Además de haber nacido en las condiciones más desfavorables, los niños pobres de nuestro país deben soportar que les quiten las raciones que les otorga el Estado.
En nuestro país los escándalos de corrupción son el pan de cada día, pareciera que este monstruo en vez de extinguirse, riega sus tentáculos por cuanta entidad institucional maneje recursos públicos en Colombia, condenándonos a un eterno flagelo que nos hunde cada vez más en la pobreza.
Se podría asegurar que la corrupción es igual de dañina en todos sus estados y formas, no obstante, al analizar con detenimiento el saqueo al Programa de Alimentación Escolar (PAE) puedo inferir que es un homenaje mayor a la falta de sensatez, sensibilidad y vergüenza, en su máxima expresión.
Y es que robar la comida de los niños más pobres de nuestro país a simple vista se traduce en uno de los tantos problemas que azotan diaria y descaradamente al país más feliz del mundo. Sin embargo, ignoramos que reducir o suprimir la ración diaria de los niños de las escuelas públicas contribuye al aumento de la desnutrición crónica, lo que afecta el desarrollo físico e intelectual a corto, mediano y largo plazo de los estudiantes, hipotecando su futuro y debilitando sus bases para salir adelante en el agreste camino que ya le espera en nuestra sociedad.
Más grave aún es que el PAE está dirigido a la población más vulnerable de nuestro país, buscando cumplir con el propósito de equidad tan laureado por el actual gobierno, por esta razón, desangrar sus recursos es atracar vilmente a los niños más pobres, es decir, además de haber nacido en las condiciones más desfavorables, les quitan la migaja que el estado quiere otorgarles como una manera de mitigar su inoperancia e ineficacia, sumiendo aún más a algunos de ellos en el hambre, como si la tan temible amenaza castrochavista ya hubiese llegado a sus cercenados hogares.
Los casos de corrupción no son casos aislados o esporádicos, las últimas cifras señalan que los corruptos se han ensañado con Colombia; ocupamos el puesto 90 en entre 176 naciones evaluadas por Transparencia Internacional. Sin olvidar que en los últimos siete años más de 19.000 personas han sido sancionadas por actos de corrupción. En cuanto al saqueo al PAE, este problema se hace más grave en los departamentos más pobres, en los que según cifras recientes, se capturaron 88 personas y 94 fueron llamados a imputación de cargos, por artimañas entre las que se encuentran sobrecostos, irregularidades en los contratos y falsas entregas.
La conclusión es simple: un niño con hambre y déficit nutricional difícilmente puede aprender y mejorar su calidad de vida, lo que confirma que en nuestro país estamos lejos de disminuir las brechas sociales. Contratistas, políticos de turno y cuanto personaje hay entre en las cloacas de la corrupción no solo le han quitado a los niños el agua potable, la salud y la educación, sino que inevitablemente ya entraron en su plato de comida, menoscabando su futuro y haciendo mucho más difícil el progreso de los menos favorecidos que luchan diariamente por formarse y salir de una vida miserable en el séptimo país más desigual del mundo.
