Hace 30 años, cuando Leticia no era un centro turístico mundial, el único hotel tres estrellas en la ciudad era el Anaconda. Hoy en día existen más de sesenta lugares de hospedaje. Las tarifas oscilan entre 20 mil y 300 mil pesos la noche. Los únicos que pierden con la expansión hotelera que atrae el turismo son su gente y el Río Amazonas. Su caudal es tan impresionante que alimenta, en un solo minuto, de agua potable a cinco ciudades tan grandes como Nueva York. Paradójicamente el departamento no cuenta con agua potable. Los 70 mil millones del plan departamental de aguas, se quedaron sólo en el papel: la manigua de la selva se los devoró. Este gigante herido es la razón de ser del puerto de Leticia.
El gran río y todo lo que habita allí se está asfixiando: aproximadamente 30 toneladas de basura y las aguas residuales de 45 mil habitantes de Leticia; buena parte de ellas provienen de los desagües de los hoteles, sin contar las comunidades y ciudades vecinas de esta triple frontera, que caen en él cada día. Las especies que se están viendo acorraladas son el manatí y la nutria gigante, quienes ya están en peligro de extinción. El pirarucú, el pez de agua dulce más grande del planeta, que se caza indiscriminadamente en época de veda. El delfín rosado lo matan para usarlo de carnada de peces ornamentales. De nada sirvió haber entrado en una guerra con el Perú, hace 80 años, para recuperar este pedazo del paraíso: lo que no pudieron los cañones lo están haciendo la mano del hombre.
Las grandes cadenas hoteleras lo saquean todo: todo lo traen de Bogotá; desde el papel higiénico hasta los botellones de agua. La redistribución de los ingresos no se ve reflejado en la comunidad. El desempleo era tan grande que ni siquiera el Dane nos tenía en cuenta. Sólo hasta en el censo del 2015 apareció la primera cifra: 63.8%.
La culpa no sólo la tienen el Decameron, On vacation y otras empresas de turismo ya que desde la casa no se ha logrado crear un orden que permita mantener un sistema turístico regulado, articulado y sostenible por parte de los responsables de las Secretarías de Turismo y autoridades ambientales.
Sacamos pecho porque nos visitan de toda parte del mundo. Nada más en lo que va del año 8000 turistas han llegado trayendo las costumbres de las grandes ciudades que habitan, olvidando que la selva tiene sus códigos propios, su tradición, su manera de respirar. Todos olvidamos esto y sucumbimos a la danza de los dólares. El único que recuerda parece ser el río y en el planeta ya no nacen ríos, menos tan desmesurado como el nuestro.
Cuando venga al Amazonas no sólo se deje atrapar por su magia. Recuerde que cada comunidad, y cada lugar que visita, tiene sus propias leyes de desarrollo étnico y ambiental. Respétalas para que el Amazonas no nos pase cuenta de cobro.
@lolisportella