Rodolfo Palomino: un policía no piensa, un policía obedece
Opinión

Rodolfo Palomino: un policía no piensa, un policía obedece

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abril 03, 2014
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Pocos policías en nuestro país han tenido el coraje y la honestidad de Rodolfo Palomino. Mientras dirigía la seccional de Sucre notó que algo estaba mal en el ambiente. Se dio cuenta de que existían nexos entre los políticos locales y los grupos paramilitares. Realizando una labor silenciosa y efectiva logró descubrir que el entonces senador Álvaro García y el exgobernador del departamento, Salvador Arana, no solo tenían contactos con grupos de autodefensa, sino que eran prácticamente los jefes de estos ejércitos. La gente no sabe que por fue por sus investigaciones que empezó el escándalo de la parapolítica.

Sin embargo, el hecho de que sea honesto no le quita que sea un dinosaurio. En noviembre del año pasado la Coraci (Corporación Anticorrupción Internacional) interpuso una denuncia en contra suya ante la Fiscalía por considerar que se estaba incumpliendo con el reintegro del patrullero Jerson Wilman Aranda, alejado de la institución después de que se conociera que estaba infectado con el virus del VIH. No queremos creer que el buen policía es un consumado homófobo que aún cree que el sida es una enfermedad exclusiva de sodomitas y que se puede transmitir con un simple apretón de manos.

A esto se suman sus recientes declaraciones al diario El Tiempo, donde afirma que se debe intensificar la lucha contra las drogas fumigando cultivos ilícitos. Con estas declaraciones Palomino va en contravía de las salidas que el mundo está optando para combatir el narcotráfico. Este hombre tímido y de bajo perfil  debería dejar de pensar un momento como policía y abrir un poco su mente. El único medio para acabar con los carteles de la droga y de erradicar para siempre estos cultivos es legalizando y ofreciéndole al campesino la opción de sembrar otros cultivos.

Me extraña que un hombre que ha demostrado estar en sintonía con la realidad del país, desconozca los demoledores efectos que acarrea el uso de glifosato no solo contra el medio ambiente —el cual dice defender a capa y espada—, sino contra la salud de los campesinos. A este herbicida se le señala de ocasionar daños gastrointestinales, problemas respiratorios, afecciones al sistema nervioso, cáncer, daños al sistema reproductivo y posibles mutaciones del ADN. Las llagas y la irritación ocular afectan a los niños y muchos de los alimentos que cultivan los agricultores podrían verse contaminados por la sustancia. Este es un precio muy alto que debe pagar el campo colombiano solo para evitar que de Estados Unidos continúe la caudalosa fuga de divisas que genera el narcotráfico.

Las fumigaciones producen además desplazamientos masivos, afectan directamente toda la cadena alimenticia, contaminan ríos, erosionan bosques y lo que es peor: está comprobado que no disminuyen los cultivos de coca. Lo que pasa es que detrás del glifosato está Monsanto y es difícil decirle que no a una multinacional norteamericana.

Lo que no alcanzamos a entender es a qué juega el gobierno. Hace un par de semanas el ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez, se reunió en Washington con el fiscal Eric Holder y acordaron “la posibilidad de mirar el narcotráfico también como un problema económico y social (...) Que redireccionemos algunos recursos que van para la aspersión a otras causas”. Claro, como ha sido natural en estos cuatro años es necesario quedar bien con todo el mundo, entonces para la política internacional nos ponemos la careta de progresistas y acá, para manejar a la conservadora opinión pública, mandamos a Palomino a que diga lo que la gente quiere escuchar, todo ese discurso de la mano dura que tantos réditos da en época electoral.

Nada bueno traerá el haber reactivado la fumigación de cultivos ilícitos. No solamente será una nueva cachetada que recibe el proceso de paz, sino que este atropello atenta otra vez contra los intereses de nuestros campesinos quienes apenas escuchan el sonido de los motores de las avionetas empiezan a temblar. Desolación y dolor es lo único que deja a su paso el glifosato.

Y Palomino tan lejos de la realidad del campo, sordo a las razones, ciego ante los nuevos tiempos. Aunque viéndolo bien, Palomino no tiene la culpa, él solo cumple órdenes. Recuerden que un policía no piensa, un policía obedece.

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