En diferentes medios de comunicación el alcalde de Medellín ha manifestado que no le preocupa la revocatoria. Aparentemente, a Quintero no le inquieta el escenario de agitación social que buscarán posicionar las plataformas que se mueven con un único objetivo: desestabilizar su administración y reducir la intentona de revocatoria a un mero ejercicio plebiscitario, es decir, a una elección sobre su perfil y sus decisiones. Paradójicamente, el mayor altavoz mediático que ha tenido la revocatoria, hasta el momento, ha sido el mismo alcalde quien desde su cuenta en Twitter ha enfilado baterías contra sus principales promotores (todavía difusos) y hace poco le manifestó en entrevista a Vicky Dávila que se enteró de una financiación de “cuatro millones de dólares”. Quintero está al tanto de que hay grupos en Facebook, WhatsApp y Telegram donde se articulan las acciones de los movimientos que buscan sacarlo del cargo. ¿Acaso si le preocupa?
Si está claro que Quintero busca estar informado (a diferencia de Claudia López que ni menciona la intentona de revocatoria que desde hace meses le vienen anunciando) y que llega al punto de darle credibilidad a información sensible como aquello de la “vaca de cuatro millones de dólares” (algo que de paso configuraría un delito). Asimismo, la reciente estrategia de comunicación de la alcaldía se ha concentrado en mostrar las ejecutorias con el hashtag #EstamosCumpliendo y anunciando las grandes obras que se vienen para la ciudad. Sin duda, es una forma de restarle cierta carga valorativa a quienes buscan tumbarlo bajo el argumento del incumplimiento; la poca eficacia y baja capacidad administrativa. Quintero sabe que los grupos que buscan sacarlo del cargo están “verracos”, tienen plata y capacidad mediática. Es claro que buscarán que la gente firme y luego salga a votar verraca.
Aunque desde el equipo del alcalde se percibe cierta tranquilidad y dan por un hecho el fracaso de la revocatoria, en parte, confiados por las encuestas y la tradicional simpatía de los medellinenses con sus gobernantes, considero que están subestimando una realidad concreta en torno a la estrategia que será empleada para “agitar las aguas” y reducir la revocatoria a un plebiscito sobre ciertas promesas incumplidas (como aquella relativa a la reducción en las tarifas de servicios públicos); el desmonte de su perfil de “independiente” sin partidos políticos (con la antesala del demoledor video de La Pulla); las decisiones sobre EPM (poniendo énfasis en una narrativa de orgullo herido) y hasta su personalidad que se presume vanidosa y arrogante. No será una revocatoria sustentada en aspectos técnicos o sobre datos concretos (algo que harto le gusta al alcalde), será un proceso enfocado en la desinformación; la exageración y las mentiras. Algo que ya resultó efectivo en 2016 cuando el plebiscito se convirtió en un plebisantos.
Rechazando la invitación a formar parte de esa revocatoria y revisando sus publicaciones en redes sociales (especialmente un grupo en Facebook que se llama Más Medellín), me queda claro que se vienen semanas de intensa agitación para reunir cerca de 100.000 firmas (que con un buen nivel de organización podrían conseguir) y luego convocar a mínimo 130.000 personas para que salgan a votar mayoritariamente a favor de sacar a Quintero. No cabe duda de que es un reto enorme que requiere de mucha organización; logística y recursos. Tal vez lo más difícil sea alcanzar una concurrencia a las urnas en un día no electoral, pero eso dependerá de la estrategia a emplear por los revocadores y si logran que la gente salga a votar verraca en una elección atípica sin mayores incentivos.
Independiente del resultado, ese proceso si anticipa cierto desgaste y en ese sentido no hay que subestimar a quienes lo promueven, pues muchos de ellos promovieron el no en el plebiscito (con la estrategia que ya conocemos) y en Medellín esa opción logró 431.173 votos. Se vienen meses intensos para la ciudad.