"Ay, qué dolor", así cerró la banda La Derecha los 25 años de Rock al Parque. El mensaje de la mayoría de los artistas fue claro: las cosas no pueden seguir como están.
De hecho, Andrea Echeverri encontró el espacio perfecto en su presentación de Maligno para decir: no más violaciones, no más maltrato. A la par, Mario Duarte al despedirse nos solicitó, casi como su última petición, que seamos libres o al menos que intentemos serlo. Y Juanes pareció ser igual de contundente: “el arte es lo único que nos queda”. Frases que no pasan desapercibidas: primero por el festival donde fueron dichas y segundo por el peso de los nombres que las han dicho.
Rock al Parque es ese espacio donde los mensajes se dan de una manera muy explícita o entre líneas. Y no solo es el mensaje del artista que está en el escenario, también entran en juego los mensajes del señor que te vende un cigarro, de los aplausos, de quien pasa ofreciendo todo tipo de droga, de quien la consume, de la falta de señal, de las miradas que se comen en silencio, de la desconexión con todo aquello que no esté en ese ahí y ese ahora.
Son horas mágicas. Las canciones evolucionan y se convierten en obras indestructibles y eficaces. Las letras se comen al tiempo y retumban hasta llegar al subconsciente. Son bombas inadvertidas que, al final, nos liberan de escudos pesados donde nos escondemos los demás 362 días.