En la ley 134 de 1994 Art °6, habla de la revocatoria del mandato de los alcaldes y gobernadores del país. No cabe duda que los legisladores que crearon esta ley, lo hicieron pensando en retirar del cargo a los funcionarios incapaces de cumplir con su plan de gobierno; lo que a muchos colombianos nos ha llamado la atención, es que estos procesos de revocatoria del mandato, nunca o muy pocas veces han sido promovidos por los votantes que los llevaron al poder, sino por los adoloridos perdedores que no han podido reponerse de su fracaso electoral, y lo que más les duele es quedarse sin probar la torta de los cargos públicos y los jugosos contratos mientras los que están comiendo de ella no pueden decir nada, porque como lo decían nuestras abuelas: ¡HIJO! es un acto de mala educación hablar con la boca llena. Analizando esta situación, es fácil darnos cuenta que la revocatoria del mandato se ha convertido en un arma de ataque de los politiqueros de oficio a los alcaldes y gobernadores, y en esas condiciones es muy difícil gobernar; como decimos nosotros los campesinos: ni rajan ni prestan el hacha, ni se hacen a un lado, ni gobiernan ellos, ni dejan que los electos por el pueblo lo hagan.
Para resolver semejante problema veo dos posibles alternativas:
La primera es que vuelva a suceder, no la multiplicación de los peces y los panes, sino la multiplicación de la torta, de tal manera que sobrepase cualquier record guinnes para poder atravesarles un pedazo en la boca a todo el que quiera hablar, y se quede calladito.
La segunda alternativa seria que los organismos de control encontraran una nueva fórmula para sancionar a los inoperantes sin la amenaza de revocarles el mandato, porque ésta se volvió también un arma política, para perseguir a los que tienen la torta en sus manos.