morían, se indignaban y se suicidaban, se tiraban al mar o tiraban a otros. La locura a la que los ha llevado la indolencia de los demás países, lo más triste: la violencia y odio que les regalaban en su natal Myanmar.
Una vez, y por casualidad, barcos de la prensa occidental vieron algunas de dichas embarcaciones de rohingyas; comenzaron a hacer pública la situación, y se generó una presión internacional hacia los países involucrados: Myanmar; Indonesia, Malasia y Tailandia. Estos tres últimos países aceptaron recibirlos, a condición que luego de un año deberían salir de sus territorios. En mayo del 2016 seguramente volverá el macabro juego del ping-pong al mar de Andamán.
Crítica
Un ejemplo más de que los Derechos Humanos, y el Derecho Internacional falla, fracasa; la realidad los abofetea fuertemente, de forma agresiva y sin clemencia. La realidad de muchos pueblos, y en este caso, de los rohingya, demuestra que falta mucho tanto a oriente como a occidente para poder llamarse cercanamente “una sociedad civilizada”.
Un argumento que daban los estados aludidos era que las embarcaciones en las que los rohingyas “huían” de Myanmar, no eran otra cosa que una forma de trata de blancas, pues los Rohingyas son vendidos, explotados y esclavizados en los países en los que logran entrar de forma ilegal, por lo que no les aceptaban para no apoyar dicho flagelo.
Lo anterior nunca ha sido ni será un argumento más poderoso que la simple idea de solidaridad humana. Cualquier país, al ver la situación de los tripulantes de dichas embarcaciones, debe acogerlos y brindarles atención médica. Ser indolentes es mayor delito que “apoyar” la Trata de Blancas; señores de gobiernos aludidos.
Y aquí surge otra crítica: Si conocen del flagelo de la trata de blancas, ¿por qué no han desmantelado dichas organizaciones criminales? Si bien, podría aceptarse su tesis de no aceptar a Rohingyas dado lo expuesto anteriormente, ¿por qué no se hacen responsables de su incapacidad estatal para acabar con dicha violación de derechos humanos en contra de dicha minoría? No hay excusa: en su momento fallaron como Estado, dieron un argumento poderoso a los que siguen el anarquismo razonado.
Al estado de Myanmar: para mí, son a partir de ahora un estado fallido. Cualquier entidad que no reconozca, proteja o haga valer los derechos humanos, comete un delito. Y al ustedes no garantizar las mínimas condiciones humanas a una minoría, ustedes fallan.
A Tailandia, Malasia e Indonesia: Una cosa es evitar la Trata de Blanca, y otra es negar asistencia humanitaria a una población que muere de ser y de hambre. Aun sabiendo, que habían niños y mujeres en dichas embarcaciones. Una vez más, ¡No hay excusa! Aunque tardaron muchísimo en acoger a los Rohingyas, lo cual fue macabro, agradezco por todos los niños hambrientos y sedientos, que al menos ya los hayan acogido y les hayan dado de beber y comer. ¡Gracias!
A Aung San Suun Hyi: Usted que es premio nobel de paz, birmana, y a portas de ser potencialmente líder del gobierno en las próximas elecciones, le hace falta muchísima voz para defender a los Rohingya. Un premio nobel de paz debe velar precisamente por eso: La paz, no sólo de estos musulmanes, sino por la paz entre credos en el país. ¡La veo mal, hermana!
A la comunidad internacional: ¡Bravo! Su terrible indolencia y su mortal silencio los hace grandes.
Podría ser más extenso, pero no terminaría de descargar mi indignación. Finalizo con el título del escrito: “Querido Rohingya, no les importas”, ése es el mensaje que te envía el mundo. Te dicen “querido” porque aparentan ante los medios de comunicación, pero sabemos que sus actos hablan por sí mismos: No les importas.
@BenvenutoCelli