Roger Waters la rompió en Bogotá

Roger Waters la rompió en Bogotá

Aunque revivir a Pink Floyd no tiene comparación, el mensaje de resistencia que dejó el músico británico, especialmente en esta coyuntura, es invaluable

Por: Sergio Alberto Chaparro Arenas
noviembre 26, 2018
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Roger Waters la rompió en Bogotá
Foto: Brennan Schnell - CC BY 2.0

Sin duda, no se trató de un miércoles pasajero cualquiera. Si bien pareciera otra tediosa mitad de semana de una interminable jornada laboral, el 21 de noviembre fue una noche disruptiva, de goce estético, drogados con arte floydiano[1] en vivo en la plaza colombiana, después de 11 años de ausencia y quizás, por última vez, volvía Roger Waters. En términos futbolísticos latinos, la sacó del estadio, un golazo, en términos del béisbol yanqui, home run musical. Un show cósmico.

Culminando su gira mundial de 1 año y medio por 3 continentes en cerca de 36 países, arribó a su antepenúltimo destino latinoamericano, Bogotá, Colombia: Roger Waters Us + Them Tour, cantor baluarte de la bandota Pink Floyd. Quizá sea la última vez que le veremos, no solo en tarima sino en vida, ya que Roger cumple 75 años bien vividos, más de la mitad de su vida, haciendo canciones humanistas y conciertos de alto contenido teatral y sinfónico. Ojalá, antes de irse, para siempre, pueda realizar un concierto de despedida junto a su dúo, David Gilmour.

El show en Bogotá comenzó a partir de las ocho de la noche con la obertura de Breathe y sobre todo One of These Days, se congregó una gran masa de ese Nosotros colectivo, disfrutando el show cada uno como sujetos, con más dos horas y media en el Estadio de Fútbol El Campín, sentir en las carnes (In the flesh) la música libre de Ellos, en medio de un mundo y siglo XXI que apenas empieza y que todavía no es nuestro sino que es gobernado por una clase minoritaria y parasitaria ajena (The pigs rule the world).

El público sacó todo de sí, lo interiorizó y se llevó el mensaje persistente de RESIST, resistir de nuevo, mañana, pasado mañana y así el resto de días de vida. Es la semilla que el cantor de origen inglés, Roger Waters, quiso dejarle a la humanidad, a toda una ciudad vibrante antiuribista y país godo.

Durante el intermedio del Set 1 y 2, en las proyecciones hiper politizadas de la megapantalla, en el buen sentido de la palabra, sin ser saturadas y clichés manipuladores, para un mundo neoliberal absurdamente despolitizado, lo mismo en canciones como PigsMoney (con una variación inquietante), Dogs (el brindis), se vio a un músico universal y abuelo mayor, ávido de querer comunicar sus sentires y peligros latentes que pesan sobre los pueblos, inclusive los animales. Ese fue el espíritu de la gira y del concierto de esa noche.

Las consignas no se dejaron esperar: “Oe / Oe / Oe / Roger Waters”, “Resistencia / Resistencia”, “Uribe Paraco / El pueblo está berraco”, “Viva la U / Viva la Universidad / No la dejes privatizar”. El discurso de Waters, antes de las últimas dos canciones, en apoyo al Paro Nacional por la Educación y lo que catalogó como “vida de esclavitud” a los préstamos educativos, es hoy viral en los grandes medios. Ni Maluma, ni Carlos Vives, lo hicieron. Este sábado nuestro puertorriqueño Residente se pondrá también del lado de Waters, del lado de la orilla popular.

“No tengo opción más que luchar contra los nazis que tengo ahora enfrente. Y [esto] no me hace en nada diferente a mi padre [comunista]“[2], dijo días antes Waters (acusado de ser antijudío y censurado en Alemania) en una rueda de prensa alternativa y charla sobre Palestina en Chile, organizado por Boicot, desinversiones y sanciones al estado sionista-fascista de Israel, del cual el artista inglés, es uno de los portavoces culturales más visibles. En Bogotá, es lamentable, no pudo realizarse un evento previo de dichas características, motivo de reflexión para el estado del movimiento social y el apoyo. Lo mismo, sesión de autógrafos sin trabas.

El estadio capitalino, aunque con cerca de 30 mil almas, no llenó el aforo completo. No estaba atiborrado, aunque la receptividad de los asistentes fue bastante buena y Roger Waters con su banda de 9 músicos (dos mujeres de Lucius) la hayan sacado literalmente del estadio, la rompió con la nitidez del sonido y las imágenes de diatribas contra los Estados imperialistas, faltó más poder de las partes, animosidad de Roger y el público. La localidad Us and Them dentro de la cancha estaban vacías en la parte de atrás, lo mismo ciertos huecos notorios en ambos costados de Wish You Were Here y parte de Comfortably Numb.

En un país inequitativo con un salario básico de 350 dólares sin derecho pleno a la cultura con apenas 7 meses de anticipación de la venta de la boleta entre 100.000 (rápidamente agotada) y 1.000.000 de pesos por los empresarios Move Concerts, sumado al déficit de gran audiencia de rock y gusto a los cantautores en estos tiempos, tuvieron su coste ya que impidieron traducirla en algo similar a una frenética pasión futbolera durante las veintitrés canciones en vivo, pues el grupo de Waters no tuvo un cierre pleno en el Encore con la canción Mother sino solo con Comfortably Numb y se abstuvo de tocar temas adicionales como The Gunner’s Dream[3] o Vera/Bring The Boys Back Home[4], como sí lo hizo en Lima, Perú y en Louisville, USA.

Pese a esto, los 12 niños y jóvenes bailarines de barrios populares, del colectivo bogotano Movtómico, que aparecieron en la tarima mientras tocaban Another Brick in the Wall con la antesala de The Happiest Days of Our Lives, son la apuesta de Waters para que las nuevas generaciones escuchen rock y sean críticas a lo establecido, para en una próxima ocasión, si nos multipliquemos cual ratas y reventemos el estadio siendo más de cuarenta mil.

En efecto, el concierto de Waters no solo fue un evento de “cuchos” cultores del rock clásico, más bien fue un público intergeneracional e intercultural, pues la voz de Waters cobija a un arcoíris de personas y recuerdos de su encuentro con la música de Pink Floyd. Esa es su grandeza, la cual perdurará en cada una de las batallas de la civilización, contra los malos gobiernos capitalistas, de izquierda o de derecha, como lo es hoy en día el neouribista porcino Duque y el ultra republicano Trump.

En el repertorio de esa noche, aunque no tan poderoso como el del 9 de marzo de 2007, la novedad fueron los nuevos temas 2017 como Déjà Picture That (bastante cruda), Smell the RosesThe Last RefugeeBroke Bones, de este imparable compositor. La gente le prestó atención, sentada en las gradas, alucinada con las imágenes de manos y sonido cuadrafónico, rostros e imágenes cósmicas, poéticas y la persistencia de su voz, un tanto desgastada con los años. Otras, como Wish You Were Here o Time, como es de costumbre, agitaron y despertaron ovaciones recurrentes, al igual que asombros con Welcome to machine (senda crítica a la industria musical y los empresarios), Brain DamageThe Great Gig in the Sky (sobre la muerte), Eclipse y Us and Them.

Siendo las diez y media de la noche finalizaba este gran conciertazo de artista internacional que hace años no se veía en el país sudamericano y con la mejor puesta en escena y tecnología de punta. Revivir a Pink Floyd en la figura de Roger Waters y sus músicos, después de ese nocturno miércoles, es hacer honra a la memoria de todos y cada uno de los rockeros y público no rockero colombiano y del mundo, que estuvimos ese día y fuimos parte de esta gira global. No lo superamos. Permanezcamos humanos (Stay human).

 

Notas

[1] https://www.las2orillas.co/30-000-colombianos-nos-drogamos-anoche-frente-duque/

[2] http://www.eldesconcierto.cl/2018/11/14/roger-waters-en-chile-el-deber-de-no-mirar-para-el-lado/

[3] https://www.youtube.com/watch?v=spI6HLuMZ8Q

[4] https://www.youtube.com/watch?v=TPeL24WuqOE

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