La luna ha llorado toda su tristeza sobre el municipio durante estas largas noches de penumbra, ha brillado incluso más que el esférico sol de fuego y la frescura de la brisa nocturna ha congelado a mis amigos más cercanos. Solo puedo recurrir a dialogar con oscurecidas estatuas de hielo, no pueden mover un solo dedo, solo mascullan las palabras entre sus dientes. Y el sonido se pierde entre las montañas que claman ser dominadas, esa es la esencia de toda tierra, realizar por sí misma su conquista.
En estos tiempos de convulsión absoluta, no es nada raro que el día se transforme en noche y las sonrisas se conviertan en saladas lágrimas. Enorme resalta el metálico astro, alrededor del imposible color violeta de las nubes, como si quisiera decirnos algo, transmitirnos en el susurro de un búho su más sincero secreto. Un loco brujo del parque gritó con su voz de alcoholizada: ¡En su grandeza quiere evitar que cometamos un gravísimo error imperdonable!
Ya hemos empezado a ver las muecas siniestras, estamos sorprendidos por la monstruosidad diabólica de los rostros disfrazados, la superficie de sus pieles revela la lepra que como castigo Dios le entrega al villano; esos mismos que en un futuro nos provocarán incurables heridas e insondables pesadillas se están reuniendo como lobos estrategas que han visto pastar al venado en su inocencia.
Ay de aquellas pesadillas, en las que perderemos el conocimiento de las verdaderas causas y quizás hasta nuestro rumbo. Los rionegreros visitamos las panaderías con el cansancio de las mañanas y ha comenzado a repartirse un aterrador veneno, parba embrujada de pócimas políticas, que será consumida por el pueblo que no tardará en convertirse en zombie (incurables muertos vivientes) con ideas revolucionarias pero sin argumentos. Quisiera que redimensionaramos a Rionegro, que lo dibujáramos con las invisibles tizas de nuestras mente, que lo pensáramos como un enorme bosque habitado por despiadadas fieras, hambrientas y dispuestas a besar con sus colmillos a la mismísima muerte.
Aúllan y su sinfonía despierta a las aves, esas que un día surcaron el claro cielo de Rionegro, esas que un día traspasaron las nubes de un dorado atardecer conectándonos con los brillantes mundos de la esperanza. No hay héroes, no hay líderes, no hay salvadores. El paisaje es desconocido y podemos volcarnos hacia un caos antidemocrático, si no miramos bien la delicada caída de las fichas sobre el tablero de ajedrez.