Riñones asados, borrachera en Dublín: ¿Qué es el Bloomsday?

Riñones asados, borrachera en Dublín: ¿Qué es el Bloomsday?

Cada año los admiradores de James Joyce se reúnen para celebrar en Irlanda la obra cumbre de la literatura universal: El Ulises

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junio 30, 2018
Riñones asados, borrachera en Dublín: ¿Qué es el Bloomsday?
Foto: archivo Flickr: Stéphane Moussie. CC BY 2.0

«El señor Leopoldo Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves.
Sobre todo, le gustaban los riñones de cordero a la parrilla,
que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa.»
Ulises, James Joyce

«Ulises» es el título de la emblemática novela del escritor irlandés James Joyce (1882-1941) publicada en 1922, y en la que hace alusión referencial y metafórica al héroe del celebérrimo poema épico «La Odisea» escrita en Grecia por Homero en el siglo VIII ac.

Este nuevo «Ulises» es considerado como la novela más importante del siglo XX en lengua inglesa. Una obra tan controvertida como analizada, dolor de cabeza para muchos, venerada por unos y detestada por otros tantos.

La novela narra las vicisitudes de un día normal de su protagonista Leopoldo Bloom, una persona del corriente, de unos 40 años de edad y de origen judío. El día escogido por el autor es el 16 de junio de 1904 en la ciudad de Dublín; una jornada que empieza a las 8 am y termina en las primeras horas de la mañana siguiente y que es explayada en cerca de 1000 páginas escritas.

Mientras Homero relata los diez años de hazañas del rey Odiseo (Ulises en latín) cuando al finalizar la guerra de Troya retorna a Ítaca su tierra natal en donde lo espera su mujer Penélope y su hijo Telémaco, el Ulises de Joyce narra las andanzas de Leopoldo Bloom por las calles de Dublín, en una jornada, antes de regresar a su casa en donde lo espera Molly su mujer.

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Desde 1954 y con ocasión del trigésimo aniversario de publicación de la novela, cada 16 de junio se celebra el “Bloomsday” (el día de Bloom, o también un juego de palabras para “Doomsday”: el día del Juicio) día en que Dublín se acondiciona a la moda de 1904, para que sus gentes y una gran afluencia de turistas efectúen una peregrinación recordatoria por los sitios emblemáticos de la novela; es decir, por esas localizaciones por donde Leopoldo Bloom anduvo en la jornada que describe la novela. Se recorre, entonces, la torre Martello de Sandycove, la playa de Sandymount, Eccles Street, el cementerio de Glasnevin, el Hotel Ormond, O´Connell Street sede del periódico Freeman´s Journal, el pub de Davy Byrne en Duke Street, la Biblioteca Nacional de Kildare Street y “el burdel de Bella Cohen” en Tyrone Street, entre otros.

El Bloomsday propone numerosas actividades culturales que mezclan seriedad y diversión, para rememorar el itinerario del protagonista en ese día: entrada en la farmacia Sweny con compra ineludible del jabón de limón que usaba Bloom; desayuno con riñones de cerdo con té y tostadas; almuerzo de un sandwich de queso gorgonzola acompañado de una copa de vino Bordeaux en el pub de Davy Byrne; paseos a pie por la ciudad; lecturas guiadas; conciertos; tours en autobús; representaciones teatrales de la obra en distintos puntos de la ciudad por donde sucede la acción de la novela. Para mayor sazón, la tradición quiere que los viandantes porten vestimentas de comienzos del siglo XX, la época del reinante Eduardo VII, hijo de la reina Victoria.

Joyce utiliza para cada uno de los 18 capítulos del libro, un estilo diferente y un tema de la Odisea; siendo el último capítulo el más característico por su marcada originalidad estilística. Introduce la noción de «monólogo interior» o «corriente de la conciencia», escritura que consiste en transcribir el pensamiento en el mismo flujo en que se supone nuestro cerebro discurre, es decir sin un secuenciamiento lógico formal, entremezclando temas, sin signos de puntuación ni sintaxis, de caótica expresión, espontánea, desenfrenada y desinhibida. Aparece entonces el famoso monólogo interior de Molly Bloom: un largo cavilar que marca el final de la novela y que acontece mientras esta descansa en cama al lado de su marido ya de regreso a su “Ítaca”.

La lectura del Ulises de Joyce, además de adentrarnos en un género y trama bien originales, nos confronta a una interrogación: ¿Por qué realizamos muchas de nuestras actividades humanas? La respuesta está lejos de ser evidente. Puede uno responderla de múltiples maneras en procura de justificación a nuestras acciones: por hábito, por imposición, por necesidad, por necedad, por deber, por no decir que en la mayoría de casos no lo sabemos. ¿Por qué leemos este libro de Joyce que es difícil, arduo, complicado, enrevesado, fastidioso por momentos e incomprensible muchas veces? Y entonces aparece como respuesta: para atender un desafío, para darle cita al reto y vencerlo, para demostrarnos que somos capaces de realizar cosas por delirantes que se presenten, pero cuyo logro nos enorgullece y deja la satisfacción de que algo que se presentaba de imposible o de difícil consecución pudimos realizarla. Ejemplos son los deportes extremos, esos que ponen incluso las vidas en peligro, los escaladores de altas montañas lo saben bien; ¿qué experimenta un alpinista al coronar los 8.848 metros del Everest? Ciertamente una embriaguez, no sólo ocasionada por la escasez de oxígeno, sino por la adrenalina que a borbotones debe brotar para festejar el goce del logro.

Leer el «Ulises» de Joyce es un gran desafío, incluso para lectores avezados, para los alpinistas de la lectura. En mi caso personal, que no parece ser de excepción, comencé la lectura en varias ocasiones y esas tantas la abandoné. La lectura se me volvía pesada, no descifraba correctamente las frases, me faltaban elementos para entenderla, eso me aburría e interrumpía con frustración. Hace algunos años encontré la solución: tomé un curso con un experto. Durante varios meses estuve estudiando con un grupo dirigido por Joe Broderick, un curtido profesor irlandés de origen australiano, radicado en Colombia, especializado en literatura inglesa, en particular la de Joyce. Aunque la tarea no fue fácil, esa lectura orientada me permitió descifrar parte de los misterios del libro y vencer el muro que se había instalado entre Joyce y mi cerebro. Ahora lo considero, así como los alpinistas, un logro; había que enfrentarlo, vencer la dificultad, entender, esforzar el cerebro, domarlo, poner la concentración y el análisis a buen recaudo. I got it!

El diablillo del Joyce sabía que estaba creando un acertijo de gran tamaño, es más, afirmó que de esta manera pasaría a la inmortalidad, que mantendría por largo lapso a muchos pensadores reflexionando sobre su obra. No contento con esta pilatuna, escribió otro de mayor talante: «Finnegans wake», este sí es un libro imposible, ilegible, porque mezcla 70 lenguas, crea neologismos multilingüísticos, juegos impenetrables de palabras y experimenta eliminando la trama, la linealidad y la hilanza narrativa. No hay muchos que lo hayan realmente leído y menos entendido.

El «Ulises» es una hazaña literaria por alcanzar, y que bueno tener presente –en preparación o en celebración de lectura– el Bloomsday que, por cierto, acaba de pasar y que ahora se conmemora no sólo en Irlanda, sino también en Hungría, EEUU, Italia, República Checa, Australia y México.

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