Me robaron el celular y no he muerto

Me robaron el celular y no he muerto

"En ocasiones le agradezco al ladrón por haberme emancipado, estaba tan esclavizada de ese aparato que ya no tenía vida"

Por: Diana Carolina Abril Giraldo
febrero 13, 2018
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Me robaron el celular y no he muerto

A todos en alguna ocasión nos han robado una de nuestras pertenencias, con mayor frecuencia el teléfono celular, pues es más rentable para los ladrones que cualquier otro objeto; ahora bien, yo diría que con tanto teléfono móvil que existe, ¡no me parece tan rentable! Algunos de los ciudadanos expresan que si les llegase a pasar no se dejarían robar, ¡primero muertos! Por tal motivo tratan de no llevar cosas de valor, por lo mismo nunca usan TransMilenio, Sitp, Sitp provisional, buseta, taxi y, por lo tanto, prefieren andar en bicicleta, moto, o a pie.

Por el contrario, todos conocen la realidad y saben que, a pesar de ello, siempre se está en riesgo constante. Cualquiera de los medios de transporte que se usan con frecuencia son un camino hacia un posible atraco, una invalidez segura e incluso la muerte. Opino, como muchos colombianos, que ni siquiera en nuestra propia casa estamos seguros, pues se pueden meter los ladrones y llevarse todo lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo.

De modo similar, he oído a algunas otras personas que opinan que nunca andan por ahí dando papaya en la noche, en callejones desolados, en barrios peligrosos, (en mi opinión todos los barrios son peligrosos), el norte aún más, teniendo en cuenta que la gran mayoría de ladrones viven en el sur y se van a robar al norte, pues ahí está el billete. "Es lo que se ve en apariencias", sin herir susceptibilidades. Algunas otras personas, de igual modo, afirman que esconden tan bien sus objetos de valor que el ladrón tendría que hacer un curso en la Nasa para poder encontrar algo que valga la pena.

Al igual que esas personas que tanto hablan, yo aseveraba lo mismo, decía mucho y al final no hice nada. Soy una mujer tan prevenida, cauta, prudente y demás adjetivos relacionados con la precaución, que en menos de 5 segundos y a punta de cosquilleo me sacaron el celular del bolso. Y no del cosquilleo que da risa, sino lo contrario, del cosquilleo que duele en el alma, no por el precio del aparato celular. Si bien podría ser un motivo para llorar, además del valor sentimental que tenía al ser un regalo de mi madre, dolió por la información tan importante e indispensable que almacenaba allí.

Es tan insólito lo instantáneo de cualquier robo y en el caso del cosquilleo aún más; hay una entrevista en internet realizada a un ladrón que se comunicó en una ocasión con la W Radio y mencionó que "trabajaba" en la modalidad de cosquilleo, aduciendo que no era culpa de la policía, sino de las propias víctimas que andaban embolatadas, con celulares costosos y que, por ese motivo, los ladrones se aprovechaban. Para los que no la han escuchado, se las recomiendo, la encuentran en Google.

Como pueden ver, no solo se trata de la percepción de inseguridad que realizan en la ciudad de Bogotá y en el resto del país,  es una realidad de la inseguridad que se vive cada día, y por la que se debe estar a la defensiva todo el tiempo, pues por $100 pesos, estos malhechores pueden asesinar a personas en unos segundos. Además, dichos personajes pueden dejar en la calle a más de uno, y si por alguna razón, se capturan en flagrancia, de igual manera, quedarán libres por error de procedimiento en la captura por parte de la policía, por equivocación de la fiscalía, por subjetividad del juez competente, por vencimiento de términos o dilaciones en el proceso y otras tantas excusas jurídicas que se oyen constantemente en los medios de comunicación.

Referente al uso del teléfono celular, se conoce que en la actualidad se ha convertido para todos en una herramienta de trabajo, es indispensable para realizar negocios, para estudiar, es un medio de comunicación con el mundo exterior y con la familia principalmente, así pues, y siendo sensatos en ocasión de separación con los allegados también. Esos aparatos telefónicos logran entretener a muchas personas; y con tantas aplicaciones, qué es lo que no se puede realizar por medio de un teléfono inteligente.

Personalmente, acostumbraba a utilizar una aplicación para andar en Sitp y en TransMilenio, pues tengo poco sentido de la orientación, al igual que hacía uso de una aplicación para escanear, pues sale mucho más económico desde el teléfono móvil que pagar en un internet por ello, tenía también una aplicación para saber dónde estaba mi esposo, no por desconfianza, sino por seguridad, sí, yo sé que no me creen.

Igualmente, utilizaba mi teléfono móvil para otra infinidad de cosas, el bloc de notas era importantísimo, pues allí normalmente comenzaba mis artículos terminándolos en mi portátil, al mismo tiempo, hacia uso de mi teléfono para tomar fotos en las salidas o paseos, para mis notas ciudadanas, entre otra infinidad de beneficios. Sin embargo, así como lo utilizaba en cosas útiles, también lo desperdiciaba en cosas inútiles, en ocasiones, perdía demasiado tiempo espiando o llamando la atención de otros para que me espiaran. Y en la noche al no poder conciliar el sueño, lo cogía con el fin de tener una distracción y se convirtió en una adicción.

No obstante, de mi primer robo de teléfono celular sin darme cuenta logré sacar algo positivo. Con esto no quiero defender a los ladrones, quiero comentarles que como dice en los memes: me reencontré con mi familia, hablo mucho más con mi esposo, con mi hija y  hasta con mi perrita, ahora discuto directamente con las personas, no bloqueo a nadie en WhatsApp, Facebook o Twitter, no reviso últimas conexiones. En resumidas cuentas, después de que me hurtaron el teléfono no he muerto, podría haberlo hecho por dos razones; una, cuando me lo robaron si forcejeaba con el ladrón o si de pronto no le caía en gracia, y otra, por la pena de haber perdido millones y millones de megabytes. De cualquier forma, sigo más viva que nunca, doy gracias porque no me mataron por robarme y no morí al quedarme sin información y sin teléfono móvil.

En conclusión, a pesar de lo que me pasó, he sobrevivido a estar sin teléfono celular, me siento libre por fin de un porcentaje de la tecnología, pues aquí me pueden seguir notando, sigo involucrada y escribiendo. En ocasiones le agradezco al ladrón por haberme emancipado, estaba tan esclavizada de ese aparato que ya no tenía vida, estaba enferma, era una adicta, me sentía absorbida por la tecnología y la curiosidad, ocasionalmente por el aburrimiento y negaba que estaba perdiendo mi valioso tiempo, ahora lo aprovecho más.

Por último, recuerdo tomar una foto en el Rodadero en Santa Marta de tres jóvenes pegados a su celular, ¡en semejante paraíso! Por lo mismo, les recomendaría dejar el celular a un lado (no sin antes compartir la nota), pasen tiempo con su familia y conózcanla, hablen con ellos personalmente, realicen tertulias con amigos y piérdanse con sus parejas sin que todo el mundo tenga que encontrarlos en las redes. Por ahora, yo me permitiré comprar una flecha, que me regale mucho más tiempo con mis allegados y seres queridos, y aprenderé a vivir sin él, ¡mi teléfono celular inteligente!

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