El futuro dirá si el perfil economista de Rodrigo Chaves es la solución que requiere Costa Rica. Hoy por hoy, son las malas cifras en desempleo laboral y pobreza, además de su corto recorrido político, los que lo han erigido cuadragésimo noveno presidente de la República y recogedor del testigo que deja Carlos Alvarado.
Tras el balotaje de este domingo 3 de abril, el Palacio Presidencial de San José ya le espera.
Pocos, al menos en primera vuelta electoral, lo hubieran dicho ganador con el joven Partido Progreso Social Democrático, que lidera junto a la periodista Pilar Cisneros Gallo. Pero su frenesí y su verbo fácil frente a 24 contrincantes, en especial ante el exmandatario José María Figueres, le han llevado a cumplir una aspiración política construida en apenas tres años.
Y es que, a diferencia de Alvarado –politólogo– y de Figueres –ingeniero industrial y expresidente entre los años 1994 y 1998–, Chaves solo fue por 180 días ministro de Hacienda entre 2019 y 2020.
En una Costa Rica que clama "tenemos más de 25 años de una crisis económica constante y moral", y "el próximo presidente tiene que cambiar todo, porque esto está muy pobre; aquí no hay trabajo, no hay nada", en declaraciones ciudadanas a la agencia AFP, las acusaciones de corrupción a Figueres no han hecho que reforzar la trayectoria de Chaves como exfuncionario del Banco Mundial. Incluso pese a las críticas.
En primera vuelta electoral poccos lo daban ganador con el joven Partido Progreso Social Democrático
Un candidato que se ha comido "broncas"
Si en marzo pasado, en su tono atacante, se defendió de contrincantes y prensa al grito de "ustedes dijeron 'nos comemos la bronca' por nuestra patria", ahora, a sus 60 años, tendrá que demostrar su garra y discurso en pro de la recuperación económica nacional.
En su curriculum vitae presenta un doctorado en Economía de la Universidad Estatal de Ohio y Harvard, más 30 años de carrera en el Banco Mundial. Y a ello se aferran los que como Rolando Gutiérrez, un técnico automotriz de 58, creen que es la "esperanza" al socorro de los costarricenses "en esta situación tan difícil".
Por difícil entiéndase que la llamada 'economía estable' y 'país más feliz' de Latinoamérica tiene en realidad un desempleo del 14%, un índice de pobreza que alcanza el 23% –la extrema es del 6,3%, invariable desde 2010, lo que demuestra su carácter estructural– y una deuda pública de hasta el 70% del PIB, la cuarta más alta de la región, sobre más de cinco millones de habitantes.
Así las cosas, el supuesto bienestar no se ha repartido entre la población, causando tal desigualdad que el electorado poco se ha fijado en uno, sus cuestionamientos al supuestamente pagar gastos de campaña con cuentas bancarias no declaradas oficialmente; dos, denuncias de acoso sexual, que sí preocupan a los colectivos y movimientos feministas por el hecho de que se normalicen más aún las violencias contra la mujer.
En ese sentido, sobre Rodrigo Chaves pesa una sanción por conductas impropias entre 2008 y 2013 a dos jóvenes subalternas, además de una acusación mediática del 'Wall Street Journal', que reveló que se portó de forma abusadora con su personal en Indonesia, entre 2018 y 2019.
Aunque abandonó el Banco Mundial por renuncia propia en noviembre de 2019, la sanción le había obligado a rebajarse el puesto, no disponer de personas a su cargo y el veto de no aumentar su salario en tres años. Algo de lo que este febrero se defendió ante AFP con sus "bromas", "diferencias culturales" y su vínculo con las mujeres: "Yo tengo una esposa, seis hermanas, ocho tías y dos hijas, tengo un profundo respeto por todas las mujeres".
De la promesa de cambio a un cambio para Costa Rica
Aunque ganador del tradicional Partido Liberación Nacional (PLN), que más veces ha triunfado en la historia electoral del país centroamericano, al conservador y derechista Chaves se le viene el reto de definir cómo se enfrentará a la corrupción de la que tanto culpó a gobiernos anteriores.
También deberá aterrizar los objetivos de reducir los trámites administrativos de los emprendedores –ídem para la acción empresarial en general– las cargas sociales, generar más empleos, atraer mayor inversión sin que afecte a los empobrecidos sectores costeros y bajar el precio de la canasta básica.
Costa Rica posee la decimonovena economía más desigual del mundo, según su exentidad Banco Mundial, y adolece de una marcada informalidad laboral. Falencias que sufre desde antes de la pandemia, pero que se han profundizado con la crisis sanitaria, la cual ha golpeado principalmente al sector turístico, motor de la economía costarricense.
Al margen de sus promesas económicas –a las que a su vez se les criticó poco programa electoral–, aplicar por referendo las reformas profundas de Estado que tanto defendió, como un sistema único de pensiones, es su talón de popularidad. A lo mismo se atrevió en lo económico, defendiendo el uso de decretos.
Retos que deberá asumir sin defraudar a una población costarricense desencantada, que desafía la etiqueta de vivir en el 'país más feliz' de América Latina.