Nadie supo resumir mejor los avatares del ciclismo como Rigoberto Uran. Alguna vez le preguntaron que qué pasaría en una etapa cumbre que tenía. La respuesta al periodista fue "yo que voy a saber guevón". Tiene razón, el ciclismo es impredecible. Hace dos días Rigoberto Uran era segundo en el Tour y parecía tener las fuerzas necesarias para disputar el podio de la competencia. Pero el desfallecimiento fue tremendo, hasta el punto que en las dos etapas de los Pirineos Uran lo perdió todo y salió de los diez primeros.
Igual no podremos reprocharle nada porque a diferencia de otros ciclistas colombianos Rigo pone la cara y no esconde nada. Sin excusas dirá la verdad: que no hubo piernas y que, entre las variantes de una carrera de tres semanas, la salud es fundamental. Y esta vez Rigo, a sus 34 años, ya marca un antecedente peligroso y acaso definitivo.
Igual para todo lo que ha hecho Urán no nos debe nada: plata en los Olimpicos de Londres, dos veces subcampeón del Giro, una vez subcampeón del Tour, ganando además etapas en el Giro y el Tour.
Su sonrisa, su perseverancia, la tragedia personal que tuvo que vivir. Rigo es uno de nuestros héroes y siempre lo será.