Sin conocerse aún más detalles del escándalo de Reficar que, por sus dimensiones, parece que apabulla al de Odebrecht y otros muchos que pueden calificarse de menores, lo que resulta claro es que el afán del enriquecimiento personal por medios ilícitos es una potencialidad en los cerebros y corazones de muchos, que encuentra cada vez menos obstáculos para desplegarse en hechos reales.
Es difícil saber si hay mas corrupción hoy que, digamos, en los años setenta u ochenta del siglo pasado pues, como dijo un Nule, siempre la ha habido. Lo que sí parece ocurrir, es que con el tipo de protagonistas desenmascarados recientemente y lo que representan en la sociedad, se abren mas espacios de tipo moral y cultural para atreverse a robar. Ya con expresidentes de la Corte Suprema de Justicia, director anticorrupción de la Fiscalía, amén de congresistas, jefes de campaña, intermediarios del dedo parado sorprendidos con las manos en la masa de los recursos públicos, la licencia para el ciudadano de a pie es casi total. Es previsible, en consecuencia, una suerte de democratización de la corrupción.
Nos llaman la atención los robos grandes y los espectaculares, los que involucran personajes y organizaciones poderosas, de forma similar a como nos atrae la crónica roja en medios escritos o en televisión. Sin embargo, la frecuencia y la variedad con que aparecen los registros de la corrupción acaban sofocando la capacidad de asombro y convierten en banal el hecho de fondo: estar dispuesto a dar y recibir dinero a cambio de algún beneficio. Al ser banal, robar, aunque ilegal, se convierte en un hecho prácticamente normal. Roban los grandes en grande, roban los de a pie al menudeo. Licencia para no desaprovechar oportunidad, piensan y sienten muchos. Sin embargo, robar requiere de algunas competencias que pueden ser aprendidas.
El tema es muy complejo y su estudio alcanzaría para el diseño de varios cursos de magíster y diplomados, teóricos y prácticos, cuyo propósito consistiría en llevar al ámbito académico, de forma sistemática, el análisis de prácticas arraigadas en algunos círculos económicos, sociales y políticos. Los nombres de los posibles posgrados, en medio del hastío que produce la banalidad, son obvios. Solo algunos títulos posibles:
¿Por qué estar dispuesto a pagar dinero a funcionarios públicos? Problemas y oportunidades, diplomado. Se trata de ilustrar acerca de la taxonomía de los tipos de oportunidades para quien corrompe, que puede estar motivado por la obtención de dinero (éxito en adjudicaciones, por ejemplo), prestigio, poder político, por la exoneración de responsabilidades penales y mezcla entre algunas de las anteriores. Los participantes pueden provenir de un amplio espectro de sectores, incluidos consorcios empresariales privados, funcionarios públicos, incluidos congresistas y dirigentes políticos en la picota (acusaciones por alguna presunción de desmán paramilitar o, simplemente, malversación de recursos públicos).
Estructuración de negocios o como ganar una licitación por la vía rápida.
Estudios de caso bajo la metodología Harvard.
Dirigido a profesionales con talento en el análisis financiero
Estructuración de negocios o como ganar una licitación por la vía rápida. Estudios de caso bajo la metodología Harvard. Dirigido a profesionales con talento en el análisis financiero, en sus relaciones sociales y en la vocación de servicio al cliente en una industria altamente competida, deseosos de convertirse en asesores de proveedores destacados y gestores de primer de nivel en procesos licitatorios y, por supuesto, de prosperar en serio. ¿Por qué esperar una vida entera para contar con las comodidades que usted merece, en poco tiempo? Tasa interna de retorno, ajuste de estados financieros, economía política de la toma de decisiones a partir del juicioso análisis de los casos de las ambulancias de Bogotá y Odebrecht.
Cómo mitigar el daño cuando su organización es sorprendida: el espíritu de cuerpo. Especialización dirigida a aquellos que tienen claro que la unión hace la fuerza. El dinero no lo es todo, puesto que casos que pueden desacreditar a determinadas instituciones, públicas y privadas, se relacionan con hechos como los llamados falsos positivos, la pederastia o la depredación del medio ambiente. La experiencia histórica es sabia: cerrar filas alrededor de la institucionalidad evita la judicialización y la rendición de cuentas. Se incluye un módulo de marketing para desacreditar a los detractores. No todo acto de corrupción implica robar, aunque obstruir la justicia sí está emparentado con aquella.
Con tan buenos maestros que generan un poderoso know how que va haciendo parte del patrimonio social, es claro que el policía de tránsito, el secretario de un juzgado, el empleado de una curaduría, solo para mencionar unas pocas ocupaciones, cuentan con amplia autorización moral para proceder a la corrupción al menudeo.