En Cali, a finales de los sesenta, quedó prohibida la música de Richie Ray y Bobby Cruz. En esa época la salsa era una música para malandros y prostitutas. Las niñas bien no podían bailar ese sonido de negros, de marihuanos, de proscritos confinados en el entonces marginal sector de Juanchito. Los hechos ocurrieron el 26 de diciembre de 1969 en plena feria de Cali, en la caseta Panamericana. Esa noche alternarían los colombianos Nelson y sus estrellas, Gustavo Quintero y los Graduados, típico chucu-chucu que un melómano radical como Andrés Caicedo despreciaba. De los hechos sólo queda el relato de Andrés Caicedo en Que viva la música, verdad o mentira éste es el único relato que nos queda de esa noche:
“Ricardo Ray alternaría con el comodón Nelson y sus Estrellas y los infames Graduados de Gustavo Quintero. Y no se iba a sentir del todo bien, teniendo al lado a los que nombro de últimos, meros aficionados. Se habla de ese esmirriado trompetista acercándose al micrófono de Gustavo ‘Quimba’ Quintero, dándole pautas, una más alta que la otra, luego, por lo bajito, el piano, la clave que se instalaba, la voz de Bobby Cruz desfigurando, subvertiendo desde el coro las boberías del Quintero, toda la banda encima, luego Nelson (que por esa época sonaba con mucho más Salsa) ayudando en el golpeteo, en el bataneo, obligando, Nelson y Richie, ¡a improvisar a los Graduados! Se habla de la vergüenza pública por la que pasaron los paisas, no les dieron un tiro, no resistieron el quinto empuje, vete a la escuela te digo que tú conmigo no puedes, obligados se vieron a salir de la escena por culpa del plano de la dulzura, pobres diablos con el culo roto, y eso no fue sino una celebración, barullo y pataneo entre tremendo salsón. “¿Tengo el permiso?”, gritaba Richie, y tres veces le respondieron: “sí”, lo tienes hermanito del alma, danos, déjanos tu sabor, y de allí una sola descarga, la emoción que siento cuando te canto, cuando te celebro: ‘Allí fue cuando se hizo la justificación de esta ciudad -decía Rubén, amargo-. Ricardo Ray inventó el mito’”.
El punto es que en 1971 el bugalú fue considerada una música demasiado vulgar. Por eso no fueron invitados ese año, ni al siguiente. Andrés Caicedo hizo venganza poética desde su novela y promovió un cartel que se haría legendario en su única novela:
Ricardo Ray y Bobby Cruz no volvieron durante mucho tiempo. En su lugar llegaron cantantes más blandos que indignaron a Caicedo como Sandro de América, con su pinta de Elvis Presley chiviado u otros sonidos burgueses, inofensivos como Los Melódicos o La Billos. Richie Ray y Bobby Cruz cobraron estatura intelectual sólo en los ochenta y gracias, en parte, al jovencito de aire lewisiano que los convirtió en la banda sonora de su única novela, en donde comparten el pedestal con los Rolling Stones.
Ricardo Ray y Bobby Cruz superaron todos los excesos, no sólo de droga sino su pasión por Jesús que casi acaba sus carreras a principios de éste siglo. Llegan, después de dos años de ausencia, a su segunda casa, Colombia, en los conciertos que darán el próximo 3 y 4 de mayo en el Teatro Cafam de Bogotá.