Es claro que la arremetida del poder central y el encarcelamiento de la clase política de La Guajira, amén de que no son inocentes, es lo que le limpia la imagen al Nobel y Lámpara de la paz sentado en el solio de Bolívar. Perfil desteñido e irrecuperable en el concierto nacional, pero exaltado por esos galardones a nivel internacional, que solo lo opacan las medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la presión de los países europeos ante el etnocidio.
Ya Juan Manuel Santos no tiene más intereses políticos en Colombia; nadie como él ha ocupado todos los cargos de la cúspide jerárquica. Su ego y su prestigio lo ubican en el concierto internacional. A él le importa un comino su favorabilidad local momentánea, ya tiene su nombre imborrable en la historia con la irreversible paz. Sí lo trasnocha lo que piensan los líderes mundiales de la cabeza visible del Estado colombiano; ellos en última instancia son los que definirían su eventual futuro político.
Cada vez que muere un niño wayuu de hambre y sed, la presión internacional al presidente se acrecienta y él, ni corto ni perezoso, les muestra a todos lo que pasa en La Guajira con el record mundial de 6 gobernadores y otros tantos alcaldes en prisión. Además de la intervención política, administrativa y financiera al departamento, se fragua una eventual declaratoria de “estado de cosas inconstitucionales” que es lo que se vislumbra en el panorama para restablecer, en palabras del fiscal general, el tejido institucional.
Los casos más sonados del boom anticorrupción de La Guajira son los del PAE y el combate a la mortalidad infantil, los de Fabio Velásquez Rivadeneira y Oneida Pinto Pérez, que tienen que ver con la alimentación y el rescate de niños moribundos. Por eso es indudable que la justicia colombiana será implacable con ellos y la gran prensa santista hará un despliegue internacional mostrándolos cómo “los que se robaron la plata de la comida de los niños que se están muriendo de hambre”.
Elevar a Fabio y a Oneida a la categoría de criminales de lesa humanidad a nivel mundial es lo que más le limpia la imagen a Juan Manuel Santos Calderón. Son ellos, además, avalados por Cambio Radical, el mismo partido que acreditó a Kiko Gómez, a quien ya la justicia colombiana le puso una condena histórica y la gran prensa lo mostró como el Pablo Escobar guajiro. De paso, esa organización y su jefe político se alejan cada vez más de la órbita del presidente.
Parte de la puesta en escena mediática internacional es exhibir a la ex gobernadora y al alcalde distrital como seguidores y pupilos de Kiko. Para eso tienen todo un dossier de fotografías donde hacen campañas juntos con los mismos símbolos partidistas. Al tener a esos seis gobernadores en prisión y al alcalde distrital con casi la misma jerarquía; posicionan al presidente como un héroe que ha sabido doblegar a lo más cruel de la mafia colombiana responsable de la crisis humanitaria de La Guajira.
Dada la juventud de Fabio lo más conveniente para él y para Riohacha es renunciar como alcalde, acogerse a los cargos, cooperar con la justicia y ahorrarse los costosos honorarios de los abogados. Ese es el camino más expedito para aligerar su regreso al lado sus seres queridos. Continuar litigando lo enfrenta a los intereses estratégicos de un gran aristócrata capitalino y le cuesta un dineral. De paso, renunciando despeja el camino para que Riohacha vuelva a la normalidad y se recupere la institucionalidad.