En Colombia nos hemos dedicado a destruir a nuestros ídolos. No importa si sean goleadores de un mundial o ganen un Tour. Lo que hemos hecho con James y con Egan cuando han flaqueado demuestra nuestro exitismo. Al único que no ha necesitado ganar nada para ser amado es Rigoberto Urán. Ojo, cuando decimos no ganar nada hablamos de títulos porque concretos, aunque los logros de Rigoberto sólo han sido superados por dos ciclistas en la historia del ciclismo nacional: Egan Bernal, campeón de un Tour y de un Giro.
Rigo fue dos veces subcampeón de un Giro, una vez de un Tour, fue segundo en una Olimpiada, unos logros inobjetables que lo hacen, a sus 34 años, uno de los animadores más fervorosos que puede tener el Tour en esta edición. Rigo corre con la única presión que le desata su ambición. Es que, aunque esconde su espíritu combativo, Rigoberto tiene el alma de ganador de los grandes campeones. A veces la suerte no lo acompaña.
En el 2019, durante la Vuelta a España, pensamos lo peor. Múltiples fracturas, afirmaron que su carrera podría haber terminado. Incluso se llegó a temer por su vida. Larga fue la recuperación y dolorosa. En el Tour apenas le alcanzó para ser octavo. Pero la gente se lo celebró a rabiar. A Rigo, después de la vida que ha tenido, su papá asesinado por los paramilitares, una infancia durísima en su golpeada Urrao, lo único que se le exige es que sea feliz en una bicicleta.
Sin embargo en este Tour Rigo está muy fuerte. Viene de ser subcampeón en la Vuelta a Suiza ganando incluso una contrarreloj, la tercera que logra en su carrera. Ojo, el miércoles Rigo podría empezar su leyenda. Es que si nos regala un podio en el Tour lo celebraremos el doble porque lo amamos demasiado.
