La clase política y los medios de comunicación quieren ahora revocar a Petro. La destitución y muerte política decretada por el Procurador pareciera ceder terreno en su aplicación inmediata. La solicitud de la CIDH al gobierno colombiano sobre la situación del Alcalde Petro ha sido recibida como un anticipo a las medidas cautelares solicitadas ante ese organismo por Petro. La jurisprudencia emitida por dicha Corte en un caso parecido, (López – ex Alcalde Chacao) hace prever un fallo favorable al sentenciado: no se pueden suspender los derechos políticos de un ciudadano en ejercicio como resultado de una sanción disciplinaria. Según el Artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos solo se pierden los derechos políticos “…por juez competente, en proceso penal”.
En su desbocado afán por detener el sorprendente avance de Petro, la clase política y los medios de comunicación, una vez más confabulados, impulsan la revocatoria de Petro. Que, dicho sea de paso, casi la mitad de las firmas que validaron el referendo revocatorio resultaron inválidas ante la Registraduría, en una muestra pequeña de lo “torcido” como conducta de ellos en los asuntos públicos: la trampa, el engaño, la mentira como argumento de una clase política y unos medios que ven en Petro la mayor amenaza de su agrietado imperio. Ese referendo está viciado de nulidad ética y política.
Obvio que tienen que atajar a un hombre que en la Alcaldía de Bogotá le ha dicho No a la corrupción, No al clientelismo, Sí a la participación ciudadana, Sí al cambio climático, Sí a lo público, que son los ejes de su gobierno, todo lo contrario a lo que ha hecho la clase política: inmoralidad, corrupción y deshonestidad, como pilares del establecimiento, todo en la más vergonzosa impunidad. Por eso vale preguntarse si en vez de revocar a Petro, acaso no es hora de pensar en la revocatoria de la clase política.
Después de la vergüenza pública de la anterior Alcaldía de Bogotá, Petro es una lección de buen gobierno por la transparencia de su gestión, la independencia de sus actos, la autonomía de sus decisiones y la honestidad de su mandato. Talvez Mockus le iguala en eso pero no le supera, porque Petro se ha comprometido más con los más necesitados y ha proyectado más a Bogotá. La Alcaldía de Petro es ciudadana y, además, popular, y visionaria. En ningún caso ha favorecido intereses particulares durante su gobierno, lo cual le ha merecido la revocatoria.
Los medios de comunicación están ahora embelesados con la revocatoria de Petro cuando lo que deberían estar promoviendo es la revocatoria de la clase política. Por malos. Por corruptos. Por haberse enriquecido en forma notoria y protuberante sin saberse cómo ni conocerse cuánto. Porque han hecho de la democracia un negocio personal tan grande, que hizo exclamar a uno de sus iguales: “Es mejor negocio la política que el narcotráfico” y “La plata que deja una Alcaldía no la deja un embarque”.
Porque el modelo de Petro en la Alcaldía de Bogotá, sin corrupción, sin clientelismo, sin carrusel de contratistas, sin políticos profesionales, con participación ciudadana, con lucha contra la amenaza del cambio climático, con prevalencia de lo público sobre los intereses particulares, es el que se quiere revocar, y es ese el modelo que necesita Colombia. Y para que ese modelo triunfe es necesario extirpar del cuerpo social ese maligno que es la clase política tradicional, para que jamás vuelvan ni a la Alcaldía de Bogotá, ni al Congreso, ni a la Presidencia de la República.
Los políticos profesionales son uno de los mayores peligros que tiene la democracia.
