Anoche, después de dos días de meditación, de larga introspección y de conflictuar con mi yo interior, decidí caer en manos de Morfeo con la firme decisión de que al despertar no sería más parte de ese 40.8% de Antioquia que está sumido en la pobreza. Tal decisión estuvo inspirada por Rodolfo Correa, actual secretario de Agricultura de Antioquia, cuya afiliación política parece ser cambiante y acomodarse de acuerdo a sus necesidades.
El caso, efectivamente así fue, solo bastó un cambio de mentalidad para amanecer hoy con ríos de dinero, con un número de propiedades a mi nombre que aún desconozco y con una declaración de renta que haría sonrojar a cualquier senador. Todo fue maravilloso, desayuné con carne, un magnífico corte de Angus, que llevó hasta mi habitación la chef, quien cocina como los dioses (hablando de ellos, les ruego por favor que ella nunca descubra mi secreto para la prosperidad, ya que me abandonaría para nadar en su propia riqueza).
Sin embargo, no todo es color rosa en esta nueva vida de millonario, los comentarios y suspicacias no se hicieron esperar. Envidiosamente, los vecinos de la vereda murmuran sobre cómo logré mis riquezas, especialmente en un lugar como este, donde la escuela más próxima está a kilómetros por nuestra maltrecha vía y donde el PAE no llega o lo hace tan diezmado por la corrupción que parece que tuviera hambre.
No obstante, no culpo a mis coterráneos, por acá nunca se había visto tal despliegue de lujo y menos en tan corto tiempo. Además, al no tener internet, muchos de ellos carecen de referentes europeos dignos de ser comparados con mis aposentos. Todo esto es nuevo para ellos, que viven con sus diminutas mentes de pobreza preocupadas por los créditos en el Banco Agrario, por los cultivos que amenazan con perderse o por llegar a la cosecha con precios de venta irrisorios.
En fin, ante este mal rato que pasé y necesitado por afecto, así como el profesor Correa carece de afecto del uribismo al cual es afín, convoqué a toda la vereda a un agasajo en el que no escatimé para demostrar mi nueva clase social. Supongo que la francachela fue memorable, que el vino nunca faltó y que todos pasaron un momento sin igual. Todo esto lo asumo porque los tragos y las pasiones me nublan el recuerdo. Solo sé que al abrir los ojos estaba de nuevo en la misma inmundicia de la noche anterior, pero esta vez con la pena moral de que lo perdí todo por que la riqueza me desbordó.
Con la fórmula mágica del secretario Correa ascendí meteóricamente, aunque de igual manera caí. Así que sospecho que mi mentalidad siempre fue pobre, que algunas personas no sabemos manejar la riqueza, el poder, los cargos públicos o los medios de comunicación. El Estado me lo dio todo, todo el tiempo, con sus extensos tentáculos y honestos funcionarios llegó hasta el último rincón de este escarpado país para proveerme de las herramientas necesarias para prosperar y yo con mi mentalidad de pobre desperdicié esas equitativas oportunidades.
