Rodolfo Hernández tiene tan buena prensa que todos hemos olvidado que su alcaldía no fue tan impoluta este autodenominado faro moral pregona. Entre el 2016 y el 2019, mientras tenía las riendas de Bucaramanga, le abrieron 35 investigaciones en la Procuraduría, la mayoría por grosero, por atarván, por autoritario, por todas esas cualidades que convirtieron a su ídolo, Álvaro Uribe Vélez, en el presidente más popular en la historia de este tierrero.
Rodolfo Hernández manipula tan bien a los periodistas que nadie recuerda que él fue, a pesar de mostrarse como el súper héroe que limpiará al país de corruptos, el principal respaldo con el que Luis F. Bohórquez ganó en el 2011 la alcaldía de Bucaramanga. Bohórquez pagó cinco años de cárcel por darle contratos de manera fraudulenta a la iglesia cristiana Manantial de amor quien le ayudó a obtener votos. Ni siquiera podemos acordarnos que Hernández no terminó la alcaldía, que tuvo que renunciar acosado por las investigaciones que le abrieron por usar información privilegiada que tenía como mandatario para acceder a millonarios contratos. No tiene teflón sino chaleco de balas. Todo lo rebota, nada lo toca.
No lo toca ni siquiera la denuncia que hizo La Silla Vacía de que él habría recibido 400 millones de pesos para poner en su lista en la Cámara a Edgar el Pote Gómez, un político que, como bien dice el columnista de El Espectador Jorge Gómez Pinilla “es un político liberal que estuvo preso y tras salir de la cárcel se vinculó a Convergencia Ciudadana, partido de origen paramilitar liderado por Luis Alberto el Tuerto Gil. Estando allí, en 2002 apoyó la campaña presidencial de Álvaro Uribe”.
A punta de madrazos y con una atrevida campaña en redes sociales (la gente que le está haciendo los videos en Tik-Tok es buenísima) que lo venden como “un viejo sabroso” Rodolfo Hernández está llegándole al colombiano promedio, a ese ser despreciable que pone en diciembre el equipo a todo volumen en el garaje de su casa sin importarle lo que pueda estar haciendo el vecino, el mismo que le enciende veladoras a Uribe y le reza porque él es “el papá de Colombia”. El miserable que no tiene un peso para comer pero le preocupa que Petro gane y les despoje las hectáreas de tierra que sólo tiene en sus sueños. Ojo, falta mucho trecho, y los que piensan votar por Petro no pueden confiarse en las encuestas. Hace poco César Caballero, creador de Cifras y Conceptos, daba un dato buenísimo: desde 1990, año en el que se empezaron a hacer encuestas, ninguno de los candidatos que puntean en enero de elecciones termina ganando, con excepción de las reelecciones de Uribe y Santos. En enero de 1990 lideraba la intención de voto Álvaro Gómez, unos meses después ganó Gaviria, en 1994 el que punteaba era Pastrana, ganó Samper, en 1998 Serpa era el virtual ganador, Pastrana obtuvo su revancha, en el 2002 el político liberal también estaba adelante, lo terminó sobrepasando Uribe, en el 2010 daban como ganador a Mockus, el presidente fue Santos, en el 2018 era Petro y la carrera la ganó Duque. No hay nada ganado para Petro así lidere todas las encuestas con comodidad.
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Rodolfo Hernández, con su pinta de papá golpeador, es el capataz que necesita este albañal
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El rival le nació este diciembre. Rodolfo Hernández, con su pinta de papá golpeador, es el capataz que necesita este albañal. Los recuerdos que tienen los colombianos de él son entrañables: es un tipo duro, capaz de golpear a un concejal tan absolutamente pacífico como es John Claro, músico creador del grupo Música para el pie izquierdo, ganador del Mono Núñez, quien fue a su despacho en la alcaldía en noviembre del 2018 para protestarle porque su Secretaria de Hacienda, Olga Chacón, pensaba cobrarle un impuesto a los profesionales que estuvieran trabajando, pasando por encima del Consejo de Bucaramanga. Un hombre frío que decidió no pagar los 4 millones de dólares que el ELN cobraba por el rescate de su hija, secuestrada por esa guerrilla en el 2004. Hasta el sol de hoy no se sabe nada de la hija del ingeniero.
Es horrible cuando un multimillonario es presidente de un país. Lo manejan como si fuera una empresa. Miren no más los casos de Piñera en Chile, Uribe en Colombia y Bolsonaro en Brasil. El país como un juguete, mandar para demostrar quién la tiene más grande. Hernández no es un político, es un ostentoso bulldozer que va aplastando a todo lo que se le atraviese en el camino. Y eso, en un país de pobres acomplejados, que sueñan con el poder, es un atributo irresistible.