La renuncia de Roberto Pombo a la dirección de El Tiempo es una noticia dolorosa para todos aquellos que encontramos en él la posibilidad de expresar sin restricciones nuestras opiniones, así no fueran las que el dueño del periódico quisiera oír. Independientemente de sus razones, que las ha mantenido en secreto, su nombre se agrega a esa ya larga lista de periodistas de primer lugar que han salido de los medios limitando seriamente las posibilidades de tener los espacios de opinión que la democracia exige.
La verdad es que con la salida de Roberto Pombo lo que se ha generado es una severa crisis en El Tiempo, pónganle la firma. No se trata solo de una crisis económica que sabemos viven los medios de comunicación escritos porque entre otras, el hombre más rico de este país podría manejar. Es mucho más que eso, es el fin de una clase de periodismo que a pesar de todas las presiones que seguramente recibía día a día, Roberto trató de mantener, de no permitir que se cerrara este medio a tener el grado posible de libertad de opinión. En palabras simples, nuestra pobre democracia se está ahogando día a día ante los ojos de ese país que está saturándose de estos indicios claros de un poder que pretende dominarlo todo.
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Nuestra pobre democracia se está ahogando día a día ante los ojos de ese país que está saturándose de indicios claros de un poder que pretende dominarlo todo
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Es una crisis del periódico que ha sido el más importante del país, porque las posibilidades que se plantean sobre su remplazo son preocupantes. Si asume la dirección uno de esos periodistas entregados totalmente a este gobierno dominado por el Centro Democrático, con sus posiciones extremas y su división del país entre amigos o enemigos, hasta ahí llegó El Tiempo. Si esta es la salida, se acaba la poca posibilidad de disentir en este medio. La otra es que se nombre a un buen periodista de la planta interna pero que no tenga la posibilidad de enfrentarse al dueño y a las presiones de un gobierno al que los sectores poderosos no se atreven a contradecir.
Cualquiera de esas posibilidades es el fin de El Tiempo. ¿No sería que Roberto Pombo vio pasos de animal grande y ante la posibilidad de presiones que acabarían con el prestigio de ese periódico decidió retirarse? ¿No será que con la disculpa de las pérdidas que está produciendo este medio, se van a impulsar medidas a las que él se opuso? Es decir, por donde se le mire es una señora crisis que termina siendo también una crisis que afecta la libertad de expresión de este país. Es la democracia, de nuevo la que se sigue cerrando en momentos tan críticos como los que vive Colombia.
La pregunta que muchos nos hacemos es que más nos falta a los colombianos. Un gobierno que vive en las nubes, rodeado de personajes de segunda categoría que en otro gobierno jamás habrían llegado a ocupar las posiciones que han alcanzado ahora. Ministros que si acaso llegan a vices; amigos del presidente que ningún otro presidente hubiera nombrado en posiciones claves. Improvisación y reciclaje entre los mismos, así no tengan las capacidades y la experiencia. ¿Otro caso como el de Semana? Donde cada día se concentra no solo la derecha extrema sino algunos periodistas que no deberían estar en una revista que tuvo otros perfiles hasta que se volvió simplemente el mejor negocio de hoy: servirle a este gobierno lleno de falencias, con un presidente que no resuelve los graves problemas que enfrenta esta sociedad.
Por todo lo anterior y mucho más, duele muchísimo perder a Roberto Pombo como director de El Tiempo, no solo por lo que él es como periodista, como persona, sino por ser una clara señal de lo que se viene. Quedamos en manos ahora sí, de los hombres más ricos de este país que de democracia poco saben y parece que tan poco les importa.
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